La pandemia de covid-19 ha afectado y afecta con especial dureza a España. Como nos afectó la crisis financiera de 2008, que evidenció las deficiencias estructurales del modelo económico español.
España es un país diverso. Y por tanto diversa y flexible debe ser la estructura política, económica y social que nos conduzca durante la transición a la realidad poscovid. Habrá que ser creativos respecto al modelo de gobernanza que se aplique para su gestión, tratando de aplicar visiones multidisciplinares e integradoras.
Los seres vivos, cuando se topan con desafíos, responden cambiando y adaptándose (evolucionando). Sólo así pueden sobrevivir. Y la rapidez y magnitud de los cambios que se produzcan serán mayores cuanto mayor sea la presión.
Este es el fundamento de la teoría de la evolución, planteada por Charles Darwin en su obra ‘El origen de las especies’.
La explicación del fenómeno de la evolución ha tenido un recorrido complejo, con el concepto de selección natural latente en el propio Darwin. En tiempos modernos, sin embargo, hay que evocar la importancia de la regulación y la epigenética.
La evolución es un proceso que implica altruismo y cooperación, así como relación con el medio.
Globalización y evolución
La globalización es un macro entorno que influye sobre los micro y meso entornos de sociabilidad NACE (NAturaleza, Cultura y Ética). Incide sobre la biología de los humanos y el ambiente en el que se desarrollan –es decir, sobre dos de los factores de los entornos NACE: Naturaleza y Cultura– como hemos visto de forma dramática durante la pandemia de covid-19.
Además, hay que tener en cuenta la Ética, basada en los valores de responsabilidad, compromiso, empatía y justicia social. Evolutivamente, uno de los elementos éticos más preocupantes es la desigualdad, un desafío social que deriva en “presiones evolutivas y efectos diferenciados para individuos, familias y colectivos en situación desfavorecida” que pueden llegar incluso a plasmarse en los acervos genéticos y epigenéticos.
La globalización favorece las conexiones globales e invisibles que se encargan de difundir por todo el mundo los cambios en el entorno (fenómeno de teleconexión), a medida que las interacciones sociales se hacen más amplias e intensas en un mundo globalizado.
Pero, por otra parte, la globalización favorece el individualismo y ha dado lugar a la paradoja de reducir las distancias entre los continentes, pero aumentar las distancias entre los seres humanos y entre las naciones.
Actuación contraevolutiva de los sectores sociales y los poderes públicos
La gestión de la crisis derivada de la covid-19 se está llevando a cabo en España de un modo contraevolutivo, con la implicación de cuatro elementos (instituciones en términos de lenguaje político; ambientes en lenguaje ecológico).
En primer lugar, la burocracia, un elemento que en España ha lastrado la evolución y ha dificultado la adaptación a los desafíos y oportunidades que surgen de los cambios en los ecosistemas y entornos de sociabilidad. Algunos ejemplos recientes son las respuestas a algunas iniciativas políticas, como el ingreso mínimo vital, cuya tramitación se ha visto lastrada por la ineficacia de la gestión y la excesiva burocratización.
La política, que se está preocupando de sí misma, en un ejercicio de victimismo que facilita la separación entre “ellos” y “nosotros”, planteando al sujeto como víctima y a los otros como responsables. Asistimos a la descoordinación, cuando no enfrentamiento, entre partidos, entre gobiernos territoriales, en un clima de polarización política y ausencia total de cultura de cooperación.
La justicia. La pandemia está aflorando las deficiencias del sistema judicial. El Consejo General del Poder Judicial, órgano de gobierno de los jueces, lleva sin renovarse más tiempo del que establece la ley, lo que está dificultando la actuación de los jueces de una forma coordinada.
Y la sociedad, fuertemente influenciada por el proceso de globalización e inmersa en una situación que hemos calificado como de involución social. Sobresaltada desde el fin de la Guerra Fría, por el avance del capitalismo neoliberal y el ataque al estado del bienestar.
Una sociedad que evoluciona marcada por los acontecimientos naturales, sociales y políticos y que, como propone Ulrich Beck a través del concepto de reflexividad, se autoexamina, se cambia a sí misma en el proceso de modernización.
En esencia, la sociedad actual responde a impulsos de inmediatez y –paradójicamente a pesar de la globalización– sufre de procesos de individualización extrema y aislamiento global, cae en la desmemoria y la falta de capacidad de análisis.
Como consecuencia de la inacción de las jerarquías sociales y políticas, de la deficiente regulación, la sociedad se encuentra con dificultades de adaptación ecológica.
Conclusión: reflexión y propuestas
La pandemia se está gestionando con prácticas y ambientes contrarios a los principios modernos de lo que es la evolución. Estaríamos ante una involución gerencial.
La reflexión política bajo el prisma de lo social y progresista señala que el marco político actual apuesta por la ecología, ante la pérdida de objetivos claros y estrategias amplias de la perspectiva de la socialdemocracia, que ha perdido su valor.
Para la gestión de una globalización evolutivamente sostenible haría falta una ecología global, o un entorno de sociabilidad global, porque la globalización nos ha dejado desarmados.
O incluso, para ser más precisos, una ecología político-social global. En ella se deberían incorporar dos conceptos: el de ecología política, que difiere de los estudios ecológicos apolíticos al politizar los problemas y fenómenos ambientales; y el de ecología social, que presta mayor atención a los contextos sociales, psicológicos, institucionales y culturales de las relaciones entre las personas y el medio ambiente.
La gestión de la pandemia y la preparación para la situación pospandemia necesitan menos pasiones y emociones. Más razón, reflexión y análisis crítico. Junto con grandes dosis de mediación y cooperación en lo político, en las relaciones interterritoriales y entre partidos, instituciones y agentes sociales.
También la ciudadanía debe ser capaz de dejar las pasiones y emociones para el ámbito individual, y usar la razón y los sentimientos en el ámbito de lo colectivo, para consolidar la comunidad.
Y llega el final del verano con una incipiente segunda oleada de contagios. Mientras el sistema sanitario y su personal han aprendido y se han adaptado a las nuevas circunstancias, la burocracia y la política siguen sin evolucionar, haciendo gala de individualismo, descoordinación y escasa adaptación al entorno.
El sistema político actual, sucesor del período de confortable estabilidad y del entramado institucional del denominado régimen del 78, parece no haberse adaptado al más pluralista panorama resultante de la irrupción de nuevas fuerzas políticas en el hemiciclo del Congreso de los Diputados y en los gobiernos autonómicos y locales. Y mucho menos a la situación planteada por la pandemia.
España necesita imperiosamente un plan estratégico, que indefectiblemente requiere del acompañamiento de unos nuevos presupuestos, adaptados a esta situación. Para ello, necesitamos una respuesta evolutiva, que nos permita adaptarnos a este desafío, a esta presión evolutiva, con mayor inteligencia colectiva, social, institucional y política, con las herramientas del altruismo y la cooperación, coordinada y reflexionada desde diferentes disciplinas, lo que nos permitirá recorrer el camino de la lucha efectiva por una reconstrucción.
Emilio Muñoz Ruiz, Profesor de Investigación. Instituto de Filosofía del CSIC; Unidad de Investigación en Cultura Científica del CIEMAT, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC); Jesús Rey Rocha, Investigador Científico en Ciencia, Tecnología y Sociedad. Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC), Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC) y Víctor Ladero, Científico Titular del IPLA-CSIC, Investigador del Instituto Investigaciones Sanitarias de Asturias (ISPA) y Socio Fundacional de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC), Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA – CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.