Francisco Rojas: El diosero

Este es un volumen sobre México, pero como todo buen libro, de lo que trata en realidad es sobre la imposibilidad del cuerpo, el arañazo del tiempo y las transfiguraciones de la muerte
marzo 10, 2021
El diosero de Francisco Rojas

Es muy cierto que la mayoría de los mejores cuentos y novelas que se han escrito sobre México ha sido de la mano de extranjeros.

Tenemos el ejemplo del chileno Roberto Bolaño con Los detectives salvajes (1998) y sus tres libros de cuentos, el alemán B. Traven y su Canasta de cuentos mexicanos (1956), el inglés Malcolm Lowry, con Bajo el volcán (1947) o Tristessa, (1960) del norteamericano Jack Kerouac. Exceptuando casos especiales como la obra total de Fernando del Paso y el conjunto de relatos El llano en llamas de Rulfo, pareciera que para los mexicanos escribir sobre México constituyera un territorio demasiado «inescribible»; como si el motivo fuera una fuerza dolorosamente evasiva.

Sin embargo, el jalisciense Francisco Rojas es otro de esos casos excepcionales. Su libro de cuentos El diosero, publicado en 1952 y que queremos comentar hoy aquí, es un texto tan visceral como imaginativo. La prosa de cada uno de los cuentos contenidos en esas páginas es una prosa misteriosamente precisa, donde las florituras e imágenes poéticas son más que adornos, porque cumplen en el argumento su función específica y preservan su propio peso dentro de los sucesos que ahí se nos narran.

El diosero oscila entre el testimonio antropológico y las visiones íntimas y febriles de varios pueblos originarios en distintas regiones de México. Visiones relacionadas con aquello que se llama «tierra» y que muy bien puede ser un panteón de dioses viejos que ya no valen nada, o la melancolía de un niño tuerto en Yucatán o una selva intrincada donde nos espera el fantasma de la risa de una mujer.

El Diosero de Francisco Rojas

El libro, que apareció poco después de la muerte súbita de su autor (acaecida, como si de uno de sus cuentos se tratara, debido a un infarto en medio de una cena llena de risas y comidas) está estructurado en trece historias. La primera de ellas, «La tona», abre al lector una serie de hábitos, costumbres, paradojas y delirios colectivos de diferentes comunidades indígenas que vemos repetirse de una u otra manera en las narraciones subsiguientes. Cuentos donde los muertos reciben con beneplácito a dioses nuevos y los vivos destruyen antiguas deidades, para montar encima de ellas a otras construidas con las manos, como el cuento que le da título al libro, y que, a mi modo de ver, es una de las composiciones más logradas.

También es digno de destacar otros cuentos como «La parábola del joven tuerto» y «Nuestra señora de Nequetejé», en donde por un lado se muestra cómo la peor de las condiciones para un niño ciego puede ser la salida hacia la serenidad del espíritu y por otro vemos la imagen de la Mona Lisa de Leonardo capaz de incidir en un pueblo de las postrimerías mexicanas.

Cabe destacar una de las cualidades más sobresalientes de Francisco Rojas: su humor. Un rasgo que no se encuentra muy presente en los autores latinoamericanos en general. El humor de Rojas, en un estilo que recuerda a los Monty Python, es irónico, incisivo y crítico, en ocasiones rayando en el absurdo y aparece por doquier y muchas veces sin previo aviso.

Para el lector que guste de otras lecturas de Rojas, sugerimos no tanto sus novelas como el volumen de Cuentos completos que ha preparado Fondo de Cultura Económica en 1971. Donde priman títulos como «El hombre a quien aplastó el sonido» e «Historia de un frac» (este último uno de sus mejores cuentos) y que nos permite ver la realidad de México a través de la mirada de un saco de vestir y sus angustias como prenda en la sociedad.

En resumen, la literatura de Rojas es una literatura con la que se puede uno reír mucho, llorar mucho o angustiarse bastante. Una obra que, sin perder el rigor estético de la forma, nos enseña saberes y pre-saberes desde un lado del mundo que ignoramos pero que está ahí, existiendo en su fuego y en su congelación.

El diosero es un volumen de cuentos sobre México, pero como todo buen libro de cuentos, de lo que trata en realidad es sobre la imposibilidad del cuerpo, el arañazo del tiempo y las transfiguraciones de la muerte. Y es también una escritura-síntoma acerca de un México del que, una vez acariciado, no queda otra que alejarse de él para siempre con los ojos cerrados o permanecer riendo en el medio de sus vísceras para siempre. Sin tercera alternativa.

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