En una carta a su amigo Lucilio escrita alrededor del año 62 d.C., el filósofo romano Séneca presentó dos argumentos en favor del vegetarianismo. El primero provenía de un filósofo romano llamado Sextio, a quien Séneca admiraba profundamente. Sextio, que vivió en el siglo I a.C. y era conocido por su estilo de vida sencillo, sostenía que los seres humanos pueden obtener toda la nutrición que necesitan comiendo únicamente plantas.
Esto implica que matar animales para alimentarse se hace puramente por el placer que genera comer carne. Según Sextio, matar animales por placer fomenta en las personas el hábito de la crueldad. Desde una perspectiva moral, las personas no deberían desarrollar este tipo de hábito, por lo que no deberíamos matar animales únicamente por el placer de comer carne.
Este razonamiento se diferencia de muchos de los argumentos contemporáneos a favor del vegetarianismo, que suelen centrarse en los derechos de los animales, sosteniendo que los animales merecen cuidado o que matarlos genera un sufrimiento innecesario.
El argumento del hábito de la crueldad no pone el foco en los animales, sino en cómo afecta el consumo de carne a las personas que lo practican. Advierte que al hacer de la crueldad un hábito, comer carne perjudica el carácter moral de las personas.
Sin embargo, incluso si aceptamos teóricamente que es posible obtener toda la nutrición necesaria de las plantas y que moralmente no se debería desarrollar el hábito de la crueldad, este argumento presenta algunos problemas.
Podríamos preguntarnos: “¿quién está desarrollando el hábito de la crueldad?”. La mayoría de los consumidores de carne no matan ellos mismos a los animales que comen. Por tanto, podría argumentarse que quienes desarrollan ese hábito son las personas que realizan las matanzas. Aunque no seamos estas personas, probablemente no querríamos que alguien se vuelva cruel debido a nuestro propio comportamiento en busca de placer.
Todo esto depende, sin embargo, de si matar animales para obtener carne realmente fomenta el hábito de la crueldad. Es cierto que disfrutar de la matanza por el simple hecho de hacerlo podría fomentar ese hábito. Pero la mayoría de las personas no disfrutan matando animales; solo disfrutan comiendo su carne.
El argumento de la transmigración de las almas
Séneca menciona otro argumento que aprendió del biógrafo Sotion y que tiene su origen en Pitágoras (sí, el mismo del famoso teorema).
Pitágoras creía que cada alma pasaba de un cuerpo a otro después de la muerte. A esta idea la llamó «transmigración». Así, cuando un ser querido muere, su alma podría pasar al cuerpo de un animal. Si luego matas a ese animal para alimentarte, habrías matado accidentalmente a tu ser querido.
Podrías objetar: “Bueno, yo no creo en el alma” o “No creo que el alma pase de un cuerpo a otro”. Sotion tiene una respuesta a esto: incluso si no crees en la transmigración, sigue siendo posible que sea cierta. Y si existe la más mínima posibilidad de que un animal albergue el alma de un ser querido, esa posibilidad debería ser suficiente para evitar que comas carne.
¿Te convence? Es interesante que Sotion argumente que no necesitas aceptar la transmigración para abstenerte de comer carne; solo necesitas considerar que podría ser posible.
Sin embargo, incluso si crees en la transmigración, personalmente no creo que este argumento implique que debas dejar de comer carne. Supongamos que la transmigración es cierta y matas al animal que contiene el alma de tu ser querido. Bueno, tu ser querido estaría bien: su alma simplemente pasaría a otro cuerpo.
Quizás, si crees que cada alma tiene un número limitado de vidas, podrías preocuparte de que al terminar con la vida del animal destruyas el alma de tu ser querido. Pero esto depende de la versión de la transmigración en la que creas.
Aunque este argumento pueda fallar, hay algo interesante detrás de la idea de la transmigración. La visión de Pitágoras sugiere que los humanos y los animales son similares. Si un alma humana puede entrar en un cuerpo animal, significa que humanos y animales son tipos de seres muy parecidos. Y si realmente son como nosotros, ¿por qué estamos dispuestos a matar animales para alimentarnos, pero no a otros humanos?
Vegetarianismo en el mundo antiguo
El vegetarianismo no era común en la antigüedad, pero tenía algunos adeptos, a menudo pertenecientes a sectas religiosas, como los pitagóricos. Sin embargo, comer carne también estaba asociado a prácticas religiosas, lo que generó un debate sofisticado entre los filósofos sobre el consumo de animales.
Sabemos esto gracias a la obra de Porfirio Sobre la abstinencia de alimentos animales (siglo III d.C.), una defensa ética del vegetarianismo en formato de libro que es una excelente fuente para explorar los argumentos antiguos sobre este tema.