El aborto en la Biblia: omisiones e interpretaciones

Todo lector que desee ceñirse con honestidad a lo que se plasmó en las escrituras canónicas deberá asumir el reto de aceptar que el aborto, lejos de ser proscrito, emerge en la literatura bíblica como una herramienta para infligir castigo divino.
mayo 17, 2021

La información que encontrará el lector en este artículo, de marcado enfoque hermenéutico, no pretende analizar desde una perspectiva ética o teológica el conflicto jurídico, médico y moral que significa para las naciones contemporáneas la despenalización del aborto. Un razonamiento más profundo del enfrentamiento entre los argumentos del derecho a la vida en contraposición con los derechos de la mujer, entendidos estos últimos bajo el axioma de que la embarazada podría decidir las acciones médicas que se ciernen sobre su cuerpo, tendría que abarcar además conceptos bioéticos, psicológicos, económicos y socioculturales que configuran el rol de género tradicionalmente vinculado a lo reproductivo y que han modelado el devenir de las mujeres como sujeto de la historia.

En este artículo el lector confrontará el mensaje bíblico y sus escuetos puntos de encuentro con el concepto de la interrupción del embarazo, por lo que se pretende comprender aquello que escrito está y no lo que se pudiera interpretar mediante extrapolaciones que no aparecen registradas de forma explícita en los versículos. No obstante, sería conveniente aclarar que las cuestiones de exégesis no se circunscriben a lo que se ha fijado en una obra de forma literal, sino que requieren de un minucioso estudio de la traducción, el contexto en que fuera escrito, los paradigmas empleados para la transmisión del mensaje o idea general, así como los límites que se derivan de los vacíos de información detectados en el texto.

Aunque muchas agrupaciones religiosas han incorporado como objetivo programático de lucha social el enfrentamiento a cualquier medida legislativa que tienda a despenalizar la interrupción del embarazo, la palabra aborto aflora con frecuencia bastante sucinta en el Antiguo Testamento y se menciona una sola vez en el Nuevo Testamento. Los sacerdotes del judaísmo olvidaron escribir para la posteridad prescripciones específicas sobre el aborto, a pesar de que sí concentraron su atención en asuntos pueriles como la prohibición del consumo de ciertos alimentos o las estrategias para eliminar la humedad que se aferra a las paredes de las casas, pues creían que el moho podía convertirse en agente trasmisor de la lepra (léase Levítico 11:1-47, Deuteronomio 14:3-21 y Levítico 14:33-57). A continuación, se examinan en detalle los versículos que contienen la palabra aborto.

Génesis 31:38 «Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas.»

Éxodo 23:25-26 «Mas a Jehová, vuestro Dios, serviréis, y él bendecirá tu pan y tu agua; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti. No habrá ninguna que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo cumpliré el número de tus días.»

Oseas 9:14 «Dales, oh Jehová, lo que les has de dar; dales matriz que aborte y pechos enjutos.»

Una revisión del texto hebreo correspondiente a los tres fragmentos citados nos trae a colación la palabra shakól (שָׁכֹל), que significa abortar, con una clarísima alusión a la importancia de la fertilidad, tanto en los animales explotados con fines económicos como en la mujer en su rol social de sujeto procreador. Esa visión de la fertilidad como objetivo supremo de la tribu y como fuente de riqueza es común a todas las civilizaciones del Levante mediterráneo, que nos legaron abundantes trazas arqueológicas de templos consagrados a dioses como Astarté, mencionada en varios versículos del Antiguo Testamento.

Job 3:16 «o, ¿por qué no fui escondido como un aborto, como los pequeñitos que nunca vieron la luz?»* En este fragmento se emplea el vocablo néfel (נֶפֶל), que significa abortivo o nacer muerto. Job se maldice a sí mismo, cuestionando el origen y el porqué del mal que lo agobia.

La connotación del feto abortado como epíteto peyorativo se evidencia también cuando Pablo de Tarso escribe en 1 Corintios 15:8 «Y al postrero de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció a mí.» La frase nacido fuera de tiempo se refiere a la palabra griega ἐκτρώματι, que aparece traducida en otras versiones directamente como abortado, dado que significa literalmente aborto o fruto abortivo. Con esta expresión Pablo de Tarso pretende manifestar humildad, al considerarse menos importante que los doce apóstoles que tuvieron contacto directo con Jesús de Nazaret.

Entre los versículos más socorridos por las personas de fe para justificar su oposición a la despenalización del aborto, casi siempre se citan Salmo 139:13 y 16 «Porque tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, cuando no existía ninguna de ellas.» Lo que se traduce como embrión es el vocablo gólem (גֹּלֶם), que se emplea en la Biblia para describir una sustancia embrionaria o incompleta. En los fragmentos citados no se aprecia una prohibición tácita del aborto ni se esclarece en cuál etapa del embarazo se desencadena la hominización del embrión, sin embargo, muchos asumen que este poema simbólico manifiesta la voluntad de Yahvé de brindar protección al ente que se gesta en el útero al estar dotado de vida en su sentido biológico, una hipótesis sujeta a cuestiones interpretativas condicionadas por la subjetividad. Otros versículos que reflejarían esta visión provida son Isaías 44:2, Jeremías 1:5 y Salmos 22:10.

Éxodo 21:22-25 «Si algunos riñen y hieren a una mujer encinta, y ésta aborta, pero sin haber otros daños, el culpable será penado conforme a lo que le imponga el marido de la mujer y pagará lo que juzguen los jueces. Pero si hay otros daños, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.» Lo que se traduce como aborto es el término yatsá יָצָא)) que significa salir afuera o expulsar, pero la traducción de Reina-Valera omite la palabra yéled (יֶלֶד) que sí está presente en los textos hebreos compilados por los masoretas**, cuyo significado preciso es hijos. Dado que el texto habla de hijos y no de embrión (gólem), algo que se ratifica debido al uso de la palabra niño (παιδίον) en la versión en griego koiné del Antiguo Testamento conocida como Septuaginta***, la traducción más exacta sería si la mujer encinta pare sus hijos, lo cual corrobora que los versículos en cuestión describen una situación en la que una mujer da a luz prematuramente. El fragmento textual no prohíbe el aborto que resulta de la decisión consciente de la embarazada, sino que se refiere más bien al parto prematuro inducido por una agresión física y que afecta involuntariamente a la gestante cuando la criatura se encuentra en las etapas finales de su desarrollo fetal.

La evidencia más literal que se observa en las biblias de eso que denominaríamos aborto en nuestra contemporaneidad incumbe a una práctica ritual:

Y Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Si la esposa de alguno se descarría y le es infiel, y alguno se ha acostado con ella en relación carnal sin que su marido lo haya visto, por haberse ella contaminado ocultamente, ni haya testigo contra ella ni ella haya sido sorprendida en el acto, si viene sobre él espíritu de celos y tiene celos de su esposa, habiéndose ella contaminado; o si viene sobre él espíritu de celos y tiene celos de su esposa, no habiéndose ella contaminado, entonces el marido llevará su esposa al sacerdote y llevará por ella como ofrenda la décima de un efa**** de harina de cebada; no echará sobre la ofrenda aceite ni pondrá sobre ésta incienso, porque es ofrenda de celos, ofrenda recordatoria, que trae a la memoria el pecado. Y el sacerdote hará que ella se acerque y se ponga delante de Jehová. Luego tomará el sacerdote del agua santa en un vaso de barro; tomará también el sacerdote del polvo que haya en el suelo del tabernáculo, y lo echará en el agua. Y el sacerdote hará que la mujer esté de pie delante de Jehová, y descubrirá la cabeza de la mujer y pondrá en sus manos la ofrenda recordatoria, que es la ofrenda de celos; y el sacerdote tendrá en la mano las aguas amargas que acarrean maldición. Y el sacerdote hará que jure y le dirá: Si ninguno ha dormido contigo, y si no te has apartado de tu marido para impureza, libre seas de estas aguas amargas que traen maldición; pero si te has descarriado de tu marido y te has amancillado, y alguno se ha acostado contigo fuera de tu marido (el sacerdote hará que la mujer jure con juramento de maldición y dirá a la mujer), Jehová te dé en maldición y en juramento en medio de tu pueblo, haciendo Jehová que tu muslo caiga y que tu vientre se hinche; y que estas aguas que dan maldición entren en tus entrañas y hagan hinchar tu vientre y caer tu muslo. Y la mujer dirá: Amén, amén. Y el sacerdote escribirá estas maldiciones en un libro y las borrará con las aguas amargas; y dará a beber a la mujer las aguas amargas que traen maldición, y las aguas que traen maldición entrarán en ella para amargura. Después tomará el sacerdote de la mano de la mujer la ofrenda de los celos, y la mecerá delante de Jehová y la ofrecerá delante del altar. Y tomará el sacerdote un puñado de la ofrenda en memoria de ella y lo quemará sobre el altar, y después dará a beber las aguas a la mujer. Le dará, pues, a beber las aguas, y sucederá que si ella es impura y ha sido infiel a su marido, las aguas que traen maldición entrarán en ella para amargura, y su vientre se hinchará y caerá su muslo, y la mujer será una maldición en medio de su pueblo. Pero si la mujer no es impura, sino que es limpia, ella será libre y será fecunda. Ésta es la ley de los celos: cuando la mujer casada se descarríe de su marido, y se contamine, o cuando del marido se apodere un espíritu de celos y tenga celos de su esposa, entonces la presentará delante de Jehová, y el sacerdote ejecutará en ella toda esta ley. Y aquel hombre quedará libre de culpa, y la mujer llevará su pecado. (Números 5: 11-31)

Lo que se representa en el fragmento citado es un proceso judicial conocido como ordalía de agua, que pretendía dictaminar la inocencia o culpabilidad de una mujer acusada de adulterio invocando la intervención del supuesto mandato divino. Algunos exegetas argumentan que la expresión aguas amargas alude a la utilización como sustancia abortiva de la cadaverina, un líquido obtenido de la descomposición de la materia orgánica muerta a partir de la sangre de los animales sacrificados en el templo de Yahvé. Sin embargo, más allá de la notable probabilidad de esa hipótesis, habría que reconocer honestamente que el texto en cuestión no contiene palabras que permitan verificar dicho planteamiento. En Éxodo 15:23 «Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara.» también se utiliza el concepto de aguas amargas sin conexión alguna con la cadaverina.

Mediante un análisis detallado del versículo 5:27 «su vientre se hinchará y caerá su muslo» detectamos el efecto de una traducción inexacta, cuyo origen se halla en la versión de la Septuaginta. Lo que se interpreta como vientre es la palabra betén (בּטֶןֶ), cuyo significado más preciso sería hueco y que se emplea específicamente para aludir al útero, como se constata en Génesis 25:23 «Dos naciones hay en tu vientre, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas» y en Isaías 13:18 «no tendrán misericordia del fruto del vientre». El sustantivo muslo se refiere al vocablo yarék (יָרֵךְ) que se deriva etimológicamente de una raíz en desuso que significa ser suave y que se traduce eufemísticamente como muslo, pierna, lomo, cadera o costado, debido a la flacidez de las carnes que conforman estas zonas del cuerpo humano. Por lo que la frase «su vientre se hinchará y caerá su muslo» cobraría más sentido si se tradujera como «su útero se hinchará y caerán sus partes blandas».

Algunos apologistas bíblicos se niegan a aceptar que el ritual de castigo sugiera un aborto, argumentando que la afección descrita en el texto ejemplifica un caso de prolapso uterino. Sin embargo, dicho padecimiento se manifiesta generalmente en mujeres de edad avanzada que han tenido varios partos por vía vaginal o que han parido bebés muy grandes. La forma verbal hinchará que aparece en el escrito se refiere a tsabá (צָבָה), que significa literalmente acumular, hacerse turgente o pesado. Los principales síntomas del prolapso del útero son la sensación de ocupación en el interior de la vagina, el sangrado, el aumento del flujo vaginal, las dificultades al orinar, la aparición de infecciones urinarias, el dolor durante el coito y los malestares en la espalda. Las consecuencias que se esperan del ritual de ordalía de agua en la mujer adúltera, ya se trate de una joven saludable que nunca haya parido o de una señora entrada en años que haya alumbrado en varias ocasiones, consisten en una hinchazón notable del vientre, lo cual se corresponde de forma evidente con una condición de embarazo no deseado producto de la infidelidad y no precisamente con un desprendimiento de la pared del útero.

En la descripción del juicio mediante ordalía de agua se constata que la persona investida de autoridad para inducir el aborto es el sacerdote y el lugar que se habilita para tales menesteres es el santuario consagrado al dios Yahvé, deidad que supuestamente inspiró a los profetas hebreos para que escribieran las frases condenatorias:

Oseas 9:16 «Efraín fue herido; se secó su raíz y no dará más fruto; aunque engendren, yo mataré el preciado fruto de su vientre.»

Isaías 13:18 «Y con arcos destrozarán a los jóvenes; y no tendrán misericordia del fruto del vientre, ni su ojo tendrá piedad de los niños.»

Todo lector que desee ceñirse con honestidad a lo que se plasmó en las escrituras canónicas deberá asumir el reto de aceptar que el aborto, lejos de ser proscrito, emerge en la literatura bíblica como una herramienta para infligir castigo divino. La oposición intransigente que manifiestan las organizaciones religiosas con respecto a la despenalización del aborto no halla asidero hermenéutico ni sustento teológico en la interpretación de las pocas alusiones a este tema que aparecen registradas en el corpus escritural, sino que se deriva de las doctrinas concebidas por los líderes de las iglesias y que fueron heredadas generación tras generación por la influencia de la cultura patriarcal. No podemos forzar a las biblias a condenar lo que ellas no condenan.

Notas

*En algunas traducciones de la Biblia el versículo es numerado como Job 3:13.

**Los textos masoréticos constituyen la versión del Antiguo Testamento escrita en hebreo usada oficialmente entre los practicantes del judaísmo. Fueron redactados y corregidos por un grupo de escribanos hebreos conocido como masoretas entre el siglo I y el X d. C. Los manuscritos de referencia más antiguos y completos que se conservan son el Códice de Alepo datado en 930 d. C. y el Códice de Leningrado fechado en el año 1008 d. C.

***La Biblia de los Setenta, también conocida como Septuaginta o LXX, es una valiosísima traducción al griego koiné de los libros que conforman el Antiguo Testamento. Su composición está envuelta en un aura de leyenda: en el siglo III a. C. setenta y dos rabinos helenizados respondieron al llamado de la hoy desaparecida Biblioteca de Alejandría para compilar y traducir los textos sagrados que utilizaban las comunidades judías. Cada uno trabajó por separado, pero cuando compararon el resultado de las traducciones descubrieron que, milagrosamente, todas las traducciones eran idénticas. Para autenticar el origen divino de ciertos documentos, nuestros antepasados acostumbraban a narrar historias mitológicas sobre su concepción.

****Medida de capacidad egipcia adoptada por los hebreos equivalente a unos 22 litros.

Fuentes y Referencias

Para la citación de versículos bíblicos se ha utilizado:

  1. Santa Biblia: Reina-Valera 2009 – Antiguo y Nuevo Testamento. Salt Lake City, Utah: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.