Descartes y Spinoza: En defensa del potencial revolucionario de la filosofía moderna

septiembre 14, 2021
Descartes Spinoza filosofía moderna

Descartes y Spinoza: En defensa del potencial revolucionario de la filosofía moderna.

“La razón es un instrumento universal porque puede servir en todos los momentos de la vida.”

Descartes (Discurso del método)

 

Descartes no es un filósofo de moda, maltratado por algunas corrientes de pensamiento y despreciado por otras, hoy su pensamiento es muchas veces desechado por ciertos “puntos de vista teóricos” bastante superficiales; y así, tildan muchas veces al pensamiento moderno de un simple plumazo de “hegemónico”, “eurocéntrico” y en algunos casos inclusive de opresor. El lector siempre podrá encontrar fácilmente a estos “autores de renombre” lanzando lisonjas nacionalistas y con ello despreciando la profundidad que pueda tener un determinado pensador independientemente de su lugar de origen.

Descartes, al convertirse en el padre (simbólico) de la filosofía moderna, le ha tocado cargar con todo el desprecio de aquellos que por avidez de novedades o tal vez por una estrategia de popularidad, lanzan ataques injustificados hacia un filósofo que brindó para su tiempo y el futuro unas coordenadas de pensamientos que revolucionó la vida académica en términos universales.

No cabe duda que Galileo y Descartes abrieron paso a la modernidad, y sus frutos hoy en día los disfrutamos desde la tecnología hasta la educación; pero tal vez, por común o cercano que pueda parecernos Descartes o Galileo en realidad solo nos llegan los juicios generales de una filosofía que en su momento fue subversiva y contribuyó con la formación de los valores y derechos humanos que hoy defendemos de forma global. Cualquier investigador de ciencias sociales serio, que dedique algunas horas de su tiempo a repasar sus lecciones de filosofía moderna podrá descubrir el valor subversivo y el filo crítico de la filosofía de Descartes y Spinoza; y así, dejar de lado esa charlatanería vacía que acusa de un simple vistazo la filosofía moderna de regionalista o eurocéntrica, cuando apenas cualquier lector asiduo de estos temas descubrirá que uno de los valores intrínsecos de la filosofía moderna es la búsqueda del carácter universal de las ideas y los derechos humanos.

A través del despliegue de la historia del pensamiento universal, hay que mencionar sin lugar a dudas a Descartes. El Renacimiento es una época espiritual que influye en Descartes. Fue un terremoto cultural que consolidó un ambiente posible para el giro epistémico cartesiano. El espíritu renacentista estaba convocado hacia el conocimiento. La posición humanista de hombres universales como Leonardo da Vinci, Erasmo de Rotterdam y Galileo entre otros, cristalizó el interés cognitivo. La premisa del pensamiento renacentista es la de “saber es poder”, la cual estaba mediada por una cosmovisión humanista, que tocó claramente a Descartes.

Si la intención del hombre renacentista es el conocimiento, queda entonces la búsqueda intensa por obtenerlo. Pero la empresa no fue tan fácil, lograr una práctica científica que exprese lo verdadero cuesta tiempo y reflexión. El hombre renacentista se desorientaba en múltiples prácticas místico-religiosas. La lucha epistémica fue fuerte. Estaba claro que el hombre de conocimiento renacentista aprendía tanto de Aristóteles como de magia y astrología. Si el Renacimiento ya había provocado a la conciencia social hacia el conocimiento, entonces quedaba la pregunta: ¿Cómo es el método que me permite realmente conocer? La lucha epistémica se debate entre la tradición mágico-hermética, el neoplatonismo, el aristotelismo, la alquimia, la astronomía y otros ritos y sectas de carácter místico. Resulta entonces conveniente introducir la posición cartesiana.

Frente a la pregunta epistémica del Renacimiento, Descartes presenta a la Razón; el entendimiento racional es una facultad universal en todos los hombres(Buch, 2011, pp. 160-161). De este modo, esta facultad universal (la racionalidad) es aquello que específicamente distingue al hombre. Con estas ideas en el famoso Discurso sobre el Método que ha de seguir la Razón para buscar la verdad en las ciencias, Descartes pone precisamente al hombre y su facultad racional como el principio del conocimiento hacia la verdad. Se presenta al hombre como sujeto racional, y también se pone a la duda cartesiana como un elemento del pensamiento crítico e individual del sujeto. Descartes legitima la facultad del entendimiento como un principio de universalidad. La estructura ideológica que legitimaba el saber en la posesión de sagradas escrituras (la religión), en antiguos libros (las tradiciones), en la autoridad (el autoritarismo), en el misterio nebuloso del conocimiento y la revelación (lo sobrenatural), queda lentamente desplazado. El control del conocimiento no queda solo en la autoridad de unos pocos afortunados por la mano de Dios, sino en el despliegue de la capacidad racional de cada hombre particular. La lucha epistémica de Descartes encuentra promoción en el nuevo hombre moderno. El pensamiento comienza a producir las condiciones necesarias para la legitimación de la modernidad y las posteriores ideas democráticas de la Revolución Francesa.

El principio de la duda en la epistemología cartesiana es totalmente subversivo. Es el principio que permitió adquirir el filo crítico a su pensamiento. Con ella pudo barrer con toda la vieja teología discursiva que se sumergía en palabras que invocaban autoridad y prejuicios. El propio Descartes afirma: “Yo me propuse arrancar de mi espíritu todas las ideas que me enseñaron, para sustituirlas por otras si mi razón las rechazaba o para reafirmarme en ellas si las encontraba a su nivel”(Descartes, 2001, p. 9) Y así, Descartes y toda su filosofía es una provocación para que por un momento en la vida dudemos de todas nuestras creencias, o mediante nuestra facultad racional podamos definidamente afirmarnos en nuestras tradiciones, pero ahora desde un punto de vista auténtico; desde nuestro propio entendimiento y razón. Sin embargo, hoy en día podemos leer muchos autores que parece que les sobra el tiempo para lanzar discursos moralizantes contra la modernidad y la filosofía nacida con Descartes, pero poco tiempo tienen en leer unas cuantas líneas de uno de los pensamientos más subversivos de su época y ejemplo a seguir en la actualidad.

Hoy se impone en el mundo el nacionalismo en todos los continentes, un sentimiento de rencor hacia la globalización, no por eso podemos juzgar desde la superficialidad la filosofía moderna; una filosofía que por amplia ventaja influyó en la vida moderna, en los valores y los derechos por los que hoy luchamos con esmero.

Para Descartes todo tiene que pasar por el filo de la razón. Solo la razón es el principio de legitimidad. No puede haber ni misterios, ni ambigüedades. Todo tiene que pasar por la crítica racional. Todo debe ser puesto en duda hasta que no sea demostrado clara y distintamente. “[…]no recibir como verdadero lo que con toda evidencia no reconociese como tal, evitando cuidadosamente la precipitación y los prejuicios, y no aceptando como cierto sino lo presente a mi espíritu de manera tan clara y distinta que acerca de su certeza no pudiera caber la menor duda”(Descartes, 2001, p. 11) Desde el punto de vista cartesiano, nada debería pasar en nuestra vida sin al menos por un momento reflexionar sobre ello, asumir nuestras verdades y valores desde el uso de nuestra subjetividad, vale decir, desde el uso de nuestro propio pensamiento y con ello de paso desarrollar nuestra propia valoración sobre las cosas; valoración que no es una simple opinión, porque si hacemos un buen uso de la razón podemos comprender en términos universales aquello sobre lo que reflexionamos, vale decir contribuimos al descubrimiento de la verdad y de paso, a nosotros mismos en relación a ella. Su filosofía es una invitación a despojarnos de nuestros prejuicios y buscar en nosotros ideas auténticas que puedan expresarse en términos universales de forma clara; cualquier lector de Descartes descubrirá en sus textos un afán por la libertad de pensamiento, de las ataduras mentales que imponen una determinada sociedad.

La duda es un arma crítica, es el intento de despejar todo aquello que medie entre la razón y el conocimiento: “[…] la seguridad de mi razón intervenía como principalísimo elemento en la labor científica, desechando prejuicios y rutinas, preocupaciones tradicionales y errores arraigadísimos, que obscurecen la inteligencia, interponiendo un velo entre ella y la verdad”(Descartes, 2001, p. 13). El entendimiento debe superar todos los dogmas y el pensamiento cosificado que impide el desarrollo de nuestra reflexión. El uso de nuestro propio entendimiento se convierte en subversivo en tanto desencanta el reino de la creencia y los prejuicios. Prepara el camino para la lucidez de nuestro entendimiento es levantar el velo que media entre la actividad de pensamiento y nuestra realidad. La contribución que esto tiene en el campo de las ciencias sociales es axiomática, sin la lucidez de nuestro entendimiento y de principios universales todas las ciencias sociales se convierten paulatinamente en un discurso autocomplaciente con un sistema de relaciones de poder determinado, vale decir, ideología. Tal vez por ello, algunos aspectos de Descartes son olvidados, y otros son recordados solo en momentos específicos; hoy podemos encontrar la práctica, lamentablemente común, de lanzar a Descartes y con ello a toda la filosofía moderna para el basurero de la historia como si hubieran sido cómplices de una gran conspiración contra la libertad humana.

Es obvio que, frente a los discursos regionalistas y las lisonjas nacionalistas, Descartes, un pensador universal por excelencia, sea mal visto. Hoy se impone en el mundo el nacionalismo en todos los continentes, un sentimiento de rencor hacia la globalización, no por eso podemos juzgar desde la superficialidad la filosofía moderna; una filosofía que por amplia ventaja influyó en la vida moderna, en los valores y los derechos por los que hoy luchamos con esmero.

Spinoza: el valor de lo corporal y nuestra libertad

En Spinoza la lógica es profundamente inmanente a la naturaleza, y aunque este filosofo también recurre a Dios (como era común en la época), Spinoza está hablando de Dios como algo implícito a la existencia del mundo mismo. Como consecuencia de esto, si la razón en Descartes es algo trascendental, en Spinoza la razón, el conocimiento, es profundamente inmanente al ser de la sustancia extensa (el mundo físico). Esta relación de inmanencia entre lo espiritual y lo físico, es una premisa importante. Esta premisa nos permite una relación orgánica ente la idea y el cuerpo, entre la creencia y la acción. En Spinoza no se definirá el concepto pensado como un modelo ideal en oposición al fenómeno finito. Para esta lógica inmanente, la multiplicidad fenoménica no se extravía en lo accidental, tratando de reflejar la perfección de la idea. La idea se puede comprender en una relación orgánica con el cuerpo.

Esta forma de pensar el objeto espiritual supera claramente al dualismo tradicional con que se tratan los objetos ideales y físicos. Esto implica que el pensamiento y las ideas de cada uno de nosotros es un modo de acción, una forma de actividad que también se expresa en el plano físico. En la actividad intelectiva el hombre descubre su libertad racional. Esta libertad es vista como una conciencia de la necesidad, un conocimiento de las facultades y las limitaciones del hombre finito. El hombre debe encontrarse en su naturaleza necesaria. Una vez que el hombre descubre su naturaleza; este no queda atrapado en la ignorancia. La libertad en Spinoza es claramente ilustrada, con un fuerte fundamento ontológico: “El que se conoce a sí mismo y conoce sus afecciones clara y distintamente, ama a Dios y tanto más cuanto más se conoce y más conoce sus afecciones”(Spinoza, 2006, p. 244).

Nuestra libertad en términos de Spinoza es una actividad productiva de la razón. Es productividad absoluta racional, es una indeterminación en tanto potencia infinita de determinarse, es el desmontaje de lo finito para removerse en una nueva determinación que pase por lo universal. La libertad es la Razón (Dios) creadora que no persigue fin, sino la virtud solo de una necesidad inmanente de engendrar. De este modo Spinoza defiende la multiplicidad de formas religiosas como engendro de la naturaleza necesaria. Toda la multiplicidad se es por necesidad inmanente. De esta manera, presenta un frente ideológico contra la unilateralidad del pensamiento, y propone el desarrollo de la diversidad intelectual. Esto convierte a Spinoza en un cosmopolita, es un pensamiento que reconoce y legitima la pluralidad; algo muy de “moda” en nuestros días. Pero, aun así, los “abanderados” de la pluralidad parecen que no les queda tiempo para leer un poco de la filosofía de Spinoza, sin embargo, esto no los detiene para echarlo en el saco de los filósofos modernos “eurocéntricos”. Nada más lejos del regionalismo y etnocentrismo que el pensamiento de Spinoza, un pensamiento que al igual que Descartes intenta conectar nuestras ideas y nuestra libertad con lo universal, vale decir, con la libertad y las ideas de todos.

La relación de inmanencia entre el pensamiento y el cuerpo, partiendo de la substancia única, deriva en que el cuerpo pensante puede reconocerse como propio en sí mismo, en otras palabras, puede aprender de sí. En términos de Spinoza el mero individuo puede reconocerse en su cuerpo, su pensamiento puede sentirse dueño de su corporeidad finita. Spinoza ofrece una dignidad al mundo corporal que ningún modelo ideológico-religioso toleraba. El mero cuerpo es divinidad objetivada por la infinidad de la Naturaleza-Dios. La esencia es inseparable de lo corpóreo. Spinoza afirma algo esencial, el cuerpo también es esencia, es conocimiento, tiene valor ontológico. El pensamiento único de la substancia provocaba la legitimación de la vida corporal. Hacia un llamado a una apropiación de las fuerzas humanas más íntimas, corporales, vitales, del individuo. El cuerpo está atravesado por una fuerza superior a la finitud, la fuerza universal de la razón. El hombre al conocer racionalmente sus fuerzas finitas, se descubre en su propia necesidad, se autoafirma. Esto elimina el misterio de las fuerzas corporales; para encontrase en un dominio racional de sus afecciones.

El propio Hegel afirma que Spinoza supo cómo pensar lo infinito, pero no en un distanciamiento trascendental, sino en una lógica inmanente a la naturaleza (Hegel, 1955, pp. 285,288). Estas afirmaciones brindan a nuestra vida terrenal un valor ontológico, donde en nuestra vida en la medida que no solo usemos el entendimiento sino también actuemos en conformidad a el y con ello a la naturaleza podemos expresar en nuestra individualidad lo universal. Para Spinoza toda la pluralidad son formas legítimas de existencias, cada diferencia es una expresión única de la naturaleza que se conecta con lo universal; por ello, en términos espinosistas, no una ideología o religión privilegiada. Dios se encuentra en la naturaleza y la naturaleza se expresa en el hombre de múltiples formas. Esta visión cosmopolita y una comprensión de Dios en la naturaleza le costó a Spinoza que fuera rechazado por su comunidad, pues ningún sistema ideológico de la época toleraba aceptar las ideas subversivas de Spinoza. Spinoza al igual que Descartes tiene un pensamiento subversivo, y aquel que lea sus textos descubrirá una reflexión sobre la libertad, la felicidad, la naturaleza, Dios y la multiplicidad.

Queda entonces al lector entusiasmado por la filosofía la facultad de juzgar si es válida o no las actuales voces que acusan a los filósofos de la modernidad de conspirar por una “hegemonía mundial” o de ser “eurocéntricos”; aun cuando se puede comprobar de forma clara y distinta que la modernidad tiene un potencial emancipatorio extraordinario para todas las sociedades.

 

Bibliografía

Abbagnano, N. (2004). Historia de la filosofía. La Habana: Editorial Félix Varela.

Acanda, J. L. (2012). Modernidad, ateísmo y religión. La Habana: Editorial Centro Cultural San Juan de Letrán.

Atlas Universal de Filosofía. (2006). Barcelona: Editorial Océano.

Buch, R. (2011). Antología de la Historia de la Filosofía; FILOSOFÍA MODERNA. Tomo III. Habana: Editorial Félix Varela.

Descartes, R. (2001). Obras. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Hegel. (1955). Lecciones sobre historia de la filosofía en 3 tomos. Tomo III. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.

Spinoza, B. (2006). Ética. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

 

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