Entre la fenomenología, la ontología y el sentido

Homenaje póstumo a la obra de Jean Luc-Nancy
octubre 16, 2021
Jean Luc Nancy

La filosofía de la existencia se debate como una instancia discursiva de la ontología del ser. Esta ontología se piensa desde la apropiación heideggeriana del término: por un lado, ubicando al sentido como fenómeno rector del signo y del símbolo, y por el otro, abriendo las puertas a la comprensión de un estar en el mundo. Es este sentido del estar, concerniente a la filosofía de la existencia, el que funciona como leitmotiv principal de la obra del francés Jean Luc-Nancy. De modo que, el lector se enfrenta a un conglomerado sistémico de conceptos en constante conmutación, un espacio vital que ameniza la crítica al pensamiento occidental con la crisis del sentido y que a su vez establece vasos comunicantes con un análisis del panorama político y social, de forma tal que garantiza una apertura a un filosofar del futuro.

Un repaso de cerca al trabajo teórico de Luc-Nancy, expone los argumentos de esta multiplicidad de matices. Desde la deconstrucción como herramienta y ubicándose interlocutor directo de Derrida, Luc-Nancy establece en La comunidad inoperante (1983), un nuevo punto de vista acerca de la noción de comunidad con la puesta en escena de su estar en común. Sin embargo, esta cuestión del estar, abre la posibilidad al camino fenomenológico en el pensamiento del francés, al asimilar la pregunta ontológica heideggeriana por el ser en sus obras El sentido del mundo (1993) y Ser singular-plural (1996).

Complementando esta idea, el pensamiento de Luc-Nancy se muestra heredero de una lectura de Nietzsche, de quien extrae la noción de filosofía del futuro, así como la de pensamiento finito derivado de la muerte de Dios (Un pensamiento finito,1990). Pero además establece puntos de contacto con Bataille de quien toma la crítica a la metafísica sustancialista (La declosión, 2005); con Blanchot y el debate sobre la imposibilidad de la comunidad, y con Lacan, de quien extrae la idea de lo subjetivo en la construcción de un orden simbólico que termina por ser manipulado por la ideología. A esta ordenación es necesario agregar una reproducción de estilo proveniente de la tendencia posestructuralista, de modo que Luc-Nancy comparte con este movimiento filosófico su apego por las disrupciones, interrupciones y fragmentaciones discursivas. Aun así, para Nancy, la relación del lenguaje con el mundo no colapsa, sino que está problematizada.

Es importante señalar que la totalidad de estos matices no solo asiste al empeño por desplegar las posibilidades conceptuales sin explotar de la experiencia y a una crítica de la metafísica trascendental, sustancialista y de la inmanencia; sino que, a su vez, apuntan a un único objetivo concebido como meta final por el propio Luc-Nancy: la estructuración de relaciones sociales modernas desde el ataque a la visión contemporánea de la libertad y la democracia.

A propósito del sentido del mundo

La pretensión de localizar un refugio seguro en la desesperanzadora búsqueda de la verdad, reinstauró en la tradición filosófica, el lugar nuclear que poseía la inquietud por el ser del sentido. Este retorno al problema en la contemporaneidad no es casual, viene acompañado de la puesta en escena de lo que podría considerarse una crisis del sentido, advirtiendo sin muchos miramientos que se trata de un asunto epistemológico acarreado por el lenguaje.

Sin embargo, Luc-Nancy advierte que más que una crisis se trata de un momento de abandono del sentido. Y no es para menos. En tanto la academia se debate por pautar desde cuál de sus disciplinas es viable emplazar una teoría del significado, el sujeto/individuo/ciudadano de a pie, obvia por completo las particularidades respecto a la producción de signo y símbolo. Por tanto, el mundo empieza a manifestarse desde la simpleza de una deconstrucción banal que toma como asideros para su comprensión los sistemas de valores estéticos, morales, sociales, religiosos y filosóficos más ajustables a las necesidades individuales y que se encuentren en detrimento de una cosmovisión. De modo que, lo que podría funcionar como solución temporal del problema, sería la apertura misma de ese abandono desde un análisis de la estructura del sentido como sentido del mundo. Lo que Luc-Nancy da como cometido exponencial de su trabajo, es el acceso a una ontología que compendie el camino hacia el análisis de esa estructura, tomando al sujeto, el cuerpo y el sentido como ejes indispensables de la relación en/con el mundo.

Desde la ontología como vía para la explicación del mundo y bajo el ángulo del debate sobre el sentido, Luc-Nancy está poniendo en relieve desde el lenguaje, las posibilidades conceptuales de la experiencia; de tal modo que; con su crítica/análisis, está presentando a la vez, lo que él mismo denomina las perturbaciones del pensamiento filosófico. De ahí que el método operacional de su pensamiento esté consagrado a la búsqueda de condiciones de una filosofía futura, entendiendo que la tarea de esta última es ofrecer un pensamiento finito a través de las variantes de la revelación del sentido. De modo explícito, Jean Luc-Nancy con sus aperturas y sus refracciones, deja sobre la mesa una interrogante puntual abierta desde el siglo anterior en la tradición continental: ¿es la producción del sentido una práctica filosófica o una práctica del lenguaje?