¿Es posible una guerra nuclear?

enero 9, 2025

La posibilidad de una guerra nuclear, considerada la máxima expresión de una guerra total moderna, representa hoy un callejón sin salida debido a la creciente proliferación nuclear a nivel global. Lo que antes era un poder concentrado en manos de unas pocas potencias se ha dispersado, dando lugar a un contexto de multipolaridad nuclear que ha erosionado los esquemas clásicos de disuasión establecidos durante la Guerra Fría.

En aquel periodo, el equilibrio entre dos grandes bloques reducía la incertidumbre estratégica. Sin embargo, el panorama actual se caracteriza por una fragmentación y volatilidad crecientes, con múltiples focos de tensión y dinámicas impredecibles. La aparición de nuevos actores, tanto estatales como no estatales, agrava significativamente la inestabilidad global, ya que muchos de ellos tienen acceso o aspiran a obtener armas nucleares.

Factores como el terrorismo nuclear, mediante el que grupos extremistas podrían ignorar los principios tradicionales de disuasión, y la falta de experiencia de líderes en estados nuclearizados, que pueden tener la tentación de aumentar la dimensión de su influencia global con acuerdos con terceros estados, incrementan el riesgo de errores de cálculo y decisiones imprudentes en momentos de crisis.

Al mismo tiempo, regiones con tensiones prolongadas, como Oriente Medio y el Indo-Pacífico, se enfrentan a la amenaza de una carrera armamentística que podría desestabilizar todavía más estas áreas ya de por sí frágiles.

Ciberataques a sistemas de control nuclear

Además, la creciente dependencia de tecnologías digitales introduce un nuevo y alarmante frente de riesgo: los ciberataques dirigidos a los sistemas de control nuclear, que podrían provocar consecuencias devastadoras.

El cambio en las doctrinas nucleares de las principales potencias ha añadido más incertidumbre. Desde septiembre de 2024, en el contexto de la guerra en Ucrania, Rusia ha modificado su doctrina nuclear, priorizando la disuasión contra países y alianzas con armas atómicas, como Estados Unidos y la OTAN.

Uno de los ajustes más significativos ha sido la responsabilización de terceros países que respalden ataques convencionales contra territorio ruso, incluso si estos son ejecutados por actores intermediarios, como Ucrania. Esta dinámica amplía los supuestos bajo los cuales Rusia podría justificar el uso de armas nucleares, generando una incertidumbre estratégica sin precedentes.

La postura de China

Frente a esta complejidad, China ha destacado como un actor que promueve la moderación y la diplomacia. De manera oficial ha insistido en la necesidad de “promover el diálogo y la consulta” y en que “no debe librarse una guerra nuclear”.

Estas declaraciones reflejan el compromiso de China con una solución política y una postura multilateral frente al conflicto en Ucrania. Sin embargo, para Estados Unidos esto no ha supuesto un cambio en su enfoque basado en la disuasión estratégica, manteniendo una muy relevante capacidad nuclear diseñada para prevenir ataques contra el país y sus aliados.

En marzo de 2024, la administración de Joe Biden reorientó esta estrategia para centrarse en la expansión nuclear de China, abordando los posibles nuevos desafíos nucleares conjuntos con China, Rusia y Corea del Norte. En todo caso, a pesar de los recientes cambios en la doctrina nuclear rusa, Estados Unidos ha decidido no modificar su postura, argumentando que no existen razones suficientes para hacerlo.

Reconstruir la confianza entre potencias nucleares

Ante este panorama alarmante, es esencial revitalizar la diplomacia multilateral a través de mecanismos que reconstruyan la confianza entre las potencias nucleares y los nuevos actores emergentes. Igualmente, se hace necesario fortalecer los acuerdos existentes, como el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), e impulsar nuevos espacios o plataformas que aspiren a integrar a los estados no firmantes del tratado citado.

Además, resulta imprescindible establecer un control más estricto sobre el comercio de tecnologías sensibles para evitar que estas capacidades caigan en manos de actores que no participen activamente en la comunidad internacional y respeten sus valores.

Paralelamente, es necesario fomentar una educación global que sensibilice a la comunidad académica y política sobre los riesgos asociados a las armas nucleares, promoviendo una cultura de paz y responsabilidad compartida.

En conclusión, el panorama actual refleja una reconfiguración preocupante de las estrategias nucleares globales. La proliferación de armas, la creciente multipolaridad nuclear y los cambios doctrinales de las principales potencias incrementan significativamente los riesgos de escenarios catastróficos.

La combinación de desconfianza entre las potencias, la desestabilización regional y el avance tecnológico en un entorno multipolar exige una respuesta coordinada y urgente por parte de la comunidad internacional. Solo mediante el diálogo, el control riguroso de las tecnologías nucleares y la educación global será posible evitar que este callejón sin salida se convierta en un punto de no retorno.


Víctor Cortizo Rodríguez, Doctor en Derecho. Director del Grado en Relaciones Internaciones UFV, Universidad Francisco de Vitoria

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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