Un poema de Ulalume González

Su escritura nos enseña que todavía la mecánica del amor es posible y que al mismo tiempo no hace falta manchar a los otros con nuestra sangre.
noviembre 3, 2021
Ulalume González de León

En septiembre de 2020 un amigo me invitó a la Sierra Alta del estado de Guerrero, a pasar unos días en un pueblo encallado en la cima de las montañas. Debía haber sólo unos 700 habitantes allí y su forma de vida era primitiva y esencial. En términos heideggerianos aquella gente poseía una relación directa con la naturaleza, sin mediación alguna, lo que los situaba en otro dominio del conocimiento. Yo en ese momento aún me encontraba marcado por la incertidumbre de la realidad sin sospechar lo que vendría en los meses subsiguientes. Esa semana nos internamos en la selva y disfrutamos de varias fiestas patronales. En una de esas noches, mientras mi amigo y yo dormíamos en una especie de garaje lleno de herramientas de campo, pensé en un poema de Ulalume González de León. Al principio me sorprendí de haber recordado algo que nada tenía que ver con esa situación. Sin embargo, ahí estaban las palabras de ella. Ulalume había nacido en Uruguay en 1932 pero la mayor parte de su vida y producción literaria la desplegó en México, donde murió de Alzheimer en 2009. Su obra se mueve en dos campos principalmente. El cuento y la poesía. A su volumen más importante de poemas lo llamó Plagios, porque para Ulalume toda la escritura es un plagio inmenso, donde todo ha sido dicho ya, y lo que hace el autor es escribir desde un revestimiento que es ya de antemano un hurto sobre algo o alguien más. Un entretejido donde el autor comienza a diluirse y morir, como enunciaron casi en los mismos años (1968-69) Roland Barthes y Michel Foucault.

Sus versos cortos, casi haikus, aunque también el resto de su poesía, muestran una forma sensual y cínica basada en la precisión y la pulcritud:  «Muchacha desnuda/ te voy a escribir/ un poema guante». O este otro titulado Yo es tú: «No sé/ cuando estoy solo/cuál de los dos no está/ ni si alargo hacia ti o hacia mí los brazos». Como otros poetas latinoamericanos de su generación, el poema de Ulalume es un poema conciso y visual, pero sobre todo visual, es decir, el lector atento deberá trascender los símbolos encadenados unos a otros hasta llegar a la imagen. Y en esa imagen se disuelve toda firma, todo género y toda voz.

Por otro lado, la escritura de Ulalume nos enseña que todavía la mecánica del amor es posible y que al mismo tiempo no hace falta manchar a los otros con nuestra sangre. Cierta valentía y resistencia escondidas en cada palabra, en cada aparente ligereza que puedan mostrarnos sus versos. Cuando los leo, sólo puedo pensar en la geometría y la blancura. Y en cierto latigazo que nos llega a través de esa geometría y esa blancura.

Ulalume González de León se lee poco y en mi vida sólo he conocido dos personas que saben de su existencia. Pero justamente la poesía verdadera muchas veces no encuentra seguidores en ninguna parte. El poema que había venido a mi mente en aquella selva lejos de todo, se llamaba Litología, y está publicado en el mencionado volumen de Plagios.

 

Litología

 

Arrojaría la primera piedra

si tan sólo supiera

contra qué

contra quién

Pero callo

obedezco

gasto mis días

pongo

hasta el cansancio piedra sobre piedra

Repito:

sobre esta piedra inventaré mi vida

Repito:

sola piedra de escándalo la muerte

Y oigo la piedra de moler del tiempo

que adelanta noticias de mi polvo

Hasta las piedras saben esa historia:

que no quedará piedra sobre piedra

 

En vano

piedra infernal

el pensamiento quema

No habrá

nunca piedra de toque:

quedaré muerte afuera vida afuera

piedra oscilante

entre luces y sombras de sí misma

Me parece

haber leído ya esta biografía:

si la piedra angular del edificio alma

su vocación pública de piedra meteórica

y alza el sueño ingastable

tu cuerpo

piedra franca

mina el tiempo

y a contramuerte lascas vas perdiendo

Entre el alma durísima

y el blanco cuerpo guarda mientras puedas

el corazón piedra preciosa

y los mejores días pasados hace tiempo

y empedrados de malas intenciones

como todo perdido paraíso

yesterday

vie en rose

Entre la vida y tú

la cortina de piedra

y no hay sésamo ábrete que valga

Quedarán para siempre de aquel lado

el amor como algo perdido de antemano

la mano que juraba no soltarte la mano

el gran paracaídas de esperanza

y todo cotidiano deus ex machina

la vida rota y sin usar

la fórmula

secreta del deseo

la alegría

de roja mermelada

Y torcerás pañuelos ya sobresaturados

repasando a escondidas

los como-para-siempre del pasado

Rómpete los nudillos contra la piedra dura

El cuento ha terminado

 

Sólo hay recuerdos de mellado filo

todas las piedras de afilar gastadas

y goteando luto las yesqueras

y divorciados

el pedernal y el eslabón

Y dónde

podrías encerrarte a piedra y lodo

que no llegara ella

la que tira la piedra

la que esconde la mano

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