Fausto de Goethe

Goethe y la universalidad del Fausto

El Fausto de Goethe es, en primer lugar, un himno de la ilustración. Pero es también un himno al Capitalismo y al desarrollo inhumano de las fuerzas productivas
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Este 28 de agosto se cumple un aniversario más del nacimiento de ese genio incomparable del espíritu alemán que es Johann Wolfgang von Goethe.  En ocasión de este aniversario, propongo compartir con los lectores algunas reflexiones universales que podemos encontrar en la que, sin dudas, es su obra cumbre: esa tragedia humana que es el Fausto.

Para finales del siglo XVIII la filosofía, madre de todas las ciencias, se había empezado a desgajar en todas las ciencias particulares del presente, haciendo que la figura del sabio, aquel ser humano con la concreción de todos los progresos del espíritu, se hiciera cada vez más escasa. En los predios de lo que actualmente conocemos como Alemania, la figura de Goethe, sin dudas, puede ser considerada como una de las últimas mentes sabias de Europa. Y es por ello que en su literatura, como en pocas otras, se concreta claramente el drama del individuo contra la sociedad, y de la emergencia del capitalismo por encima de los restos del mundo antiguo.

Por todo ello tenemos en Fausto una auténtica Fenomenología del Espíritu hecha literatura, una verdadera “historia novelada de la conciencia que busca constituirse en ciencia”, solo que aquí, a diferencia de Hegel, toda esa aventura se concreta en la figura de Fausto y su pacto epistemológico con Mefistófeles. Veamos un pequeño resumen de la obra.

Fausto es un hombre de ciencias de su época, un auténtico sabio que no es ajeno a ningún problema humano. Aún así, y como los griegos, cambiaría todo lo que sabe por una pequeña porción de lo que no. Para ello, la magia resulta un vehículo posible, pero hasta los espíritus de la tierra le niegan el conocimiento. La obra en sí, comienza en el cielo, en un pasaje semejante al Libro de Job, la Divinidad y Mefistófeles hacen una apuesta para tentar a Fausto, el objetivo es demostrar si es posible o no desmontar la fe del pobre mortal, al mostrarle la llave a conocimientos arcanos inaccesibles al resto de la humanidad.

El tema central de la obra, que Goethe no origina, pero sin dudas cimienta en la literatura, es el tema del pacto con poderes superiores para satisfacer determinados deseos. Al igual que en La piel de Onagro de Balzac y en El retrato de Dorian Gray de Wilde, dicho pacto tiene más consecuencias negativas que positivas, llevando a la ruina física y espiritual a sus pactantes. En el caso del Fausto, la historia demuestra que cada deseo a la larga origina una desgracia, como si obrar por encima de las capacidades humanas desgarrara el velo de lo real provocando horribles consecuencias.

Todo esto ocurre en la primera parte. En la segunda parte pasa de lo melodramático a lo psicodélico, consta de cinco partes en las que Fausto vive diversas aventuras, ayudando a personas del pasado con su conocimiento del presente. Existe bastante discontinuidad entre ambas partes, quizás dada por el lapso temporal de escritura de la obra, y por la influencia de nuevos presupuestos filosóficos y religiosos por parte de Goethe.

Veamos a continuación tres elementos que, a mi juicio, determinan la universalidad de la obra y de su autor.

La universalidad del drama del Fausto

A decir de Lukács, la universalidad del drama de Fausto radica en que: “…en el centro está un individuo, cuyas experiencias, destino y desarrollo, se suponen que representen al mismo tiempo el progreso y el destino de toda la especie” (Lukács, 1968, p. 175). Con la salvación de Fausto se salva la especie, pues se hace evidente que el personaje central no es Fausto sino el proceso ilustrado en sí.

En los albores del siglo de consolidación de las ciencias particulares, la pregunta de Goethe es clara: ¿Qué condiciones han de existir para que la razón científica se convierta en razón instrumental? Mucho antes de la debacle ecologista, Goethe se pregunta cuáles son los alcances de la transformación activa el hombre sobre la naturaleza. En él se concretan las dudas éticas del paso del feudalismo a la modernidad, del paso de una época de unión acrítica con el mundo hacia el periodo histórico de desgarramiento con el mundo, de enajenación humana.

En el Fausto el mundo antiguo increpa éticamente al mundo por venir, sin embargo, y este es mi parecer, no creo que la obra lo resuelva, ni que con la redención final del personaje se rediman los problemas éticos que entraña la relación técnica del hombre con el mundo. Ello, por supuesto, no es una debilidad de la obra, pues la relación Fausto-Mefistófeles es una relación interna, es una relación del hombre con sus infiernos interiores.

La relación Fausto-Mefistófeles como una relación interna de carácter psicológico

Ya desde el Prologo en el cielo podemos notar que, si bien Mefistófeles no es la razón, es al menos el tribunal de la razón. Su misión es bajar a la tierra a cuidar el uso que hacen de ésta los mortales, pues a decir de Dios:

“De todos los espíritus que niegan, el Astuto es el que me importa menos. La actividad del hombre es muy propensa a retardar su paso; muy pronto se hecha en brazos de un absoluto y placentero reposo. Por lo tanto me gusta poner a su lado un aguijón, aunque sea el mismo Diablo, que le impulse a trabajar” (Goethe, 1973, p. 116).

El Mefistófeles de Goethe es el sapere aude kantiano, es el impulso que brinda la necesidad del progreso, y que busca despertar a la amodorrada razón medieval, a que se escinda de su unión acrítica con el mundo para “atreverse a saber”. Por ello la obra de Goethe, no sigue las mismas directrices que el mito, no trata del bien o el mal del mundo, sino de las posibilidades creativas o destructivas que descansan en la mente humana.

El Mefistófeles de Goethe se abstiene de usar su magia infernal, se mantiene, mas bien, como un estado mental en la conciencia de Fausto, como una suerte de superyó diabólico que lleva al personaje a destruir su vida. El duelo entre el bien y el mal es un duelo interno, es una batalla por el descubrimiento de las potencialidades de la especie, así como de su capacidad de adaptación al mundo. Es por ello que, quien busque, podrá encontrar en la obra todas las manifestaciones históricas del problema fundamental de la filosofía, ya sea desde la dicotomía entre entendimiento y razón, sujeto y objeto, cuerpo y espíritu, materialismo e idealismo, etc.

Mefistófeles como el Capitalismo

Mefistófeles no es Satán, sino un subordinado. Lukács realiza un interesante análisis en donde encuentra analogías entre el drama humano de la obra y la emergencia del Capitalismo. En uno los actos más interesantes de la obra, La noche de Walpurgis, podemos encontrar el discurso directo de Satán: avaricia y lujuria en su forma más pura. Para Lukács (1968, p. 196), Mefistófeles reduce el discurso satánico hacia una forma más espiritual cercana a Fausto. Sin embargo, la noción del dinero como poder demoniaco es un motivo recurrente en la obra. “El dinero es el sumo bien, por lo tanto quien lo posee es el sumo bien” (Lukács, 1968, p. 198), nos dice, por otra parte, recordando al joven Marx.

No por gusto se relaciona a Mefistófeles con la invención del papel moneda en Alemania, y en uno de los actos libera Fausto a un emperador alemán de sus problemas financieros. ¿Podría, acaso, ser el Fausto de Goethe una metáfora de la emergencia del capitalismo en Alemania? Sin dudas que sí. De ser la obra una oda al poder de la razón, a la ilustración, también lo es al motivo de dicho desarrollo, esto es, el desarrollo material de las fuerzas productivas en los principados alemanes.

El Fausto de Goethe es, en primer lugar, un himno de la ilustración. Pero es también un himno al Capitalismo y al desarrollo inhumano de las fuerzas productivas. ¿Qué importancia tiene en el presente? Su importancia es variada y a la vez una: en la era de la posverdad y la “opinología”, es preferible pactar con los demonios interiores antes de buscar apoyo en paradigmas esclerosados y acríticos. Sea usted como Fausto: pacte con su razón interior, sin olvidar el corolario ético de sus acciones sobre el mundo. Y, por supuesto, lea el Fausto de Goethe, llegue a conclusiones por usted mismo, las mías son producto de mis propios demonios, y no tienen porqué coincidir con las suyas.

Referencias

Goethe, J. W. (1973). Fausto. Instituto cubano del libro.

Lukács, G. (1968). Goethe and his Age. Merlin Press.