Dachau, los campos de concentración nazi, y la pérdida de sentido

marzo 10, 2020
sentido campos concentración

 

Dachau y los campos de concentración

En este día de 1933, poco después de que Adolf Hitler se convirtiera en canciller, las fuerzas alemanas abrieron el primer campo de concentración en Alemania (Dachau). Se cree que en este murieron por enfermedad, desnutrición, ejecución y opresión física al menos 32,000 personas.

Inicialmente Dachau fue establecido para los opositores al régimen, pero pronto fue convertido en un centro de entrenamiento de las SS y en un campo de concentración «modelo».

En 1937 se expandió y permaneció operativo hasta 1945. Según testimonios las condiciones de vida eran brutales, el trabajo forzado y los experimentos médicos contribuyeron a una cifra de muertos que los historiadores no han podido calcular certeramente.

Después del estallido de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades alemanas extendieron su red de campos de concentración. Estos incluyeron: campos de trabajos forzados, destinados a explotar el trabajo de prisioneros para beneficiar a las SS; campamentos de tránsito, para facilitar la deportación de judíos; y campos de exterminio, que tenían cámaras de gas, alojamiento de las SS e instalaciones para clasificar las pertenencias de los asesinados.

La apertura del primer campo de concentración no solo significó una expansión del lado inhumano y perverso del hombre sino también del Estado. Un Estado que inscribió sobre el cuerpo su marca indeleble. Primero clasificando los campos y las vidas de incontables sujetos, para luego exterminarlos, y más tarde intentar borrar cualquier vestigio de sentido.

El problema del sentido

La alusión a los campos de concentración trasciende lo meramente histórico. Los campos, y el ambiente de guerra, contribuyeron a crear esa noción de realidad que queda definida en la famosa frase de Sartre: “el infierno son los otros”. Un Otro que se da a la conciencia a través de su cuerpo, de su lenguaje, pero que en definitiva es un otro yo que solo existe – según la visión pesimista de Sartre – para robar mi mundo.

Sin embargo, en oposición a lo anterior, en Merleau-Ponty pudiéramos hallar una clave para entender la verdadera esencia del exterminio en campos de concentración. Con la pérdida progresiva del cuerpo, no se pierde una materia atómica que está arrojada en una realidad externa a mí, sino un componente esencial en el conocimiento del mundo, los otros y el yo. El cuerpo y los sentidos contribuyen a encontrar el sentido de mi realidad.

Siguiendo a María Teresa Álvarez Mateos:

“En la experiencia del diálogo, el otro ya no es un pedazo de mi campo de acción ni yo tampoco lo soy para él: somos colaboradores uno para otro en una relación de reciprocidad, en la cual nuestras perspectivas sobre el mundo convergen y vivimos en un mundo compartido.” (p. 429)

De forma apretada, la experiencia del campo cierra nuestra percepción, pero cierra también nuestro acceso al sentido de un mundo compartido. De ahí que la mayor violencia, el trauma, no se expresa vívidamente sobre la carne, sino en la memoria de los sujetos que lo han vivido.

Esta sutil idea fue también cultivada por Viktor Frankl, quien nació coincidentemente en marzo, pero de 1905. Frankl, marcado por la experiencia de los campos de concentración y la Alemania nazi, fue el creador de la terapia conocida como logoterapia. Esta es una forma de psicoterapia que establece que es a través de una búsqueda de significado y propósito en la vida que las personas pueden soportar las dificultades y el sufrimiento.

Hay en todo esto, no obstante, algo aún más perverso. Y es que pareciera que la experiencia desarrollada por los nazis fue solo un preámbulo de muchas cuestiones que vendrían después.

No solo se han repetido las experiencias de campos de concentración, desplazados, ataques al Otro por credos religiosos, nacionalidad, o color de la piel; sino también por encontrarnos en la situación absurda de que hoy más que nunca defendemos un modelo de realidad que básicamente reproduce la vida de los campos. Si la experiencia del campo está signada por el exterminio, y robo violento de nuestra percepción en detrimento de los otros, entonces la diferencia es solo de grados, pero no cualitativa.

Dachau fue liberado por las tropas estadounidenses el 29 de abril de 1945, toca a nosotros en el presente darnos una experiencia humana diferente, respetar al otro, y reconstruir las democracias en crisis para que nunca más el cuerpo desaparezca.

Referencias

Álvarez Mateos, María Teresa. La fenomenología del cuerpo en Merleau-Ponty como superación del dualismo sartreano entre el ser en sí y el ser para sí. Análisis, 48 (89). Bogotá. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5792710.pdf