Jorge Luis Borges y sus mundos infinitos

junio 25, 2020
Jorge Luis Borges

 

A Fernando Almeyda

Cada cultura, como cada hombre, crea sus propios paraísos. Los egipcios que construyeron las pirámides aspiraban a una casita modesta rodeada de tierras fértiles; Dante compuso para sí un recibimiento triunfal a la entrada de las esferas celestiales, y cuentan que ciertos amerindios esperaban a su muerte convertirse en la lluvia que haría florecer las haciendas de sus hijos. Quizás por el influjo de ese culto a la razón que profesó en su obra y en su vida, Jorge Luis Borges imaginó una biblioteca donde otros soñaron estrellas y jardines. Una biblioteca de seguro cambiante e infinita, para guardar en ella el testimonio de todos los actos y los pensamientos posibles.

Del Oriente medieval hasta el Buenos Aires del siglo XX, de la pampa de los gauchos a los retiros silenciosos de los sabios, cada cuento de Borges es un pequeño universo, completo y distinto, que oscila suavemente entre la ironía que provoca y la ambigüedad que hechiza. El extrañamiento surge en ellos desde la primera línea y a la par de la expectación, pues nunca se sabe con certeza qué terreno se pisa o hacia dónde se nos lleva hasta que estamos allí. Y es que nadie como este argentino para regalarnos con historias donde siempre la solución del misterio supera al misterio; para devolvernos a la compleja inocencia de los hombres y las religiones primigenias; o para materializar las realidades proyectadas por la filosofía, y mostrarnos cuánto de maravilloso y de horrible habita en lo alternativo y lo infinito.

Bien pueden ya los buscadores de mundos paralelos abandonar las sendas de la magia y de la física: Borges, que los intuyó a todos husmeando entre escaleras oscuras y manuscritos antiguos, tuvo además la bondad de hacerlos imperecederos, con rigor y elegancia casi matemáticos, a través de sus libros.

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