En 2009 trabajaba como editor del Atlas del Mundo, una publicación en forma de libros coleccionables, en Buenos Aires. Una tarde recibí en la Redacción la visita de dos emisarios de la Embajada de Ucrania en la Argentina. Amables, pero firmes, me pidieron que en el mapa y los textos sobre ese país pusiera Kyiv en lugar de Kiev. Me fijé en el original, producido por una editorial inglesa y, en efecto, decía Kiev.
Les pregunté por qué tenía que hacer esos cambios y ellos me contaron la triste historia de Ucrania, mientras estuvo bajo la órbita de la Unión Soviética, de la que logró su independencia en 1991.
Kiev no solo era el nombre ruso de la ciudad, sino un símbolo de la “rusificación”. La “rusificación” significaba borrar por la fuerza todo rastro de cultura ucraniana, según me explicaron los funcionarios. Imponer el ruso, entonces, era parte central del engranaje de dominación.
La solución que opté fue salomónica. En el mapa de Ucrania que publicamos entonces figuran los nombres rusos —los más conocidos por los argentinos— y también los ucranianos. Para quedarme tranquilo de esta decisión editorial, llevé los originales hasta la Embajada para que los revisaran. Por suerte, el embajador se mostró más que conforme y en muestra de agradecimiento me regaló un hacha ceremonial que todavía conservo.
La guerra de estos días volvió a poner a Ucrania en el mapa noticioso mundial. Lamentablemente, muchos periodistas ignoran que cuando escriben Kiev en lugar de Kyiv (pronúnciese Kiiv) no solo cometen un error, sino que, de alguna manera, vuelven a ejercer la “rusificación” justo cuando Vladimir Putin quiere apoderarse del país.
En 2014, cuando una revuelta popular echó al “presidente títere” de Moscú, el gobierno de Ucrania pidió al mundo que utilizaran Kyiv (pronúnciese Kiiv), en especial en los aeropuertos. Recién en 2019, el presidente Donald Trump, curiosamente un amigo de Putin, hizo que Estados Unidos reconociera oficialmente a Kyiv como el nombre de la capital.
En estas horas, los diarios españoles siguen las recomendaciones lingüísticas. Sorprende la explicación de Fundéu/RAE: “Kiev, mejor que Kíev y Kyiv. El nombre asentado en español de la capital es Kiev, con e tónica, la variante Kíev, con acento en la i, se ajusta más al nombre ruso, mientras que Kyiv es romantización del original, pero contiene una combinación gráfica ajena al español”.
Más sensatos, los medios anglosajones globales, como la BBC y la CNN escriben Kyiv. En la Argentina, Infobae, La Nación y Clarín, utilizan Kiev, como los españoles.
Respetemos a Fundéu y a las normas lingüísticas. Pero, esta vez, hagamos una excepción. Escribir Kiev en lugar de Kyiv no es una simple errata. Al menos, eso pensaría el amable embajador de Ucrania.