El desarrollo de la teoría de la sincronicidad debe su origen a la colaboración de Jung con el físico cuántico Wolfgang Pauli (1900-1958).
Pauli fue reconocido por sus contemporáneos como un crítico de ideas brillantes. Con apenas 19 años escribió un artículo sobre la teoría de la relatividad en la Enciclopedia de Münich, por el que recibió el Diploma de Doctor suma cum laude de la Universidad de Münich en 1921, ganándose el prestigio y la admiración de los físicos y matemáticos más destacados de la época[1]. En 1925 formula su famoso principio de exclusión y en 1933 predice la existencia del neutrino[2], veinte años ante de que fuera descubierto. Por estas notables contribuciones, fue nombrado Profesor Titular de la Cátedra de Física Teórica del ETH de Zürich.
Con motivo del fallecimiento de su madre en 1929, Pauli necesitó de la ayuda profesional para enfrentar esta angustiante situación. Entonces su padre le sugiere visitar la consulta del Dr. Jung. En 1930 se conocieron estos dos hombres, resultando el principio de una larga amistad que se extendió al ámbito profesional[3].
Después de obtener el Premio Nobel de Física en 1945, Pauli se convierte en el principal colaborador de Jung. Como resultado de sus estudios, sale a la luz en el año 1952 la obra: La interpretación de la naturaleza y la psique (Jung, 1984). El texto está conformado por dos ensayos, el de Jung titulado Sincronicidad, y el de Pauli nombrado El influjo de las ideas arquetípicas en la construcción de las teorías científicas de Kepler.
Pauli en su ensayo se dedicó a analizar el problema de la estructuración del conocimiento en el proceso de elaboración de las teorías científicas. Sobre este tema, comparte la idea de resaltar el papel de la intuición en la estructuración de los conceptos y teorías científicas. En el texto expone:
Muchos físicos han hecho notar que la intuición juega considerable papel en el desarrollo de los conceptos e ideas, (…) resultando necesario a la hora de fundamentar un sistema de leyes naturales, es decir, una teoría científica (Pauli, 1996, p. 279).
Bajo este punto de vista, el vínculo que se da entre las percepciones sensoriales y los conceptos se concibe como una suerte de conexión significativa. Sobre ello, Pauli señala:
Esta interpretación del conocimiento científico se retrotrae a Platón y es asumida claramente por Kepler, (…) estas imágenes primarias que el alma puede percibir con ayuda de un instinto innato, son las que Kepler denomina arquetípicas. Existe gran concordancia entre dichas imágenes y las imágenes primordiales o arquetípicas[4] introducidas por Carl Gustav Jung (p. 279-280).
Percatarse de la identidad de estas imágenes internas o arquetipos con los objetos o hechos externos, motivó tanto a Jung como a Pauli a elaborar una teoría que recogiese en un principio, la profunda conexión establecida entre los acontecimientos psíquicos y físicos de la realidad.
Tras largos años de investigación, en su artículo Sincronicidad Jung por primera vez describe el fenómeno de la sincronicidad como:
La coincidencia en el tiempo de dos o más sucesos no relacionados causalmente, que tienen el mismo significado o valor para el sujeto que experimenta estos sucesos. Con el principio de la sincronicidad se plantea la existencia de sucesos o patrones en la psique que son acompañados por acontecimientos objetivos, de gran significación (Jung, 1988, p.107).
Por consiguiente, plantea que, en virtud de tal cualidad de simultaneidad, elegía el término de sincronicidad para designar un hipotético factor explicativo que se distanciaba de la teoría de la causalidad. Se debe entender, que mientras en el principio de causalidad la relación causa-efecto se plantea como principio absolutamente necesario y universal, en el principio de sincronicidad se establece como necesaria y universal la relación simultaneidad-significación.
Señala Jung que sincronicidad va más allá de sincronismo, que significa mera simultaneidad de dos acontecimientos, puesto que el contenido altamente significativo de estas coincidencias remite a la relación del sujeto con imágenes primigenias presentes en el inconsciente. De ahí la idea, que el fenómeno de la sincronicidad esté condicionado por dos factores: una imagen inconsciente que entra en lo consciente directa o indirectamente como sueño, ocurrencia o premonición, y una situación objetiva que coincide con ese contenido (p.107).
Se ha de comprender que de ningún modo Jung considera su explicación como una prueba definitiva de su hipótesis, sino sólo como una conclusión deducida de largos años de investigación. Un aspecto de difícil constatación empírica, lo constituye el criterio de simultaneidad espacio-temporal. Respecto a este problema explica:
He descrito la sincronicidad como una relatividad del tiempo y del espacio. En sí mismo, tiempo y espacio sólo son conceptos fijos, provenientes de la actividad discriminatoria de la mente consciente y forman las cadenas indispensables para la descripción de la conducta de los cuerpos en movimiento. Por lo tanto, son esencialmente de origen psíquico. Pero si ellos son, sólo propiedades aparentes de los cuerpos en movimiento, producidas por las necesidades intelectuales del observador, entonces su relativización por una condición psíquica deja de ser un milagro (p. 28).
Las sincronicidades constituyen actos creativos, simultáneos y de gran significación para quienes experimentan estas vivencias.
Distanciándose de la postura prejuiciosa de su época, a la hora de estudiar los fenómenos agrupados bajo el principio de la sincronicidad, Jung accedió a un campo de la experiencia humana que, por su significación arroja luces en el descubrimiento de nuevas potencialidades de los individuos. Sin embargo, dejó claro que dedicado a este propósito, no trataba solo de sentar una tesis sino de concebir un modelo en el que se hiciera patente una nueva perspectiva respecto a la problemática mente-materia.
La importancia de los estudios sobre la sincronicidad, se explica por la condición de ser experiencias únicas que sirven como punto de partida de un viaje que ha llevado a tener en cuenta, la significación de la creatividad humana en la comprensión de un universo en el que todo se encuentra armónicamente conectado. Esta postura posibilita, que el individuo actúe acorde a los principios de respeto y conservación de la naturaleza, y que concientice sobre el rol primordial que desempeña en la sociedad.
Referencias
Jung, C. (2001). Recuerdos, sueños, pensamientos. Barcelona: Editorial Seix Barral S.A.
Jung, C. (1984). La interpretación de la naturaleza y la psique. Barcelona: Editorial Paidós.
Jung, C. (1988). Sincronicidad. Málaga: Ediciones Sirio S.A.
Murray, S. (2004). El mapa del alma según Carl Gustav Jung. Barcelona: Ediciones Luciérnaga.
Wolfgang, P. (1996). Escritos sobre física y filosofía. Madrid. Editorial: Debate S. A.
Notas
[1] Los físicos más destacados de su generación como Einstein, Neils Bohr y Heisenberg, consideraban su opinión como un test obligatorio que toda persona debía superar. Ello le valió el sobrenombre de “El látigo de Dios”.
[2] En las primeras décadas del siglo XX se creía que la materia estaba compuesta de átomos, formados por un núcleo rodeado de una nube de electrones. Lo que significaba que la naturaleza podía reducirse a tres unidades elementales: el electrón, protón, neutrón. Sin embargo, cuando se exploró la estructura interna del núcleo se descubrió una nueva generación de partículas elementales. Esto impulsó a Pauli a proponer el neutrino como nueva partícula elemental.
[3]Estos hombres mantuvieron correspondencia desde 1932 hasta la muerte de Pauli en 1958.
[4] Para Jung el arquetipo es una fuente primordial de formas y energías psíquicas. De allí emergen los símbolos psíquicos que captan la energía, dándole estructura y, en última instancia, contribuyen a la creación de cultura y de civilización. La teoría de los arquetipos es de vital importancia en la concepción general de la psique que presenta Jung. (Murray, 2004, p. 125.)