- El mayor pecado que un ser humano puede perpetrar: actuar de manera automática. Lo que obviamente lo convierte en un autómata en vez de un ser humano.
- Nuestra contradicción como animales nos la demostró Schopenhauer, cuando nos probó que a pesar de nuestra convicción férrea sobre lo contrario, en realidad no poseemos de nada semejante a lo que llamamos ‘voluntad libre’ – ‘libre albedrío’ si uno se complace con los términos más eruditos – sino que somos connatural- y determinísticamente programados a actuar durante toda nuestra vida conforme a patrones muy concretos de pensamiento y de acción; exclusivamente aquellos que corresponden a la configuración específica de nuestro carácter personal. Un determinismo de este tipo no deja mucho espacio a dudas acerca del hecho indubitable que nosotros siempre vivimos y actuamos de manera absolutamente automática.
- Y aún siendo así las cosas: no podemos conformarnos con tal fatalismo determinista, aunque lo haya señalado el mismo Schopenhauer como tal. Habrá alguna salida de esta pesadilla de un ser que se cree el único que posee ‘razón’ pero que piensa y actúa de la misma – y aún peor – manera automática y programada que todos los demás animales.
- Aquella proclividad nuestra por pensar siempre que el mal está en algún lugar fuera y lejos de nosotros, cuando en todas – pero todas – las ocasiones, nosotros mismos somos El Mal.
- Siempre fracasamos en definir qué es la felicidad, porque insistimos en imaginárnosla en términos de nuestros propios deseos proyectados. Si quisiéramos tener una idea más clara y correspondiente a la realidad de lo que pudiera ser la felicidad, deberíamos en definitiva volver nuestra mirada hacia los animales.
- Que el ser humano no sea capaz de conseguir la felicidad – a diferencia de los demás animales – me parece que queda totalmente explicado en la afirmación de Schopenhauer que: “De esta capacidad [la única capacidad no intuitiva, abstracta, de tener representaciones generales a las que se denomina conceptos] carecen los animales: incluso los más listos: por eso no tienen más que representaciones intuitivas y, por consiguiente, conocen sólo lo directamente presente, viven sólo en el presente.”
- El enigma mayor e indescifrable de esta vida: encontrarse cara a cara con aquel tipo misterioso cada vez que te decides a andar, cada vez que observas cualquier cosa, que hablas o piensas… No poder escapar nunca de tu doppelgänger inmaterial, cualquier cosa que hagas, cualquier decisión que tomes para deshacerte de él de una vez y para siempre…
- Trato desesperadamente de hacerme amigo con él, conciliarnos y poder pasar pacíficamente el resto de nuestras vidas juntos; pero es como si uno quisiera hacerse amigo de un fantasma; o de un héroe de alguna obra de ficción.
- Si quisiéramos reducir el ser humano, toda su configuración sicológica y su lenguaje a lo absolutamente esencial de su estado actual, entonces llegaríamos a tan sólo dos formas distintas del mismo verbo: “me gusta” – “no me gusta.”
- Indiscutiblemente, lograr deconstruir por completo las palabras y las imágenes teniendo como tu único utensilio algo tan imperfecto y deficiente como las palabras y las imágenes es una muestra de inteligencia insuperable; por esa razón, es indudable que Ludvig Wittgenstein ha sido un genio de los mayores que han existido. Deconstruir a un genio como fue Wittgenstein, a través del humor y la ironía, rindiéndole a la vez el homenaje que corresponde a uno de los mayores genios de la historia humana, sin embargo, es una prueba contundente de una inteligencia aún mayor que la primera; por eso, Thomas Bernhard tal vez haya sido un genio aún más raro que el propio Wittgenstein.
- Cuanto más uno reflexiona sobre este problema, tiende a pensar que es muy probable que la raíz de todos nuestros problemas sea que aproximamos la vida – que es una cosa muy tangible – y a la realidad, siempre a través de unas imágenes, es decir mediante representaciones que nosotros mismos creamos de ella. Pero cada imagen es un producto mental, y por ende, algo del todo ficticio e irreal. Ésta podría ser otra gran aportación de Tarkovsky en su magnum opus Solaris. Y, desde otro ángulo, muy afín al de Tarkovsky, Wittgenstein también nos tendría mucho que explicar en este respecto.
- ¡Pero entonces, el problema es muy simple! ¡Lo único que tengo que hacer es desprenderme de cada representación! Me echo a hacerlo, pero de pronto realizo que, una vez más, me encuentro atrapado en la telaraña laberíntica de otra representación: me he confeccionado la representación de la no-representación…
- Cualquier cosa puede imaginar y representarse el cerebro humano. La única cosa que aparentemente no puede hacer es salir fuera de sí mismo – es decir, fuera de la representación por excelencia – aún si eso fuera por un solo momento.
- Siempre he preferido aproximar los problemas fundamentales de la vida a través del arte, y especialmente el cine. Tal vez eso se pueda explicar a la base de la fuerza que a veces pueden poseer la metáfora y la imagen – pero sólo cuando las miramos con una objetividad fría, que está fuera de nosotros – a través de las cuales uno puede tener una percepción instantánea de la solución de problemas que hasta entonces trataba de solucionar mediante vagos esquemas abstractos del pensamiento.
Y así con una película alemana, Der Krieger und die Kaiserin (2000) por Tom Tykwer. Cuando la vi, hace muchísimos años, tuvo un impacto revelador para mí con respecto a un problema que había llegado a ser un bloque total en los años de mi juventud.
Uno pasa su vida entera revolviendo alrededor de sí mismo, siempre chapoteando en el mismo charco sucio de su yo, y llega un momento en el que tiene una inspiración repentina que le resuelve todas sus complicaciones simultáneamente; mediante una especie del método del nudo gordiano: se arroja desde lo alto en el vacío sin pensar en nada ni por un solo momento.
Y allí, en la decisión irreversible del momento – que es la única decisión posible – en el cese abrupto del pensamiento, en la salida fuera de sí mismo sin mucho pensar, se asoma por primera vez una nueva posibilidad de vida sin memoria y sin problemas; en unidad con la naturaleza; incondicionalmente libre. - Tal vez la propiedad principal de la representación sea su tendencia a ramificarse infinitamente. Así se podría explicar la tendencia de nuestro pensamiento de crear no solamente un yo sino muchos. Nos ha hablado satisfactoriamente de este fenómeno Gurdjieff; y en el marco occidental también Freud y los demás sicólogos oficiales. Y cuando aquellos yos se hacen tantos que se pierde cualquier unidad y equilibrio interno, entonces nuestra Psicología nos habla ya de esquizofrenia.
- Haga lo que haga, una representación nunca puede ser algo diferente de lo que realmente es: una representación. Si quisiéramos cesar de ser la representación de nuestro pensamiento, la única empresa en la que valdría la pena embarcarnos sería la de tratar de cesar de inventar más y más representaciones como supuestos vehículos para superar nuestro estado de mera representación.
- Miedo: una representación mira a su reflejo y se asusta.
- Accidentalmente, acabo de escuchar una canción de antaño; frívola, comercial, pero ¿qué más da? Lo importante es que ahora tengo ante mí toda una arqueología de mis sentimientos, dispuestos en una línea temporal y, al mismo tiempo, coexistiendo en un enredo insoportablemente electrificado y explosivo. Cuando la canción surgió por primera vez, yo estaba en mi juventud, y la revestía con miles de imágenes de muchachas deseadas, quienes en mi imaginación de entonces parecían divinas, míticas; con sentimientos de esperanza; con una sensación fuerte de un fin, y de miles de rutas posibles que estaban allí por seguir; con la certeza de que sí había un futuro esperando allí para ser conquistado; por mí, claro; había entonces un contenido muy espeso, un sentido.
Luego, durante el resto de mi vida, y hasta el momento, fui cargando la misma canción con una plétora de otros sentimientos, cada vez más escépticos, dubitativos, más desgastados diríamos, pero no necesariamente menos intensos. El signo fue cambiando – inclinándose cada vez más hacia la negatividad y la desesperación, mezcladas con un fuerte sentimiento de añoranza y una sensación de carencia de sentido.
Y aquí estoy, décadas enteras después, frente a un holograma de toda esa acumulación de sentimientos y matices leves, asociados con una sola canción, unos pocos sonidos arbitrarios e incoherentes; y sin embargo, se trata de una verdadera arqueología de lo que yo soy o más bien, de lo que yo creo que soy o de todo aquel que he sido.
De verdad, la memoria es una pesadilla auténtica; la catástrofe última del ser humano. - Por más que lo intente, no logro concebir una representación más acertada del cerebro humano y el mecanismo de la memoria, que la que encontramos en la película Solaris de Tarkovsky. Sí, exactamente: nuestro cerebro no es más que el planeta Solaris – un mecanismo que genera monstruos ficticios ad infinitum, implacablemente, sin intervalo alguno; y la memoria, el verdadero sustrato de este cerebro humano, el engranaje que lo va alimentando perpetuamente con las mismas imágenes, extraídas del mismo espectro limitado de las experiencias vividas individuales; remodelándolas tal vez ligeramente, pero siempre dentro de una radio lamentablemente limitada; de hecho, tanto nuestra memoria como nuestro cerebro entero están condenados a ser algo muy parcial y restringido; de ahí el dolor inmenso que nos provoca jugar todo el tiempo con ellos y, aún peor, creer que son reales.
- Que el ser humano no posee razón se le puede notar en un sinfín de aspectos. De entre ellos, tal vez el más contundente es su perversa obsesión de alimentarse con cadáveres.
- Según Goya, el sueño de la razón produce monstruos. Aparentemente la razón ha estado dormida ininterrumpidamente a lo largo de toda nuestra historia.
- He leído por algún lugar que el sueño no es más que una remodelación del material de todo aquel que hemos vivido y pensado durante el día. Y suena muy lógico que sea así. Pero entonces, se deduce necesariamente, que el sueño es en realidad un mecanismo que está allí para intensificar aún más durante la noche todo el dolor y el sufrimiento al que nos somete el mecanismo de nuestro pensamiento durante el día.
- De verdad, cuanto más lo examino, al menos lógicamente, me parece que como especie no necesitábamos la palabra tiempo: poseíamos ya la noción del deseo. ¡Qué lástima no poder ir más allá de la esfera de nuestra razón, y transcenderlas ambas!
- Podríamos definir de manera inclusiva el ser humano, como el animal aquello que nunca puede cesar de desear cosas.
- Como en todas las cosas, si algo queremos aprender acerca de la verdadera naturaleza humana, debemos observar a los niños. Una vez están en posición de moverse y hablar elementalmente, siempre quieren estar de compras y no cesan de gritar “Quiero…” todo el tiempo.
- El pensamiento es el reino de la ilusión: pasamos toda nuestra vida creyendo que estamos actuando, que tomamos decisiones y cambiamos las cosas, dentro y fuera de nosotros, pero la realidad cruda es que cada movimiento de nuestro pensamiento es lamentablemente incapaz de producir cualquier trabajo (ἔργον); salvo el aumento perpetuo de la confusión y el desgaste eterno dentro de nosotros.
- Porque, una vez más: el pensamiento intenta ser el mundo pero nunca puede lograr serlo. A lo mejor, sólo representárselo; mediante palabras e imágenes.
- Wittgenstein no dijo algo diferente: “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo;” con lo cual él implicaba su sinónimo exacto: “Los límites de mi pensamiento significan los límites de mi mundo.” Pero, si como el propio Wittgenstein también demostró, es decir, que las proposiciones y el lenguaje no son más que meros “signos sensoperceptibles” a través de los cuales “se expresa sensoperceptivamente el pensamiento,” entonces ambas nuestras proposiciones y el pensamiento no son más que una “figura lógica de los hechos;” ¡nunca los hechos en sí!