Ejercicios sobre obsesión y ritmo

Comentario al Libro de Boris M. Díaz
agosto 18, 2020
Ejercicios Sobre Obsesión y Ritmo, Boris M. Díaz.

Encontrarse con la poesía de Boris Millán es todo un deleite inesperado.

Un placer que escapa a los límites de esta época convulsa, gris, manipulada, enferma y sin sentido. Una poesía que arraiga en la reflexión y la duda, en los moldes de la buena poesía de todos los tiempos, ubicada en este siglo nuestro tan superficial y vano.

Para mí es una enorme responsabilidad comentar lo que sus poemas despiertan, pero a la vez es algo a lo cual no quiero renunciar. Supone un honor hacerlo, pues es como si se me encomendase la tarea de describir una piedra preciosa que todavía el ojo humano no ha descubierto.

Soy, por tanto, una privilegiada.Los versos de Boris Millán inundan nuestros sentidos irremediablemente, es como aspirar el perfume de un ramillete de jazmines con su intenso aroma o saborear un delicioso helado. Leerlos supone un culto al intelecto, un espacio a la observación más constructiva, una mirada al ayer consolidada en el presente.

Se podría decir que la poesía de Boris es una explosión estelar que lo abarca todo y es que su poesía es un universo en sí, al igual que él, un universo creado sobre sí mismo, mágico e infinito.

Ejercicios sobre obsesión y ritmo es una obra que nos arraiga al suelo, nos pone en contacto con la naturaleza desde la mínima expresión, desde esa mota de polvo insignificante en la que toda vida llega a convertirse, sin excepción.

Naturaleza y clásicos entre sus temas, alusiones claras al Beatus ille latino, a los grandes filósofos griegos y al mundo helenístico y mítico de las criaturas del Olimpo, pero también a la mediocridad humana, al pobre desgraciado que se aferra a la botella para ahogar su realidad.

La vida de Boris Millán no es sin literatura, es cualidad inherente a él. Sus poemas son vida, cavilaciones, confesiones, críticas, denuncias… Su vida es una espléndida amalgama donde las letras fluyen como uno más de sus instintos vitales, él vive de ellas y ellas beben de él, se retroalimentan, se nutren, se pertenecen.

Consigue transportarme a otras épocas, a aquellas de poetas de verso oscuro, de verdades teñidas de crudeza y angustia, a aquellos, en mi opinión, mal llamados malditos que supieron romper esquemas y convertirse en iconos de la poesía del momento, aun a riesgo de la exclusión social.

La poesía de Boris es una pincelada tenebrista del más regio claroscuro pictórico, un recorrido entre dos extremos antagónicos, entre forma y contenido, un envoltorio exquisito y elegante frente a un contenido que nos hace sumergirnos en la más cruel y desalentadora actitud humana.

Es su poesía un deambular entre el cielo y el infierno, un desvelar su vida sin pretenderlo, un movimiento anárquico que lo hace ser libre en su estilo y único en su creación.

Poemas los suyos envueltos en bocanadas de humo de tabaco, mezclados con notas musicales que nacen y mueren al son de letras que florecen como flores silvestres, que deleitan un mundo que rezuma maldad, un mundo podrido, limitante, impuro, proveedor de miles de obstáculos y carencias.

Un mundo indolente que tiene la dicha de contar con la visión clara, valiente y concisa de un poeta, que engrandece con sus versos el panorama más desolador a golpes de un tambor que nos habla y recuerda sus raíces cubanas.

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