Los noventa, años de inercia social. La crisis en todos los renglones tradicionales creaba una tendencia a la preservación de prácticas políticas, económicas y morales. La escuela, era espacio por excelencia para el empeño de conservar, mediante la enseñanza, los espacios perdidos. Persistían vestimentas, símbolos, consignas, discursos, fechas, matutinos, dramatizaciones y regaños. Entre estos últimos, uno en particular era lanzado con iguales niveles de frecuencia y vehemencia. Niños en cualquier situación, juego, pelea, dilema o mera conversación. En la incontenible voz alta de la niñez, se oía una problemática palabra: asere. La respuesta por parte de maestros y maestras no se hacía esperar. Incluso con un coro infantil de fondo, resonaba la categórica definición “asere es un conjunto de monos apestosos”. Irrepresentable descripción, la desaprobación moral implicada por los docentes convertía su uso en un desafío y reflejaba hondos procesos de insospechada estigmatización social. La educación, se alzaba contra una palabra.
Treinta años después, la palabra se ha alzado contra la educación. Los recientes resultados del equipo cubano en el Clásico Mundial de Béisbol, además de recobrar las expectativas positivas sobre la actuación de una selección nacional en eventos internacionales, han situado al lenguaje en el centro de los debates.
Treinta años después, la palabra se ha alzado contra la educación. Los recientes resultados del equipo cubano en el Clásico Mundial de Béisbol, además de recobrar las expectativas positivas sobre la actuación de una selección nacional en eventos internacionales, han situado al lenguaje en el centro de los debates. El espontáneo bautizo del equipo en Team Asere, ha mostrado el devenir social y lingüístico de la maltratada palabra. El presente artículo, intentará abordar dicho tránsito en sus facetas más destacadas. Tampoco faltarán las muestras de alegría por las emocionantes victorias del Team Asere.
Protagoniza asere, pero a team no le faltan sus giros en significados dignos de tratar. Su regreso como identidad lingüística sucede bajo determinaciones históricas diferentes. Regresando a los noventa y sus inercias, team recibía el uso tradicional. Época de primacía indiscutida del béisbol en la preferencia deportiva cubana, a un turno al bate de las estrellas del momento la acompañaba con frecuencia el calificativo Team Cuba. Aportado la mayoría de las veces por personas mayores, revelaba un arrastre epocal necesario de explicar para los niños de entonces. Y para el lector de hoy también.
Basta la lectura de prensa prerrevolucionaria para vencer la duda. Presente siempre la sección deportiva, y centro de la mayor atención el béisbol, los equipos eran referidos mediante el anglicismo team. Similar sucedía con otras competiciones colectivas. Las páginas deportivas no acaparaban esta costumbre idiomática. Las crónicas sociales, dedicadas a la cotidianidad de las élites, incluían entre los rasgos más destacados de sus miembros la práctica de deportes. Convertida en cualidad casi intrínseca al individuo referido bajo el nada castizo sportman. El uso del inglés, denotaba el referente norteamericano asociado al deporte. La preferencia aumentaba con el béisbol, traído de Estados Unidos con reglas, jugadas, y palabras. A partir de 1959, deporte y lenguaje cambiarían.
Pase por la revolución que pase, el mundo no cambia en un día. El béisbol y sus anglófonos términos no fueron la excepción. Revolucionado también el béisbol, su lenguaje sufrió pocos cambios en los primeros años. Los equipos, mantuvieron la denominación de team, en especial, el convertido en más importante: el team Cuba. Periódicos, locutores y aficionados, mantuvieron en la cotidianidad un término legitimado en la nación a partir de la Revolución. Pero, la subversión revolucionaria no dejaría de hacerle efecto.
El lenguaje, es la más evidente vía de cambio de cualquier fenómeno. Tras la Revolución, el lenguaje deportivo no cambió en un día, pero sí en años. Team Cuba, de amplio uso, no poseyó la primacía lingüística. El español, ocupó un lugar natural por lo idiomático y deportivo por lo referencial. Cambio es aquí, otra vez, la palabra de orden. Revolución también. Acentuado el conflicto con Estados Unidos, el orden lingüístico no fue ajeno. La prensa deportiva cubana, de marcado referente norteamericano, comenzó un abandono gradual de un lenguaje a destono con las nuevas exigencias culturales. Sobreviviría hasta la actualidad lo puramente beisbolístico, pero lo externo al juego, se expresaría a la vez con sus equivalentes en español. Team Cuba se llamaría también Equipo Cuba.
Team, no desapareció. Por hábito, y por su brevedad, mantuvo su uso sin grandes o pequeños rechazos. Sin embargo, en los últimos años, había perdido su relevancia. La causa, se encuentra en el declive del béisbol. Páginas sobrarían para tratar el problema de la decadencia beisbolística cubana. Basta, por ahora, resaltar la necesidad de un enfoque deportivo y social para una solución cabal de tan preocupante situación. Por el momento, nos limitaremos a lo relativo al lenguaje.
Perdida su popularidad, el beisbol se vio afectado también en sus términos. Disminuyeron las frases cotidianas de origen beisbolístico y sus palabras más reconocidas a nivel social comenzaron a perder tal reconocimiento. Team, no escapó a tal embate. Proporcional a la pérdida de aceptación del beisbol fue su desuso. El papel de la selección cubana en este último clásico le devolvería la vitalidad. Pero bajo condiciones diferentes a las tradicionales.
Equipo, tres sílabas. Team, sólo dos. Cuatro palabras contra seis. Empieza ganando la economía del lenguaje. Pocos idiomas superan al inglés en esta virtud. Dado a la simplificación, supera a la grandilocuencia y reabundancia del español. En especial en un medio con la rapidez por regla fundamental: las redes sociales. Para el apurado creador de contenidos virtuales, o para el mero usuario con similares posibilidades de creación, la facilidad de team sobre equipo no es desdeñable. Necesitados de prisa en un contexto demandante de inmediatez, la sustitución por una palabra más corta con similar significado es enseguida aprovechada. Si el idioma elegido es el hegemónico del medio, el éxito comunicativo está garantizado.
Las preferencias idiomáticas de las redes sociales y su capacidad comunicativa devolvieron a team su uso generalizado. Pero no sólo a ese medio corresponde el mérito. Otro hegemón se revela: la MLB. Organizadora del Clásico, su lenguaje prima. Su idioma también. Poco raro es entonces verlo ligado a las pautas estéticas del evento. Universal al mundo beisbolístico, e idioma natural del torneo, fue incluido, de manera casi inevitable, en el cincuenta por ciento de los estereotipos idiomáticos de los respectivos equipos. Desconocemos el impacto en los demás países participantes. En Cuba, retomó, al menos en la denominación popular del equipo nacional cubano, su pasado carácter referencial en la lengua inglesa, y favoreció la capacidad comunicativa del identitario asere. Vista la insospechada amplitud del uso de team, pasemos al aún más amplio uso de asere.
A inicios del texto, narramos el escenario más conocido de definición de la palabra asere. A modo de letanía, cada niño debe haber recibido en la primaria el aclarador concepto. Por supuesto, la niñez no posee la capacidad para indagar en el trasfondo de “un conjunto de monos apestosos”. Recibida la frase desde la autoridad de los educadores, los niños la usaban a conciencia o a conveniencia. El origen histórico y social, y la propia condición de estigma en la oración no podían obtener mucha atención. Dediquémosle entonces la ausente de aquellos regaños.
El lector perspicaz debe imaginar a quiénes hace referencia el desastre sintáctico “asere es un conjunto de monos y apestosos”. A fuerza de ser sinceros y no llenar el texto de los mismos eufemismos criticados, usaremos la verdadera palabra oculta: negros. Surge la primera contradicción. La encontraremos de regreso en aquellas escuelas primarias. Sin necesidad de volverlo una ofensa, recordaremos el color de piel de la mayoría del personal educativo. La pregunta se hace inevitable: ¿por qué personas negras usaban un insulto destinado a personas negras? Compleja interrogante de difícil respuesta.
Son muchos los términos despectivos contra las personas negras en la sociedad cubana. Entre blancos, se aprenden en voz baja; entre negros, en voz alta. Esta segunda vía, hace más fácil el acceso a tan lamentable conocimiento. Poco escape hay a una discusión entre hombres y mujeres negros en una guagua o una cola. Tampoco se escapa a los insultos. Una enumeración no tendrá lugar en este texto, no nos agrada su uso, no nos alcanza el espacio y no hemos respondido la pregunta pendiente.
Misteriosa para algunos, ya fue respondida en 1912 por los Representantes mulatos y de color tras la masacre de los Independientes de Color. La poderosa declaración emitida por aquellos políticos, dejaba poco margen de dudas en el título mismo: Cuando quieras destruir a un hombre de color, busca a otro hombre de color. Imposibilitados de sustraerse a los eufemismos raciales de la época, los Representantes señalaban un problema presente en una masacre de hace ciento veinte años o en una discusión del 2023: la violencia racial era ejercida entre sus destinatarios.
Poco debe sorprender la enseñanza del racista concepto de asere por parte de profesoras y profesores negros. En más de un siglo, es una realidad sujeta a pocos cambios: la construcción de la racialidad de las personas negras, está atravesada por un patrón blanco. Su lenguaje, por supuesto, tampoco escapa a esa realidad, menos si una palabra de origen negro posee la capacidad de filtrarse en la cotidianidad lingüística.
La raíz histórica de la palabra asere no la abordaremos. Sabido es su origen africano y su verdadero significado: amigo. El interés aquí, radica en sus cambios identitarios y de significado. De “conjunto de monos apestosos” a la identidad de un equipo de béisbol va un trecho interesante y merece un análisis detenido.
Negros, no ha sido la única identidad vinculada a asere. Un divertido dibujo animado titulado Los valientes, puede demostrarlo. Conocido en lo cotidiano como el muñequito de las ratas, unos soldados de juguete enfrentan a unos violentos roedores dados a destruir el huerto de una escuela primaria. Desorganizados, los protagonistas atacan a unas en apariencia distraídas ratas. Acostadas sobre una botella, al notar el ataque, una de ellas dice: “¡Eeeehhhh, ruédala asere!” Esta y otras palabras asociadas a la delincuencia son usadas por los antagonistas.
Fuera de los materiales infantiles, puede encontrarse el mismo proceso. La literatura y la televisión policíaca ponían el vocablo con alta frecuencia en el lenguaje de las figuras delictivas. Aunque una línea era trazada. Delincuencia, no era asociada a racialidad. El discurso antirracista revolucionario (sincero en intenciones), no lo permitía. Sin embargo, el sesgo racial es ineludible, pues la conversión de la negritud en un estereotipo delictivo, transmitiría los prejuicios vinculados a cualquiera de sus transmutaciones. Un racismo excluido de los medios, pero vigente en el seno social, mantendría, por décadas, la significación marginal de la vapuleada palabra. Pese a esto, procesos sociales diferentes cambiarían de manera gradual su uso y visión.
Un actor insospechado, suavizaría el rechazo y daría lugar a la ampliación de su uso. Destinatario también de estereotipos, los suyos funcionarían a la inversa. Palabras o maneras consideradas vulgares, estaban excluidas de la construcción de esta figura cuyo nombramiento inicial debemos cambiar. No se trata de un actor, si no debe una actora. Impensable en boca de las mujeres, a ellas, en gran medida, se debe su extensión bajo consideraciones menos agresivas. Asociada a varones, su uso femenino relajaría su connotación peyorativa. Para el condescendiente machismo cubano, no resultaba fácil cambiar el género a la definición tradicional. Ante pocos rivales, la apropiación femenina abriría el proceso de normalización de la palabra.
Riesgoso resulta señalar temporalidades, pero para finales de la primera década de este siglo e inicios de la segunda, asere recibía nuevas interpretaciones, favorables la mayoría. Entre ellas, destacaba la poco errada comparación con el argentino che. Las nuevas visiones, mostraban otra etapa para el término: su intelectualización. Un tipo de conocimiento, lo procesaba y resignificaba. De forma gradual perdía estigmatización y ganaba aceptación por parte de los sectores reconocidos para ofrecer tal validación. Sin embargo, todo este devenir intelectual de asere, sólo fue posible por otro continuo y acumulativo proceso: su uso.
Dicho en otra parte de este texto, el patrón cultural blanco tradicional, se esforzó por evitar la filtración social de la palabra. Pero de poco valieron esos esfuerzos. Desde finales del siglo XX y a lo largo del XXI, asere se ha apoderado del lenguaje cotidiano. Entre los motivos de ese éxito, se encuentra la incapacidad del mencionado patrón de resistir los cambios en los estereotipos culturales. Asere, se impuso por la expansión social de los comportamientos asociados al vocablo. Afirmación digna de cuidado, pues, emitida desde los patrones tradicionales, implica el reconocimiento de un proceso de marginalización de la sociedad. Decir tal vez, no estaría del todo desatinado, si se deja la moral fuera.
La reacción a la adopción social de códigos asociados a la marginalidad, es un peligroso acto moralista. Funciona mediante la evocación de modos de vida en disolución y da la espalda a los procesos de vida real. En el caso de la extensión de asere, ignora la principal causa de su uso universal: su autenticidad. Che en Argentina, pana en Centro y Sudamérica, o güey en México, son palabras originales para el nombramiento común. No es diferente para asere. Ausente del español de los demás países hispanohablantes, su exclusividad cubana favorece el principal motivo de su inevitable expansión: la identidad. ¿Qué o a quién identificaba? Es la última pregunta pendiente.
Suavizada por el uso femenino, gradualmente resignificada por los sectores sociales dadores de sentido y portadora de una autenticidad insoslayable, a asere le esperaba en el 2023 su principal conquista. El Team Asere sería el principal vehículo de este sorprendente suceso. El surgimiento del nombre se encuentra en las redes sociales. En medio del furor despertado por el Clásico, y a tono con la elección de nombres por parte de los equipos caribeños, la página de Facebook El Pelotazo bautizaría, por medio de memes, a la selección nacional con la tal vez palabra más popular del habla cubana. La viralidad haría el resto del trabajo junto a décadas de resignificación.
Otro hecho aceleraba la explosión del nombre. El avance del equipo en el certamen. Años de decepción por los pésimos resultados internacionales del deporte nacional, eran rescatados por un conjunto capaz de cumplir con las expectativas de los fanáticos. Avanzado el éxito, avanzaba también el reconocimiento. Y las palabras. A nivel de redes, se expresaba lo popular a través de asere, y se convertía en un fenómeno ineludible para los espacios de legitimación cultural. La televisión oficial, se veía ante el desafío de cambiar sus patrones. Por medio del silencio, se notó resistencia en los primeros días. Pero el fenómeno social superaba cualquier oposición. La prensa deportiva, se hacía eco del nombre y daba entrada a uno de los más importantes medios de reconocimiento: el poder.
Reina y señora de la política, la ideología, la cultura y la vida social desde la Revolución Francesa, la Nación posee el poder suficiente para resignificar cualquier tabú. Remitido a su ideal, a su identidad, asere, en pocos días, pasó de estigma a atributo nacional.
Lo favorable de las circunstancias es innegable. Años de obtención de autonomía por parte del periodismo deportivo favoreció la rapidez de la validación del popular nombre. Los programas de deportes, con periodistas modernizados, poseían la mentalidad necesaria para el recibimiento de un término antes tabú, y una cultura de redes sociales favorable a la interrelación de estos medios con el televisivo. Desde su posición de poder mediático, desmontaban los prejuicios tradicionales y legitimaban el nuevo significado adquirido por la palabra. Simpaticemos o no con algunos de ellos, sospechemos o no de lo genuino de sus actitudes, su papel no debe ser desdeñado. Pero a la vez, puede afirmarse lo innegable de la aceptación.
Antes, hemos mencionado la problemática palabra poder. Los medios lo poseen. Eligen los significados y símbolos coherentes a sus intereses y programas. Cuba no es la excepción. Los cubanos lo sabemos de sobra. Años atrás, habría sido impensable el uso de asere fuera de programas dramatizados o personajes caricaturescos. Hoy, recibe cámaras y mención ya sin restricción. En los prejuicios de los televidentes hacia el medio, cabe la sospecha típica: alguien lo permitió. No lo ponemos en duda. Sólo le sumamos una pregunta: ¿por qué lo permitió?
La respuesta está en una pregunta ya realizada y pendiente de respuesta cuatro párrafos atrás. ¿A qué o a quién identifica asere? La respuesta mostrará al verdadero actor tras la acogida multitudinaria del hasta ayer estigma lingüístico. Con facilidad, podríamos nombrar al gobierno, y nos quedaríamos con un único lado del problema. Pues, para sorpresa del ultrapolitizado lector cubano, el gobierno también obedece a quien una vez más debemos llamar actora y no actor: la Nación.
Reina y señora de la política, la ideología, la cultura y la vida social desde la Revolución Francesa, la Nación posee el poder suficiente para resignificar cualquier tabú. Remitido a su ideal, a su identidad, asere, en pocos días, pasó de estigma a atributo nacional. Los intentos de capitalización política, no fueron si no búsquedas de sincronicidad con el nuevo rasgo nacional. Gobierno, oposición o simples ciudadanos, estuvieran a favor o en contra, participaban de un proceso de construcción del ideal nacional. Acto ineludible para el individuo moderno, y más para el cubano desde 1868.
Amplias debían ser las expectativas de los miembros de la Selección Cubana de Beisbol a inicios del Clásico. Sin duda, querían ganar, o al menos hacer un buen papel. Otros, tal vez deseaban aprovechar para sus carreras la condición de vitrina de este tipo de eventos. A varios, de seguro les emocionaba la idea de ser los primeros jugadores activos de Grandes Ligas en jugar en un equipo Cuba posrevolucionario. Y, los más veteranos, deseaban cerrar dignamente su historia en el certamen. Pero, de seguro, ninguno imaginó su aporte a la dialéctica del ideal nacional. Asere, aportó un nuevo ideal a la Nación, y esta, resignificó una palabra portadora de los peores procesos de su historia. Desde hoy, y gracias al Equipo Cuba, asere, es un conjunto… de cubanos.