MADRID (Corresponsal) — «Cuando teníamos todo en contra, ganábamos las elecciones». La frase se le atribuye al general Juan Domingo Perón, quien, en 1946, fue electo presidente, por primera vez, tras vencer a la Unión Democrática, un frente antiperonista donde convivían radicales, conservadores, socialistas y comunistas.
En aquel caluroso febrero de 1946, Perón consiguió el 53% de los votos contra el 45% de la Unión Democrática. Ahora, Javier Milei le ganó al peronismo 56% a 44%. El “ultraderechista” superó lo que parecía insuperable.
Podría decirse que Milei, quien se define a sí mismo como «liberal libertario» se parece bastante a Perón en otros aspectos. Siempre según el «relato kirchnerista» es un «fascista que añora o niega la dictadura militar». Bueno, Perón no solo era fascista, sino que era fruto político del golpe militar del 4 de junio de 1943.
Para entender cómo este «estrambótico personaje», otro apelativo puesto en las últimas semanas para definir a Milei, llegó a la Presidencia, hay que comprender que la Argentina tiene un 8% de inflación mensual, un 40% de pobreza y que los salarios promedio llegan a los 300 €. En suma, un país al borde del abismo.
Como si fuera poco, el “peor gobierno de la historia” —el de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa—, ejerce el “fascismo económico” porque la gente no puede comprar dólares y debe conformarse con una moneda tan devaluada como el propio peronismo.
Si hay algo que Milei supo comunicar es que la culpa de todo la tiene la «casta»: la gente que vive a expensas del Estado y que tan bien describe el economista argentino José Luis Espert en La Argentina devorada. Para Perón, la culpa de todo la tenía el embajador estadounidense Braden (“Braden o Perón” era el slogan de 1946).
Puesta a luchar por sus privilegios, la «casta» usó armas tan antiguas, e ineficaces, como las que utiliza Vladimir Putin en Ucrania. Atacaron con la prensa tradicional y, enceguecidos por el odio, olvidaron que la mayoría de los votantes son jóvenes que se informan mediante las redes sociales y descreen de los «analistas políticos». Como me dijo el analista Rosendo Fraga en agosto, antes de las primarias, «Milei rinde en TikTok y por eso le va tan bien».
Finalmente, también fracasó la estrategia de alentar el abstencionismo o el voto en blanco, organizada, en especial, por el radicalismo. Solo el 1,5% votó en blanco —mucho menos que en la primera vuelta—. De esta manera, el radicalismo, ahora aliado con el peronismo, ha sufrido una dura derrota, como en 1946.
Muy diferente es la situación de Pro, el partido de Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Rápidos de reflejos, estos «halcones» de la derecha moderada, alentaron a votar por Milei como la única manera de terminar con el kirchnerismo y, de una vez por todas, salir de una crisis económica interminable.
Tal como también pronosticó Fraga en aquella charla, estas iban a ser las «elecciones más disruptivas» desde el triunfo peronista de 1946. Con algo de timidez, llegó a comparar a Milei —hasta hace años un desconocido para la gran mayoría de los argentinos— con Perón. Quizá, tenga algo de razón: como el General en su momento, Milei encarna un fenómeno político tan apasionante como imprevisible.