Foto por Jae Park
Nadie escribe la historia de los gatos del barrio, orejones y raquíticos; ni la de los niños, todos varones, que juegan fútbol por la tarde con mesas de escuela como porterías. Nadie escribe la historia del lunes al viernes, de la de ropa lavada, doblada, engavetada, usada, sucia; o de los ajos que pelas para las comidas.
Nunca se ha escrito la historia del desayuno o de las meriendas. Merienda tal vez sea de las palabras más aburridas del idioma español; incluso se parece a mientras. Mientras pasa el rato, mientras te espero, mientras tanto…
Nadie escribe la historia de las aceras o de los que se adaptan y continúan. Se escribe la historia de los héroes y obviamente, la de las heroínas. Los héroes -y las heroínas- no pelan ajos, ni doblan ropa, ni tienen lunes. Nunca se escribe: Maritza vivió bien, vivió tranquila, vivió feliz. O lo que es peor: Maritza vivió y no protestó.
En Cuba, nadie escribe la historia de las palomas que salen a volar a las seis de la tarde, siete de la noche; ni de aquel presagio que pronuncian las viejas cuando ven una mosca grande: hoy tendremos visita. La historia de los cafés o de las azoteas, de las broncas entre vecinos, de las veces que viene el agua o de las colas; eso nadie lo escribe. «Breve historia de las colas. Prolegómenos».
Porque todos esperan un suceso, un alguien, llegar al lugar, el triunfo; que suceda algo, sobre todo que empiece y rápido, ya, que se termine. Un día extraordinario. Mientras tanto, a la hora de la merienda y si alcanzaste insumos en las colas; observar cómo caminan despacio los gatos del barrio, raquíticos, orejones; escuchar a los niños, que juegan sin niñas, golear pelotas ponchadas rumbo al cadáver de algún pupitre. La historia de los pupitres, nadie la cuenta.
Sentarse a doblar el montón de ropa limpia y poner a lavar otro poco. Pelar cuatro ajos u ocho, dependiendo del tamaño. Recordar haber leído un meme que decía: En Cuba se inventa el nano-ajo, otra victoria contra el imperialismo. Hoy no hubo moscas, hoy seguro no habrá visitas.
Luego, a la noche, si las vecinas no se ponen insoportables y llega el agua a tiempo para fregar y echar a lavar el último montón de ropa; subir a la azotea, tomar un café o dos y pensar cómo, con todo esto que es tan poco, tan lento y vago como los gatos orejones y raquíticos, se me ocurre una historia que quieran escuchar; con héroes y claro, también, con heroínas.
Muy bien por Elaine. Escribió la vida cotidiana en Cuba y se acercó como por alusión al dolor de esta Isla. La vida es una larga paciencia. Tiene estilo la autora.
Muchas gracias. Es un placer.
A pesar de que no me gustan los gatos, raquiticos o no (jijiji), disfrute mucho de la lectura y como los buenos escritos logran me situe perfectamente en el momento, gracias una vez mas por entretenernos a la vieja escuela.
😊