Sócrates ha continuado siendo un personaje creado por las distintas épocas culturales, y curiosamente siempre lo ha sido bajo la forma consumada de demonio. Sólo ha cambiado la procedencia del susurro. Para los cristianos procede del inframundo, para los modernos de la tradición, para muchos contemporáneos de las entrañas subconscientes del hombre mismo.
Un demonio antiguo
En el Fedro, Sócrates (que no lo olvidemos, es un personaje de los diálogos de Platón), despliega una soberbia demostración de su capacidad para encarnar a su vez dos personajes: el de un sofista y el de sí mismo.
Pues él representa en forma de razonamientos mayéuticos las ideas que le va susurrando su demonio particular. Sorprendente trabajo de doble espía respecto a la retórica sofista y la ciencia naciente del concepto (que, curiosamente, procede ex alto). Espiar equivale aquí a investigar. Quizás su aspecto de Sileno se debía al hecho de que cada día se parecía más a su demonio. Al final, tomarse la cicuta es sencillamente renunciar a los últimos vestigios de humanidad (ya mucho antes había renunciado a pretender saber algo). Luego los cínicos intentan seguir su ejemplo en vida, es decir, renunciar a todo lo que un griego promedio consideraba como típicamente humano, lo cual equivale a alojarse en el mundo de la naturaleza pura. Sócrates ha continuado siendo un personaje creado por las distintas épocas culturales, y curiosamente siempre lo ha sido bajo la forma consumada de demonio. Sólo ha cambiado la procedencia del susurro. Para los cristianos procede del inframundo, para los modernos de la tradición, para muchos contemporáneos de las entrañas subconscientes del hombre mismo.
El burlador burlado
Uno de los acontecimientos trágicos fundamentales en la historia del pensamiento lo constituyeron las aporías de Zenón de Elea. Una de ellas, la denominada La tortuga y Aquiles, es una verdadera tragedia filosófica, en virtud no sólo de su efecto de conmoción del pensamiento común, sino por su forma «narrativa» misma. Cuando atravesamos este trozo «provocador» de filosofía, y no sólo en el sentido de «inquietante», sino además y fundamentalmente, en el de «generador», lo hacemos sumidos en una poderosa catarsis, pues, aunque la «aventura» que nos narra es literalmente «absurda», no obstante suspendemos la incredulidad ante la asombrosa belleza compacta de esta aporía — aunque quizás no sea menos importante el hecho de que suspendamos la incredulidad precisamente por su «absurdidad». Pero esta tragedia esconde una de orden más profundo: la del pensamiento racional atrapado en la trampa de sus propios presupuestos. Aquiles nunca conseguirá darle alcance a la tortuga, pero ella jamás llegará a la meta, pues esta última es un Aquiles infinitamente veloz. Las aporías plantean problemas asociados al vértigo de lo infinito, de ese infinito que no es la mera cantidad incesantemente partida o repetida, sino un telos que al no poder ser alcanzado tampoco puede ser dicho, es decir, pensado. Zenón se burla del pensamiento racional, y el misterio lo hace de todos.
Muchas gracias por obligarnos a aterrizar en la tierra, al recordarnos el hecho que nuestro Gran Paladín es solo un personaje de la pluma de Platón. ¿De Jesús que puedes añadir?