Ficciones para un Heidegger espacial

julio 2, 2024
Fotografía de película de 35 mm, paisaje marciano inhóspito, una sola silueta humana de pie resueltamente contra el horizonte / Imagen generada por AI Freepik.
Fotografía de película de 35 mm, paisaje marciano inhóspito, una sola silueta humana de pie resueltamente contra el horizonte / Imagen generada por AI Freepik.

«El verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y la muerte.»

Borges, 1953

No estamos narrados en memorias, sino en olvidos, desconciertos, de engaños necesarios para construir un universo, y que se repite en cada estado, en cada detalle. La elaboración cuasi-mitológica del eterno retorno nietzscheano (Nietzsche, 2019) es una ley física que describe la gravitación humana. Siempre caemos en la misma piedra espacial que llamaremos hogar. Siempre volvemos a sembrarnos en la tierra y lo llamaremos muerte para sabernos vivos. Siempre es una categoría espacio-temporal, y no una formulación exclusiva del tiempo.

La siempre-idad es una forma de disolver lo que no siempre se da, en lo que inevitablemente se devuelve al mismo punto. La anticipación, el saberse futuro, no es más que el control de la ilusión para evadir la siempre-idad humana. Se nos ha hecho costumbre migrar, morder, movernos, morir, y siempre retornamos a las mismas acciones.

¿Quién ha demostrado que ir al planeta Marte no es un volver?

Ser-en-el-mundo (Heidegger, 1997) es el modo en que el Dasein -una manifestación del ser que se da en su ahí y que es esencialmente capaz de inquirirse por su qué es- es capaz de construirse como horizonte de posibilidades. Por ejemplo, en este mundo en que estamos hoy, el Dasein se sabe agotado por el sol, estrujado por el calor, circunscrito al peso de su cuerpo sobre sus plantas cuando sale a trabajar, al alcance siempre del tiempo de rotación del mundo en que habita; se sabe también en su incapacidad de retornar eternamente hacia atrás, sino hacia adelante.

En el planeta Marte, por otro lado, ser-en-ese-mundo parte de la inevitable incomprensión de un ser mucho más leve. Esa levedad aún inexplorada no afecta, sin embargo, la ley universal de la gravitación humana. El sempiterno devolverse continúa su corsi y ricorsi. El humano es el mismo, solo le pesa menos su ahí.

Viajar a Marte es una muestra más del síntoma escapista del ser humano, al que siempre retornamos. Marte es ahora el nuevo Jerusalén, y todos los que puedan pagarlo, los nuevos judíos que van en búsqueda de la tierra prometida, de la nueva conciencia prometida. ¿No es acaso evidente? Toda información sobre la carrera marsiana es una moda existencial y geopolítica. ¿Es que ser-en-este-mundo se ha vuelto imposible? No solo el calentamiento global y la crisis de la razón humana que ha puesto en peligro la naturaleza son los únicos motivos. Lo son también el incendio de la biblioteca de Babilonia y la conquista de los europeos a los pueblos originarios de América. Como también lo es el hombre que no deja de objetualizar y humillar a la mujer, o la mujer llena de prejuicios que discrimina a otras mujeres.

Ir a Marte sería encarnar la historia posmoderna del ser humano antiguo. Establecerse, reproducirse, sembrar, legislar. ¿Y luego qué? El olvido del sentido del ser (en-este-mundo) ha alejado tanto nuestro horizonte hermenéutico, que la próxima galaxia puede estar más cercana que la coherencia humana. Otro ejemplo claro, lo que tenemos a la mano ya no son las herramientas que usábamos siquiera para medir el mundo, decodificarlo, asumirlo. Lo a la mano que nos describe el horizonte de posibilidades de comprensión es una pantalla que se encarga de contarnos la historia que otros han diseñado cuidadosamente para que la creamos nuestra. Sin embargo, los diseñadores de esas historias sí podrán pagar su viaje a Marte, mientras los que le dedican su tiempo a ver las pantallas son los que sin sentido y sin mundo van a quedarse de este lado del espacio.

¿No ha sido así la historia de lo humano? Aún sabiéndola, parece que estamos condenados a repetirla. Partir hacia Marte con una axiología esencialmente perversa es tan irresponsable como lo ha sido el uso de clorofluorocarbonos y el fracking. Habremos dejado lacerado un mundo, y entraremos en otro, posiblemente en la próxima centuria, con las mismas ideas de hace doscientos años. Si Heidegger, con la formulación del Dasein, no disolvió la idea de sujeto como Ego Subiectum, lo hará el mismo devenir del sujeto sobre sí mismo.

Existe una antigua formulación epistémica que dictamina el síntoma del mito que se ha construido para justificarnos esta lejanía con el sentido del ser: el hombre observando la luna se observa a sí mismo. Sin embargo, la búsqueda de un infinitivo inatrapable no pudiera estar más lejos. Aún nos debemos una filosofía que se corresponda con el ser-en-este-mundo.   

Bibliografía

Borges, J. L. (1953). Ficciones-El Aleph-El informe de Brodie (J. R. Medina Ed.). Caracas, Venezuela: Ediciones Ayacucho.

Heidegger, M. (1997). Ser y Tiempo (J. E. R. C., Trans. J. E. R. C. Ed. 1ra ed.). Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

Nietzsche, F. (2019). La Gaya Ciencia (J. Jara, Trans. J. Jara Ed.). España: Editorial Planeta.

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