Midieron el barro

Crónica de la batalla de Guadalcanal
septiembre 17, 2020

El 7 de diciembre de 1941 Japón lanza una ofensiva aérea sobre Pearl Harbor, lo que ocasionó la declaración de guerra de los Estados Unidos y su entrada en la Segunda Guerra Mundial. Entre el 6 y el 7 de agosto de 1942 se pone en práctica la Operación Watchtower (incursión aliada a Guadalcanal, Islas Salomón), fue la mayor campaña militar de los aliados contra el imperio nipón.

El 7 de octubre de 1942, los aliados desembarcan en el archipiélago con el objetivo de evitar el emplazamiento de bases aéreas y de apoyo logístico japonés. Apoyados por una fuerte apertura aérea y marítima, los marines no encontraron presión en el desembarco. La aviación americana había causado grandes bajas a los emplazamientos de defensa japoneses, los cuales constituían el mayor peligro para los soldados aliados.

Según los planes trazados por los altos mandos aliados, la victoria sería «inminente», pero se encontraron con un enemigo que tenía un mayor dominio de la zona y con mucha práctica en guerra de guerrillas. En sus avances tierra adentro eran sorprendidos por trampas y por pequeños grupos de desgaste (grupos armados con el objetivo de incentivar el miedo y proporcionar grandes bajas).

Entre las noches de los días 7 y 8 de octubre, las fuerzas aéreas y navales japonesas tomaron la revancha; causaron pérdidas atroces a la flota aliada, obligándolas a abandonar el teatro naval de operaciones. Las tropas de tierra, desnudos, sin parque ni suministros, veían horrorizados como su inminente victoria se hundía junto con su —hasta ese momento— imponente flota.

Los soldados aliados montando perímetros de defensa en diferentes áreas, iniciaron la construcción de un aeródromo. Con los mares aledaños bajo el control japonés, el apoyo aéreo era la única forma de evitar que las Islas Salomón se convirtieran en una prisión, y Guadalcanal, en su tumba. Las tropas niponas no dieron cuartel. Efectuaban sus asaltos por oleadas. El fanatismo de los soldados japoneses, la ferocidad de las cargas banzai, combinado con la falta de parque y apoyo naval, dejaron a las tropas aliadas en estado de shock.

Las batallas eran cada vez más sangrientas y las bajas cada vez más numerosas para ambos bandos. Los inexpertos soldados aliados, en su mayoría norteamericanos, con su mentalidad cowboy y ajenos al concepto de guerra sin cuartel, apenas podía sostener la vida o la cordura. Ya fuera por causa de las enfermedades del trópico, la falta de medicinas, vitualla, descanso, o por la bayoneta de un japonés, la muerte acechaba por todas partes: muchos en su desesperación, preferían poner un plomo en su sien y así terminar con el suplicio.

El paradisíaco trópico era lo más parecido al infierno. Los japoneses distaban mucho de la caricatura débil y ridícula que ofrecía la propaganda norteamericana. Parecían demonios salidos de las tupidas junglas como un castigo divino. El único soldado imperial rendido era el soldado muerto; e incluso hasta moribundos o muertos eran letales.

Aunque estratégicamente por mar y aire la campaña comenzaba a inclinarse a favor de los aliados, la infantería incomunicada, rodeada y acorralada, practicaba la premisa más vieja de la humanidad: matar o morir.

Los enfrentamientos entre ambos bandos en el mar y el aire fueron apoteósicos; tanto el Imperio del Japón como los Estados Unidos buscaban imponerse. La llegada de tropas frescas, avituallamiento y suministros era vital para la supervivencia de sus respectivos soldados. Si no lograban entrar nuevas tropas, las que estuvieran apostadas estaban perdidas: era todo o nada.

El saldo de los enfrentamientos para los aliados fue de 30 unidades navales y 500 aeronaves. Por otro lado, los japoneses habían perdido el 20% de su fuerza aérea y el 13% de su flota en la campaña de las Islas Salomón: un total de 890 aviones de combate y 47 barcos.

La victoria se la llevo el bando aliado, pero con enormes sacrificios y varios chascos. En los seis meses de enfrentamiento, perdieron más de 10 000 soldados, más millares de heridos, sin contar el daño psicológico de los supervivientes.

La batalla de Guadalcanal puede verse como un tremendo fiasco desde el punto de vista táctico para los aliados. De no haber sido por errores decisivos tomados por el mando naval japonés —que no lograron cerrar las rutas de suministros y de transporte de tropas de sus enemigos— el rumbo de los acontecimientos hubiese sido otro, y el valor estratégico de la conquista de este territorio se hubiera esfumado entre las nubes de humo de los acorazados aliados hundidos.

Dudaron del enemigo y de su preparación; los subestimaron y pagaron el precio en sangre, sudor y acero. Guadalcanal fue el escenario decisivo en la campaña del Pacífico, en el que se demostró la fuerza del Imperio Japonés, su estrategia y preparación en la guerra. Un preludio de las batallas por venir y un presagio del sacrificio que llevaría poner de rodillas a un enemigo dispuesto a dar pelea hasta el último hombre.

Referencias

  1. Cabia, David López, La Batalla de Guadalcanal, un punto de inflexión en el Pacífico, http://www.davidlopezcabia.es/blog/184-la-batalla-de-guadalcanal-un-punto-de-inflexion-en-el-pacifico , consultado en el día 6 de septiembre de 2020.
  2. La batalla Guadalcanal, – Michel Herubel (historia del siglo XXI- Inglaterra-2013
  3. La tormenta de la guerra -Andrew Robert (editorial Siglo XXI -2010-EEUU)
  4. La segunda guerra mundial en el mar –Craig L. Symonds (editorial historia del siglo XXI- Australia -2013), pp. 300-350.

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