Como no podía ser de otro modo, desde un comienzo el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se propuso encarar el poliédrico problema del coronavirus. Los logros irán decantándose y no faltan hallazgos muy prometedores en múltiples frentes. A pesar de las circunstancias, los laboratorios han proseguido sus investigaciones a toda máquina, incluyendo a esos otros laboratorios de ideas que desarrollan desde la reflexión ética las humanidades.
El Diccionario filosófico audiovisual COVID-19
El Instituto de Filosofía del CSIC se caracteriza por su interdisciplinariedad y por saber captar a quienes cultivan las materias más variopintas, lo que le permite cubrir una amplio espectro de campos y especialidades muy diversas, como demuestra el censo de sus miembros y las actividades que desarrolla. En ese contexto ha visto la luz el Diccionario filosófico audiovisual Covid-19: Nuevas perspectivas para viejos conceptos, puesto en marcha por el Grupo de Investigación del IFS-CSIC Theoria cum praxi y presentado en algunos programas radiofónicos.
Se trata de una obra polifónica cuyo protagonismo difícilmente puede ser más colectivo, puesto que lo hacen quienes presentan sus propuestas y graban sus entradas. Ya cuenta con varias docenas de voces muy plurales. En este Diccionario conviven colaboradores con trayectorias muy consolidas y otros que las inician. También han participado ya gentes de otras latitudes como Argentina o México.
Junto a figuras como Emilio Muñoz, Víctor Gómez Pin, Javier Echeverría o Manuel Cruz intervienen doctorandos como Konstantinos Argyriou, Belén Liedo y Alejandro Sánchez Berrocal.
Resulta muy tentador que las voces pudieran ser correlatos audiovisuales de artículos publicados en The Conversation, tal como ha ocurrido con la entrada Soledad, gracias al concurso de Melania Moscoso y de algún modo también con la voz Vejez, grabada paralelamente a la redacción del artículo ¿Malos tiempos para envejecer?. Nuestro propósito sería cultivar ese paralelismo.
Las voces incluidas abordan todo tipo de cuestiones, relacionándolas con el giro impuesto por la pandemia. El menú difícilmente podría ser mas variado. Se habla por ejemplo de Ajedrez, Arquitectura, Catástrofes, Coronavirus, Disenso, Educación, Epidemiología, Globalización, Ilustración, Incertidumbre, Intimidad, Memoria, Pobreza, Prisiones, Ser Mortal, Utopía o Virus,
¿Qué cabe aprender de la pandemia?
El problema sanitario ha sido el detonante de nuestros enfoques, pero siempre fuimos conscientes de que convenía contextualizarlo y afrontar los problemas anejos relativos a múltiples vertientes que van desde lo estrictamente psicológico hasta la vertiente político-social.
No puede obviarse que la Covid-19 nos ha recordado muchas cosas y que cabía extraer muchas lecciones de muy diverso tipo, dado que toda crisis puede verse rentabilizada como un vivero de posibilidades para mejorar el futuro en función de las lecturas que hagamos y los nuevos rumbos que fijemos.
Las desigualdades y la desinformación estaban ahí, pero se han visto realzadas.
La brecha tecnológica mostrada por una educación a distancia y el analfabetismo digital que margina sobre todo a los mayores nos revelan disfunciones que habían quedado diluidas o cuando menos relegadas a un segundo plano.
Lo sucedido en las residencias para mayores durante la primera ola denuncia una privatización y un sesgo mercantil que debería brillar por su ausencia en el ámbito asistencial. También pone sobre la mesa una realidad social igualmente desatendida y que merece mayor atención: esa soledad que cobra tintes dramáticos en medio del hacinamiento de las grandes ciudades y que reclama revisar nuestros planes urbanísticos.
El teletrabajo puede fomentar volver a vivir en zonas más rurales rodeados de vecinos para quienes no seamos alguien hostil o hacer más vida de barrio. Se impone cambiar de costumbres.
Esta situación demanda cambios estructurales y no paños calientes que intenten restaurar cuanto no funcionaba. Un mercado laboral precario donde no caben los más jóvenes determina un mañana muy poco prometedor para el conjunto de la población. Hay que revisar unas insostenibles relaciones laborales que solo benefician a una de las partes y de modo clamorosamente asimétrico.
Crisis y cambios estructurales
Habría que recaudar más impuestos, interpelando a las rentas más pudientes y a las empresas que, lejos de arruinarse, han obtenidos pingües beneficios en esta situación, tal como sucede con el sector tecnológico más recreativo y la influyente industria farmacéutica. Está reclamándose una moratoria en las patentes para que se pueda vacunar cuanto antes a cualquier ser humano al margen de su localización geográfica o nacionalidad. Permitir que la lógica comercial o los vaivenes políticos rijan el proceso de vacunación no parece lo más acertado.
En líneas generales, convendría revisar esa mentalidad hegemónica que nos hace menospreciar a los más débiles, advirtiendo que cualquiera de nosotros pertenece a ese grupo, cuando menos durante nuestra infancia y la vejez. Al conjunto nos trae más cuenta la solidaridad y esa reflexión demanda un contrato social de nuevo cuño regido por otras prioridades. Nuestra fragilidad e interdependencia no son factores que nos lastren. Bien al contrario esa especificidad es la que nos permite avanzar y sobrevivir.
Los fulgurantes avances tecnológicos nos han podido hacer creer que somos una especie de dioses omnipotentes y que por lo tanto podemos prescindir de los demás, considerándolos un estupendo al menor de nuestros caprichos. Pero esa soberbia se ha desvanecido en un instante. Debemos acostumbrarnos a convivir con la incertidumbre evitando el pánico y los alarmismos que no conducen a nada bueno, como sí lo hace sin embargo el mecanismo del miedo que inspira una cautelosa prudencia.
El impacto de las ideas
Sin duda los bulos alimentan ese fenómeno negacionista que prefiere obviar los problemas, ya se trate de una pandemia sanitaria o del cambio climático. No reconocer lo primero genera muchas muertes que podrían haberse evitado y obviar lo segundo deja sencillamente sin futuro a las nuevas generaciones. Muchas veces nuestras reflexiones quedaban dictadas por acontecimientos puntuales, como el temporal Filomena o los avatares del trumpismo.
Todo se co-implica. Nadie podía imaginar que la gestión del proceso de vacunación tuviera nítidos efectos colaterales en el terreno político. Pero, sin embargo, ha logrado recrudecer el euroescepticismo y afianzar a los partidarios del Brexit. Por otro lado, el relevo en la Casa Blanca ha demostrado que había otra forma de gestionar las cosas. Ojalá cundiera el ejemplo.
No conviene desdeñar los análisis presentados en estos laboratorios de corte humanístico. Las ideas acaban cincelando nuestra vida cotidiana tarde o temprano, si tienen suficiente fuerza como para hacerse valer mediante la deliberación y modificar con ello el curso de las cosas.
La Revolución francesa no se hubiera dado sin la Enciclopedia de Diderot o el Contrato Social de Rousseau. Sin ideas no cabe transformar la realidad. Algo le debemos a la filosofía, ese gran laboratorio de las ideas y sus aplicaciones prácticas.
This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.