Carta de una mujer a su amiga feminista

La violencia y la injusticia se combaten con entereza, alzar la voz es necesario, pero no podemos hacer de cada palabra una trinchera
abril 1, 2021

 

Anoche soñé que era Lorena Bobbitt. Fue horrible. Estaba en los Estados Unidos de los 90′, un país ajeno, y de repente mi vida se convirtió en la peor de las pesadillas. Mi esposo ejercía toda la violencia jamás imaginada sobre mí. El miedo a perder la vida me paralizaba constantemente, y no tenía tiempo para pensar en que ya no tenía dignidad. Era el 23 de junio de 1993, estoy segura; fui a la cocina por un vaso de agua y sin pensarlo agarré un cuchillo, entré en la habitación donde dormía mi esposo y le corté el pene. Un corte limpio, veloz. Momentos después me descubrí manejando sin rumbo, con las manos ensangrentadas sobre el volante y desperté llorando, asustada.

No he podido conciliar el sueño aún; siento los golpes en el alma, por eso te escribo. Se que cada acto que realizas responde a los vejámenes que has recibido o presenciado. Esa fuerza que te guía es alimentada por cada mujer que desaparece, por cada injusticia que vives, por cada palabra de desprecio, y te aplaudo, te admiro y te respeto. Pero sobre todo, te escribo para decirte que hay cosas que no tienen vuelta atrás.

Esa sensación de cortar el «mal» también es insoportable. Lo injusto y desigual te va dejando en un estado deplorable, lo violento y desesperado deja heridas, tanto para quienes la provocan como para quienes las reciben.

Lorena Bobbitt, o mejor, Lorena Gallo -porque ese fue su nombre de nacimiento- en aquel entonces se convirtió en un símbolo del movimiento feminista. Gracias a que su caso fue muy mediático, sirvió para que muchas mujeres despertaran, alzaran su voz y salieran del círculo de la violencia.

Pero a Lorena nunca le ha enorgullecido haber cercenado el pene de su exesposo. No fue condenada por el delito que cometió, porque sí, amiga feminista, fue exonerada de la sanción, pero hubo delito. A su esposo en aquel entonces tampoco lo sentenciaron por los 4 años de violencia infringida contra aquella muchacha de 22. Una lista de culpabilidades, reivindicaciones, estados de opinión, extremismos por ambos lados, se sucedieron a los acontecimientos. Por suerte hoy Lorena es una mujer fuerte, madre, y esposa porque así lo eligió. Ayuda con su fundación a educar a tantas víctimas de violencia, porque ella hubiese preferido tener opciones y conocimiento para poder enfrentar de otra manera la situación tan extrema que le tocó vivir.

Creo que si realmente me hubiese tocado ser Lorena no hubiese tenido su valor, pero tampoco habría cargado con ese estigma para siempre, quizás ni siquiera hubiese podido sostener mi propria vida.

Tú en cambio,  amiga feminista, eres una especie de portavoz  protectora de nuestras ideas y necesidades. No importa que seas abolicionista, TERF, radical, o que tu perspectiva venga desde la igualdad, la diferencia o el ecofeminismo; en su situación hubieses hecho lo mismo al costo de cargar con las consecuencias. Eres valiente, decidida, continuidad de Olympe de Gouges, Margaret Fuller, Rosa Luxemburgo, Virginia Wolf, Simone de Beauvoir y tantas mujeres valiosas que han hecho de nuestra historia un ejemplo.

A veces, cuando te veo en las marchas se me hincha el pecho de orgullo, no lo niego. Te veo tan justa, tan decidida que no puedo hacer otra cosa que agradecerte tu valor. Pero otras veces me generas una gran preocupación. Cuando cargada de ira llevas tu justa causa al extremo, siento que la pierdes. Se debería tratar de salir del ciclo de la violencia y no lo logras. La rabia y la excentricidad forzada, alejan de toda victoria cualquier idea, por más justa que sea.

Yo también siento rabia muy a menudo, no te creas. Hay tanta falta de tolerancia, tantas desigualdades y tantos frentes abiertos, que puede llegar a ser agotador. Todas somos el resultado de sociedades patriarcales con las que combatimos a diario. Pero actitudes extremas no hacen más que potenciar la violencia en vez de frenarla.

Defender derechos siempre ha sido una tarea difícil. Pero nunca has estado sola. Tienes una gran historia que consultar. En los años 60′ el movimiento fue tan o más revolucionario de lo que es hoy, y se lograron grandes pasos. Todavía no son suficientes, es cierto, hay mucho que cambiar, pero si tu lucha se torna agresiva, la gente no va a entender, va solo a reaccionar y no precisamente como quisieras.

Ahora el sobresalto de la pesadilla me ha pasado un poco, pero se me queda la preocupación. Es tarde, y la noche a veces tiende a confundir. Ya no sé si la libertad de la que gozo ha sido un regalo de la vida o una conquista personal. O simplemente por el casual hecho de haber nacido mujer la libertad es una quimera y es obligatorio sentirse oprimida.

En cualquier caso, no te culpo. Parte del conocimiento y la libertad de elegir lo que soy y cómo asumo mi género lo debo a tu lucha. Sin embargo, me encantaría que se llegara a un consenso, porque la violencia es inadmisible, mucho menos la desigualdad de oportunidades, pero el mismo concepto de «mujer» fluctúa demasiado y eso hace que haya desunión. Para enfrentarse a cualquier cosa en la vida pienso que el primer paso es definir la «cosa».

Quisiera formar parte de esa lucha que encabezas, que no es más que una de las tantas batallas de las minorías y por las minorías; de la inclusión social tan anhelada, del respeto a la libertad física y espiritual de las que son privadas tantas mujeres. Pero no puedo evitarlo, cada día me siento más alejada de tus símbolos. Tus ideas me siguen representando, tu lucha sigue siendo la mía, no lo dudes, pero el rumbo que vas tomando me excluye, me minimiza.

Me encantaría saber la opinión de Lorena sobre todo lo que acontece en el subcontinente latinoamericano que la vio nacer. Me pregunto si en cada estatua vulnerada ella no recuerda ese doloroso día donde ejerció la violencia como respuesta a la que era sometida. Me pregunto si cada mujer que vive una situación de exclusión se siente verdaderamente apoyada por ti.

¡Ay amiga! Las víctimas no son como tú. Ojalá lo fueran. Pero son víctimas precisamente por falta de conocimiento, y nunca por elección ¿Y cómo van a sentir la calidez de tu alma si andas toda exaltada defendiendo abstracciones? La violencia y la injusticia se combaten con entereza, alzar la voz es necesario, pero no podemos hacer de cada palabra una trinchera.

Puede que te critiquen, pero vamos a centrarnos, tu lucha no es la lucha por un color o un atuendo. Tu lucha es por una cosa muy precisa: justicia e igualdad.

Me encantaría que estuvieras aquí, un café para aumentar el insomnio inevitable nos regalaría tantos temas de los que hablar. Te escucharía encantada, porque siempre tienes un argumento delicioso. Me deleito con tus atuendos osados y coloridos. A veces yo también los uso, ¿sabes?,  pero porque me gustan, porque me siento libre de usarlos. ¿Acaso alguien te lo prohíbe a ti? Puede que te critiquen, pero vamos a centrarnos, tu lucha no es la lucha por un color o un atuendo. Tu lucha es por una cosa muy precisa: justicia e igualdad.

Esto me cuesta decirlo, pero eres excluyente. No creo que sea tu intención, sin embargo eso provocas cuando arremetes contra elecciones espontáneas que no forman parte de tu línea de pensamiento. ¿Sabes que me he sentido culpable por querer tener hijos? ¿O antifeminista porque he leído un post tuyo en las redes que me ha dado mucha vergüenza? ¿Es que acaso no defiendo lo mismo que tú?

El patriarcado existe, es parte de nuestra historia, podemos sin embargo mejorar el presente, pero no bajo la ley del talión. Tú eres la voz activa, pero la mayoría de nosotras queremos participar, porque te apoyamos; incluso queremos que muchos hombres participen con nosotras, porque ellos también nos apoyan, pero son excluidos por ti.

Amiga, esta pesadilla me ha revuelto las entrañas, pero de todo se saca una lección. Yo no quiero ser Lorena Gallo, en ninguna de sus versiones. Quiero que las Lorenas ultrajadas sepan que no están solas, que por ellas existe una lucha, pero no voy a cercenar el pene de nadie, y espero que esto no sea impedimento para que me sigas considerando tu amiga, y para que me tengas en cuenta y sepas que aquí estoy para lo que necesites.

Sigo siendo tu fiel admiradora, pero no me gusta que entres en debates fútiles con otras amigas en común que no piensan igual. Preferiría que nos sentáramos todas a ver cómo marchan las cosas, analizar lo que hemos logrado, y cuál ha sido el verdadero detonante para obtener estas victorias. Crear planes y estrategias para incluir, sí, incluir aunque no te guste a todo aquel que tiemble ante la desigualdad.

Si decides aceptarme, debes saber que tienes a disposición un ejército de seres humanos sin categorías y sin etiquetas que partirán a la batalla, y que poco a poco te demostrarán que no es necesario estar siempre en pie de guerra. Que se obtiene más educando, informando, debatiendo y preparándonos para la defensa, no para el ataque. Quizás de este modo te podamos hacer mucho menos engorrosa tu misión y no tengas que desgastarte caminando de extremo a extremo, porque recuerda amiga, el camino de la diversidad, el respeto y la tolerancia, es siempre el más noble.