Manifestaciones en Washington DC – Primera Entrega

Propaganda y destructividad
enero 8, 2021
Varias caras de Trump. Varios discursos de Trump

Edward Bernays, padre de la propaganda y heraldo de la manipulación consciente, tendría mucho que decir sobre los sucesos actuales en Washington DC.

La irrupción en el Capitolio, en la tarde de ayer, se asemeja mucho más al saqueo de Roma por parte de los bárbaros, que al funcionamiento normal de una democracia moderna. El potencial de pasar del cero al máximo, de despertar en el hombre pulsiones violentas, pudiera ser descrito con cabalidad por cualquier escuela psicoanalista, pero ¿qué pudiera añadir el padre de las relaciones públicas a este problema?

En su libro Propaganda de 1928, se propone convertir a la propaganda en un simplificador de la realidad y, sobre todo, en la vía más eficiente de perpetuar un capitalismo que pasaba de formas de violencia directa, hacia un tipo de opresión más velada, más «hegemónica», usando las palabras de Gramsci. Dicho de otra forma: «Hemos permitido de buen grado que un gobierno invisible filtre los datos y resalte los asuntos más destacados de modo que nuestro campo de elección quede reducido a unas proporciones prácticas» (Bernays, 2008, p. 17).

Y, efectivamente, siempre había sido así, hasta la llegada a la presidencia de Donald Trump, mero epifenómeno de una profunda crisis del modelo bipartidista. Se podría decir que no hay nada más parecido que un demócrata a un republicano, pues la pregunta real es qué tanto de esta delirante retórica trumpista es un capitán que se hunde con su barco, o una rebelión de los grumetes que arrojan a su capitán por la borda.

Como quiera que sea, el norteamericano quiere volver a su sueño apolítico, a permitir que otros gobiernen por él. Poco importa que arda el mundo, mientras no me toque decidir quiénes mueren o no, en el sagrado nombre de la democracia. Pero el mérito fundamental de Trump es crear una base electoral que, por primera vez en mucho tiempo, se preocupa por los destinos de su país. Y es aquí donde entran las enseñanzas de Bernays.

Propaganda (Inglés) de Edward Bernays (Autor)
Propaganda (Inglés) de Edward Bernays (Autor)

Para lograr una campaña de relaciones públicas exitosas insiste que, en primer lugar, se deben analizar «…los problemas de su cliente y cerciorarse de que su producto goza de la aceptación del público o existe al menos la posibilidad de lograrla. Es inútil tratar de vender una idea o preparar el terreno para un producto falto de la necesaria solidez» (Bernays, 2008, p. 53).

En términos políticos, es imposible una creatio ex nihilo, no se puede sembrar una idea que no existe, al menos, como germen en la realidad: la lenta y angustiosa muerte de los Estados Unidos como primera potencia mundial. Lo cual nos lleva al segundo paso: el relacionista público «…estudia los grupos a los que se debe llegar, y los líderes que puedan servirle como medio para acercarse a esos mismos grupos» (Bernays, 2008, p. 54). Racionalizada la idea de la muerte del Imperio como hegemón, se debe de crear una base políticamente decisiva para revertir esta situación. Sólo cuando se han identificado estos dos factores, es que se llega a la idea central. A saber, se hace necesaria «…la formulación de políticas que gobiernen las prácticas generales, los procedimientos y los hábitos del cliente en todos aquellos ámbitos en los que su actividad le ponga en contacto con el público» (Bernays, 2008, p. 54).

Por lo tanto, Trump necesita una identificación constante con las necesidades de su público, hacer constantemente actual la necesidad de compartir la misma meta: Make America great again!

Desde el principio de su mandato, buscó convertirse en vocero de las clases medias bajas, aquellas masas verdaderamente productoras de capital, pero escasamente decisoras por la naturaleza poco democrática del sistema electoral norteamericano. La lenta descomposición del Imperio no podía ser, no cabe duda, culpa de sí mismo. Como se suele decir en mi país, «la culpa nunca cae en el piso». Debía caer, lógicamente, en el extranjero, en el hostil otro. Estos sectores de la población no son capaces de notar que sus problemas son culpa suya, su naturaleza enajenada les hace culpar al otro de sus desgracias: al sudamericano que realiza honestamente los trabajos que ellos consideran indignos, a los sistemas políticos que ejercen su derecho de autodeterminación y a los negros y otras minorías por, simplemente, existir.

Como podría decir otro gran propagandista, Joseph Goebbels, la identificación de un enemigo sencillo, comprensible y centralizado, constituye el primer paso para la creación de una masa ciega y terrible.

Este celebre individuo con cuernos que, como Odoacro del siglo 21, mancilla las sagradas reliquias de la democracia norteamericana, es un producto directo de esta identificación de Trump con su base electoral, sobre la base de una exagerada simplificación de los problemas de Estados Unidos. El gobierno de Trump es como una gran empresa que se hunde con estrépito. Las principales estrategias propagandísticas que lo pusieron en el poder funcionaron demasiado bien. Se puede decir que hay en él ciertas trazas de locura, pero no las suficientes para aprobar los hechos barbáricos que se generaron en la tarde de ayer. Sin embargo, ya el daño está hecho: una propaganda exitosa genera como resultado que la empresa se convierta en la sensibilidad y el entendimiento de su público.

¿Cómo romper este vínculo? Se debe observar la situación con cautela. Baste decir que la identificación de un enemigo es una de las atribuciones mas poderosas, y a la vez temibles de un político, pues generan un conductor (una suerte de pararrayos) que permite la descarga efectiva de la destructividad almacenada en el espíritu del fracturado sujeto moderno. Como podría decir otro gran propagandista, Joseph Goebbels, la identificación de un enemigo sencillo, comprensible y centralizado, constituye el primer paso para la creación de una masa ciega y terrible. Trump no es un fascista per se, de hecho, esta estrategia ha sido utilizada por muchos políticos a través de la historia. La única diferencia estriba en que nunca un político ha concentrado tanto poder sobre una masa con grandes capacidades destructivas (fusiles de asalto, granadas, etc.). ¿Se puede decir que se sobreviene una guerra civil en Estados Unidos? Es difícil decirlo. Como enseñó la Guerra Fría, los conflictos en las grandes potencias tienden a estabilizarse de manera pacífica.

La enseñanza de este proceso radica en que las fuerzas democráticas norteamericanas han de fortalecerse más que nunca. Puede que la incursión haya acabado, pero en cuatro años se lanzarán nuevamente las hordas bárbaras sobre la imperial Roma. Sobre qué convierte a los sujetos en una masa embrutecida y conspiranóica, ya Bernays tiene poco que decir: es su tío, Sigmund Freud, quien tendría en este análisis mucho que añadir.

Referencia

Bernays, E. (2008). Propaganda. Santa Cruz de Tenerife: Melusina.