Campo de Trigo con Cipreses

agosto 4, 2020
Campo de Trigo con Cipreses

Foto por Annie Spratt

Había cumplido ocho metas de diez, había tachado de su agenda este mes todas las cosas pendientes e iba bien, le decían. Hablaba de nueve a cuatro para un público que escuchaba. Hablaba, hablaba, de todo lo que leía. Escribía de doce a tres para un público que leía y al terminar, buscaba un viaje en la sección de excursiones. Modalidades: playa, naturaleza, turismo de ciudad.

«Disfrute de una excelente estancia. Visite criadero de cocodrilos. Entorno de piscinas naturales y fondos de coral. Incluye bufet, barra abierta y tumbonas».

Había pasado de enero a julio. Cerraba los ojos y dormía. Al día siguiente hablaba, hablaba. El resto también: hablaban, hablaban; de todo lo que leían, de todo lo que veían, de todo lo que imaginaban. Era el verano más caluroso que podía recordar.

—¡Señorita! ¿Tiene un segundo? —preguntó un mendigo a la salida del trabajo—. ¿Usted ha leído la Biblia? Está llegando el fin del mundo y…

—Disculpe, pero no —replicó ella—.

—Mire, también organizamos excursiones.

—¿Excursiones? —miró de arriba a abajo contrariada y tendió la mano para agarrar el papel que le ofrecía—.

—Gracias —le respondió y siguió—: ¡Arrepiéntase! ¡Arrepiéntase antes que sufra! ¡Sólo Dios es amor y bondad! ¡Sólo Dios sal…! «we…ell you know». —La voz del hombre fue silenciada abruptamente por un disco de los Beatles.

Los días del trabajo a la casa significan un bolso lleno de publicidad: «Se venden camas y colchones», «Se copian películas y series», «Se arreglan uñas», «Renta de casa con piscina», «Tatuaje de cejas pelo a pelo». Ella iba estrujando pelotas de papel para botar. «Lo último en celulares y equipos electrónicos», «Disfrute de unas vacaciones con el niño que usted era». Volvió a leer: «Disfrute de unas vacaciones con el niño que usted era. ¿Qué le diría?»

El cuarto se desvaneció y apareció en un patio regado y sucio, lleno de matas y raíces, junto a una niña muda que pasaba la mano sobre un libro abierto con pinturas de Van Gogh. Sonaban distantes, cucharones contra cazuelas, cubiertos contra vajilla; hora de mujeres fregando trastes y el murmullo de insectos que caminan por la tierra cuando pasan días sin llover.

«¿Qué le diría?», pensó. Rápido, rápido, lo más importante. Y solo se le ocurrían cosas tontas: «Tienes vocación para monja». «¡No!», rectificó. «¿Cómo voy a decirle eso a la niña? Ya no sé ni dar consejos», pensaba. «Todo es corruptible. ¿Qué? ¡No! ¡no! ¿qué va a entender una niña de eso? Además, ¿y si no es así?».

—Haz silencio —habló la niña sin apartar la vista del libro—. El ruido en tu cabeza interrumpe mis pinturas.

Señaló la página e introdujo su mano completa en un campo amarillo de cielo azul con cipreses. En silencio, pudo tocar el trigo. Anonadada recordó que, en aquel tiempo, ella no sabía del postimpresionismo, ni de la influencia de Vincent en el fauvismo y el expresionismo alemán. Aun así, ella está segura, pudo tocar el trigo.

5 Comments Leave a Reply

  1. Me emociono … me identifico … me impresiona y me traslada … todo lo necesario para seguir admirando sus escritos

  2. Me encanto, hubo un momento en el cual me sentí en el campo de trigo fue como si lo estuviera tocando de verdad. 👏👏👏👏👏👏👏👏

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