La alegoría de la caverna de Platón es uno de los fragmentos más socorridos en la cultura occidental. Ya sea por su valor estrictamente filosófico, o por sus interpretaciones psicoanalíticas, antropológicas, políticas o de otra índole, es un lugar común volver a aquel para explicar el comportamiento humano frente a la verdad y el conocimiento.
La historia es parte del Libro VII de La República. En ella se narra el extraño caso de un grupo de individuos que se encuentra en el fondo de una caverna, atados de pies y manos.
Los prisioneros solo pueden ver el fondo de la cueva y las sombras que se proyectan en las paredes, producidas por un débil fuego que está a sus espaldas. La liberación de uno ellos, provoca su huida del mundo de las sobras y, una vez en la superficie, descubre que sus visiones no eran sino burdas representaciones de las cosas iluminadas por la luz en el mundo real. Su regreso y el intento por liberar a sus compañeros traerán nuevas consecuencias.
Para estos seres aislados, «la verdad sería literalmente nada más que las sombras de las imágenes». Así lo cuenta Orson Welles en este cortometraje de 1973 del animador Dick Oden. Con su resonante voz que complementa la inquietante estética de la producción, Wells contribuye a hacer de la parábola algo más que una simple historia; más bien, una descripción sobre la propia condición humana.
Por su parte, Welles ya había participado antes en un proyecto similar sobre el relato de Franz Kafka Ante la Ley.
Considerado uno de los artistas más importantes y versátiles del siglo XX, alcanzó el éxito a los veintitrés años gracias a la obra radiofónica La guerra de los mundos, que causó conmoción en los Estados Unidos porque se pensó que era una transmisión verdadera de una invasión extraterrestre.
Su película más exitosa fue Citizen Kane (1941).
Foto por Bruno van der Kraan