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¿Podría la inteligencia artificial reemplazar a los políticos?

Un filósofo traza tres futuros posibles
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Desde el ámbito empresarial y la administración pública hasta la vida cotidiana, la inteligencia artificial (IA) está transformando el mundo, y la política podría ser el próximo objetivo. Aunque la idea de políticos basados en IA pueda incomodar a algunos, las encuestas muestran una perspectiva diferente. Un estudio realizado por mi universidad en 2021, durante el auge inicial de los avances en IA, reveló un amplio apoyo público a la integración de la IA en la política en diversos países y regiones.

La mayoría de los europeos expresó su deseo de que al menos algunos de sus políticos fueran reemplazados por IA. Los encuestados chinos se mostraron aún más entusiastas respecto a la posibilidad de que agentes de IA formulen políticas públicas, mientras que los estadounidenses, normalmente favorables a la innovación, adoptaron una postura más cautelosa.

Como filósofo que investiga las cuestiones morales y políticas que plantea la IA, identifico tres caminos principales para integrar la IA en la política, cada uno con su propia combinación de promesas y riesgos.

Aunque algunas de estas propuestas parecen más extravagantes que otras, examinarlas deja algo claro: la participación de la IA en la política nos obligará a reflexionar sobre el valor de la intervención humana en la política y la naturaleza misma de la democracia.

¿Chatbots como candidatos políticos?

Antes de la llegada explosiva de ChatGPT en 2022, ya se estaban llevando a cabo experimentos para reemplazar a políticos con chatbots en varios países. Ya en 2017, un chatbot llamado Alisa desafió a Vladimir Putin en las elecciones presidenciales de Rusia, mientras que otro chatbot llamado Sam se postuló para un cargo público en Nueva Zelanda. Dinamarca y Japón también han experimentado con iniciativas políticas lideradas por chatbots.

Estos esfuerzos, aunque experimentales, reflejan una curiosidad constante sobre el papel de la IA en la gobernanza en diferentes contextos culturales.

La idea de reemplazar a políticos de carne y hueso por chatbots tiene un atractivo claro en algunos niveles. Los chatbots carecen de muchos de los problemas y limitaciones comúnmente asociados con la política humana. No son fácilmente tentados por el dinero, el poder o la gloria. No necesitan descansar, pueden interactuar virtualmente con todos al mismo tiempo y ofrecen un conocimiento enciclopédico junto con habilidades analíticas sobrehumanas.

Sin embargo, los chatbots políticos también heredan los defectos de los sistemas de IA actuales. Estos chatbots, impulsados por modelos de lenguaje, son a menudo cajas negras que limitan nuestra capacidad para comprender su razonamiento. Con frecuencia generan respuestas inexactas o fabricadas, conocidas como «alucinaciones». Enfrentan riesgos de ciberseguridad, requieren vastos recursos computacionales y necesitan acceso constante a redes. Además, están influenciados por sesgos derivados de los datos de entrenamiento, desigualdades sociales y las suposiciones de los programadores.

Además, los chatbots políticos serían poco adecuados para cumplir con las expectativas que tenemos de los funcionarios electos. Nuestras instituciones fueron diseñadas para políticos humanos, con cuerpos humanos y agencia moral. Esperamos que nuestros políticos hagan más que responder a preguntas: supervisen equipos, negocien con colegas, muestren una preocupación genuina por sus electores y asuman la responsabilidad de sus decisiones y acciones.

Sin mejoras significativas en la tecnología o una reimaginación más radical de la política misma, los chatbots políticos siguen siendo una perspectiva incierta.

Las posibilidades dramáticas de integrar la IA en la política hacen de este un momento crítico para aclarar nuestros valores políticos.

Democracia directa impulsada por IA

Otro enfoque propone eliminar completamente a los políticos, al menos tal como los conocemos. El físico César Hidalgo argumenta que los políticos son intermediarios problemáticos que la IA finalmente nos permite eliminar. En lugar de elegir políticos, Hidalgo sugiere que cada ciudadano pueda programar un agente de IA con sus propias preferencias políticas. Estos agentes podrían negociar automáticamente entre sí para encontrar puntos en común, resolver desacuerdos y redactar legislación.

Hidalgo espera que esta propuesta pueda liberar el potencial de la democracia directa, dando a los ciudadanos una participación más directa en la política mientras se superan las barreras tradicionales de tiempo y conocimiento legislativo. La propuesta parece especialmente atractiva ante el descontento generalizado con las instituciones representativas tradicionales.

Sin embargo, eliminar la representación puede ser más complicado de lo que parece. En la «democracia avatar» de Hidalgo, los expertos que diseñan los algoritmos se convertirían en los verdaderos hacedores de decisiones. Dado que la única forma legítima de autorizar su poder sería probablemente mediante votaciones, podríamos simplemente reemplazar una forma de representación por otra.

El espectro de la algocracia

Una idea aún más radical implica eliminar por completo a los humanos de la política. La lógica es sencilla: si la tecnología de IA avanza hasta el punto de tomar decisiones consistentemente mejores que los humanos, ¿cuál sería el propósito de la intervención humana?

Una algocracia es un régimen político gobernado por algoritmos. Aunque pocos han argumentado abiertamente a favor de un traspaso total del poder político a las máquinas (y la tecnología para ello todavía está lejos), el espectro de la algocracia nos obliga a pensar críticamente sobre por qué la participación humana en la política es importante. ¿Qué valores –como la autonomía, la responsabilidad o la deliberación– debemos preservar en una era de automatización, y cómo?

El camino a seguir

Las posibilidades dramáticas de integrar la IA en la política hacen de este un momento crítico para aclarar nuestros valores políticos. En lugar de apresurarnos a reemplazar a los políticos humanos por IA, podemos centrarnos hoy en herramientas que mejoren el juicio político humano y reduzcan los déficits democráticos. Herramientas como la Máquina Habermas, un mediador de debates impulsado por IA, han ayudado con éxito a grupos de prueba a alcanzar consensos en temas divisivos y polarizantes. Se necesitan más innovaciones como esta.

Desde mi punto de vista, el futuro de la IA en la política no reside en el reemplazo total de los tomadores de decisiones humanos, sino en una integración reflexiva que amplifique las capacidades humanas y fortalezca las instituciones democráticas. Si este es el futuro que deseamos, debemos ser intencionales al construirlo.


Este artículo fue publicado por The Conversation, lea el artículo en inglés.

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