El electorado norteamericano se apresta a ejercer su derecho al voto este martes 8 de noviembre. Las apuestas auguran una jornada más que tensa en medio de la creciente preocupación por la polarización, la situación económica y un mapa geopolítico cada vez más complejo tras la guerra en Ucrania.
Si normalmente los comicios de medio término dan una señal de hacia dónde se dirige la economía más influyente del mundo, en esta ocasión, la atención también está puesta en la reconfiguración de fuerzas en el Senado y la Cámara de Representantes que, además, dará pistas sobre los distintos movimientos ideológicos al interior de la nación.
El 2022 ha sido, sin lugar a dudas, un año difícil para la administración demócrata. El año comenzó con la guerra de Ucrania, hecho que ha puesto sobre las cuerdas la lealtad de la administración Biden con ese país y Europa, al tiempo que ejerce una presión indiscutible en su base a causa del aumento de la inflación, la subida del gas y una posible recesión que se viene augurando desde hace varios meses.
Según una encuesta de Reuters/Ipsos realizada el 31 de octubre y el 1 de noviembre el 40% del país aprueba el desempeño del trabajo de Biden. Ese mismo sondeo mostró que el 69% de los estadounidenses cree que el país va por mal camino, frente a sólo un 18% que dijo que iba por buen camino.
Los temas identificados como más relevantes en esa investigación colocan a la economía (30%), como el tema más importante para seguidores de ambos partidos políticos (Demócratas 22% frente a un 39% de Republicanos). Tras la economía, los ciudadanos también identificaron por orden, crimen (8%), inmigración (7%), sistema de salud (7%), y derechos de aborto (7%) entre los cinco más prioritarios.
Esto da la medida, no solo de qué temas están en la agenda hoy, sino también de los puntos que fracturan al electorado en tiempos de un incremento en la polarización y los discursos de odio.
Desde el punto de vista de los demócratas, la administración ha adelantado en derechos fundamentales. Además, también se anotan un fuerte descenso del desempleo y otros indicadores sociales.
No obstante, como James Carville le dijo a Bill Clinton en 1992 cuando asesoraba en su exitosa carrera hacia la Casa Blanca, «es la economía, estúpido.» Un mantra que ha calado en las filas republicanas, y ha sido usado en la campaña de las últimas semanas para atacar los planes de sus adversarios.
Es justamente la economía -o la percepción sobre ella, según otros analistas- la que sigue determinando el ritmo de la política; ahora más, si se tiene en cuenta la inflación que ha disparado el coste de productos básicos para el hogar como los alimentos y la energía. Y aunque el precio de la gasolina y de algunos bienes de consumo ha bajado, la Reserva Federal ha tomado medidas agresivas para controlar la inflación que al mismo tiempo podrían frenar el crecimiento.
En ese sentido, los republicanos han denunciado que el paquete climático y otras medidas demócratas han empeorado la situación de la nación.
Además, también han invertido mucho en anuncios que avivan el temor de los votantes respecto al aumento de la delincuencia, vinculando a los demócratas con las llamadas medidas de «desfinanciación de la policía», así como con la falta de control de las fronteras.
Con este panorama, analistas sugieren que la victoria está casi segura del lado republicano. Un resultado de ese tipo se puede dar básicamente de dos formas. O los republicanos se hacen del Senado o de la Cámara de Representantes, o se hacen de ambas.
El primer escenario pone contra la espada y la pared a los demócratas ya que posibilitaría el bloqueo de las propuestas de ese partido, ello sin contar la oleada de investigaciones en el Congreso, por ejemplo, sobre la retirada militar de Afganistán y los negocios del hijo del presidente, Hunter, en China y Ucrania. En caso de que ganen ambos recintos, lo dicho más arriba se lograría de manera más fácil.