Imago Mundi
¿Será cierto el dictum rousseauniano de que el hombre nace libre y en todas partes está encadenado? No hay manumisión posible para quien se unce voluntariamente el yugo. Vivimos aherrojados con las mismas cadenas que, por mor de la fiebre tecnolátrica, nosotros mismos nos hemos forjado.
Digna de encomio es la originalidad y la inteligencia con que La autonomía de los no-vivos analiza el panóptico de nuestro tiempo: el Big Data. Su autor, el filósofo Ramsés Radi (Madrid, 1982), se atreve a señalar que el emperador va desnudo, mientras los demás elogian la bella urdimbre de su vestido.
Como dice Radi, «estos algoritmos cumplen la doble función de predecir nuestras necesidades, adelantarse a nuestras elecciones y convertirnos en sospechosos potenciales de diversas actividades criminales». Hoy ya recibimos información personalizada en función de nuestras búsquedas y conversaciones. Coinciden gurúes, expertos y mercachifles en que pronto las dilataciones de nuestra pupila al leer en el ebook ofrecerán información valiosa a los anunciantes. Según Ray Dalio, pronto las decisiones gerenciales estarán automatizadas en todas las empresas, de manera que ya no nos despedirá un departamento de recursos humanos, sino un algoritmo. Las máquinas de aprendizaje adaptativo nos pondrán el café y nos cortarán el pelo. Las plataformas musicales se servirán de nuestras pulsaciones para ofrecernos playlists acordes a nuestro estado de ánimo. Los borborigmos de nuestro estómago al mediodía nos harán llegar oportunos anuncios de suculentas pizzas… Podríamos seguir. ¿Cuándo explotará esta burbuja? Puede que, andando el tiempo, esta fiebre de los metadatos sea un fenómeno similar a lo que las hipotecas subprime o las puntocom fueron hace unos años…
Especialmente valioso en el segundo capítulo, en que Radi se sirve de su experiencia como fotógrafo, profesión en la que cuenta con un gran reconocimiento, y de su formación de filósofo para abordar la espectacularización del sistema. Dice el viejo koan zen: si un árbol cae y nadie lo oye, ¿hace algún ruido? Hoy cabría preguntarse: si una persona no está en redes, ¿existe de verdad? El número de likes sirve de escantillón para hallar la medida del mundo: desde la belleza de un rostro a la calidad de un libro. Difícil es negar que ser es ser percibido, como acuñase el padre Berkeley hace tres siglos. ¿Acaso los muros virtuales son una imago mundi que, a semejanza de los templos medievales, sirven para reflejar nuestra interioridad?
Advierte Radi de que «el vasto paraíso de Internet puede acabar por convertirse en un pequeño pueblo donde todos se conocen». ¿Qué tipo de sociedad rige en el poblachón de unos y ceros? Democrática, seguro que no. La incesante especialización del conocimiento lleva al repliegue cívico y este, a la anomia. En la república platónica de los expertos, el saber se confunde con la mera gestión de datos. Por eso es bueno recordar que el cálculo es transparente, cerrado y previsible, mientras que el pensamiento es oscuro, abierto e imprevisible: es decir, dialéctico. De nada sirve confinarlo en cámaras individuales, pues lo anima un vigor espontáneo que rebasa los muretes de cualquier disciplina. Como dijo John Stuart Mill, quien solo conoce su lado del asunto, poco sabe de él.
Convertidas «en un confesionario a modo de reality show», las redes sociales positivan el sufrimiento, según el autor, para convertirlo en producto. Se trata de lo que Ian McEwan denominó, en una de sus mejores novelas, la «pornografía del demócrata». Tras sufrir una terrible desgracia, el protagonista de Niños en el tiempo quedaba en dique seco durante varios meses. Pasaba los días boquia-bierto, en una especie de estado cataléptico, mirando de hito en hito programas de telebasura. Lo único que parecía confortarlo era el espectáculo que personas más desgraciadas ofrecían al deshonrarse públicamente o al compartir su pena. Probablemente, el éxito de algunos productos resida en su miseria moral. No solo pienso en redes y en realities, sino también en algunos libros autobiográficos que gozan de enorme predicamento. Todos ellos despiertan la delectación de quienes, incapaces de aspirar a la virtud, se refocilan en la abyección ajena.
Llegan nuevos vientos a la filosofía. Esta, según Platón, es un saber que tiene alas. ¿Por qué, entonces, casi todo lo que se publica es plúmbeo e indigesto? Desde la noche de los tiempos, el ser humano viene haciéndose unas preguntas; estas seguirán repitiéndose mientras la raza exista. Y la filosofía académica es, querámoslo o no, un enorme espigón contra el que van a estrellarse todas ellas. Afortunadamente, de vez en cuando se cuela el aire fresco por los resquicios de sus escolleras. El estimulante libro que tienes entre manos, lector, es buen ejemplo de ello.
Sostiene Radi que «el poder del anonimato parece un factor decisivo frente a la exposición total. La invisibilidad es una habilidad o superpoder recurrente en los personajes de ficción. Es un privilegio allá donde todo lo demás se da ya expuesto, donde la privacidad fluye en lo alto de la nube de las grandes corporaciones mediáticas». Sin embargo, vivir off the grid no parece posible. «En todas las mesas hay siempre un smartphone esperando para registrar el momento». En una época dominada por el deseo de diferenciarse, nada hay más noble que aspirar a una honrosa generosidad. ¿No decía Balzac que la pasión del incógnito era un placer de príncipes? Sospecho que, en general, para experimentar la dicha es preceptivo ser un feliz don nadie. Kryptesthai philei reza uno de los fragmentos de Heráclito: a la naturaleza le gusta ocultarse. Dos siglos después, Epicuro sintetizó el secreto de la felicidad en una breve frase: lathe biosas, vivir ocultos. Bueno es recordarlo hoy. Lo que Radi propone sería como calzarse el anillo de Giges. ¿Será eso posible?
Acerca del Autor
Ramsés Radi Hernández (Madrid, 1982). Filósofo, fotógrafo y creador audiovisual. En 2008 obtuvo el segundo premio de Creación Videográfica UAM como director con Sucesos inexplicables y también al segundo mejor cortometraje de la Universidad Carlos III (2010) en calidad de director de fotografía. Trabajó como colaborador en la Revista de Filosofía Bajo Palabra de la Universidad Autónoma de Madrid a título de director audiovisual en la realización de piezas como: el Seminario de filosofía virtual (2009), Emmanuel Faye & Julio Quesada: Heidegger (2009), Eutifrón (2010), Desafíos de la pluralidad (2013) y para la Universidad Rey Juan Carlos con Filosofía en prisión (2020). Emigra a Vancouver en 2010 y más tarde a Brighton, Hong Kong, Shanghai y Berlín. Tras regresar a Madrid (2018), su ciudad natal, cuenta ya con más de 40 publicaciones en revistas como Kaltblut, Toksick, O-E Magazine, Purple Haze o Haute Punch.
Poco después es nombrado director creativo de la agencia de marketing y publicidad 360 Agency Berlín en Alemania. Retoma sus estudios de Filosofía en la UNED en el año 2018 y centra su campo de estudio e investigación en la cultura digital. En 2020 comienza a escribir en calidad de colaborador para la revista Dialektika.