Ernst Cassirer, filósofo y pedagogo alemán, nació en Breslau (hoy Wroclaw, Polonia) y se formó en las universidades de Berlín, Leipzig, Munich, Heidelberg y Marburgo.
Fue profesor de filosofía en la universidad de Hamburgo desde 1919 y allí enseñó hasta que fue expulsado en 1933 cuando Adolf Hitler llegó al poder. Enseñó después en las Universidades de Oxford y Goteborg antes de ser profesor emérito en la Universidad de Yale en 1941, para pasar luego a la Universidad de Columbia en 1944.
El pensamiento de Cassirer puede enmarcarse en la dirección neokantiana de la escuela de Marburgo. No obstante, en virtud de la amplitud de sus intereses puede considerarse que ensanchó los horizontes de esta escuela. Su filiación a la corriente antes mencionada se manifestó en la orientación epistemológica de su investigación, así como en su análisis histórico del problema del conocimiento en la época moderna. Cassirer defiende lo que llama la gran tradición del idealismo, desde Platón hasta Kant, pasando por Descartes y Leibniz. Investiga los diversos modos de conceptuación propios de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del espíritu, pero no desde una jerarquía platónico- aristotélica, sino desde el supuesto de una estructura funcional de estos.
Los conceptos utilizados por la ciencia no son ni “reales” ni puras formalidades vacías; son conceptos funcionales articulados en series no jerarquizadas. Estos instrumentos conceptuales, que no son ni realidades ni ficciones, poseen la objetividad de las referencias y garantizan la posibilidad de concebir los modos de conceptuación como elementos formales universales, acorde a los supuestos de la filosofía trascendental kantiana. Todo ello se advierte en los estudios realizados por Cassirer sobre la filosofía de las formas simbólicas, a partir de diversos estudios históricos. Al incluir en su análisis los universos del mito, la religión y el lenguaje, Cassirer transforma la “crítica de la razón pura” en una crítica de la cultura.
De esta manera, la filosofía de Cassirer concibe al hombre como un animal simbólico (homo simbolicus) e incluye los diversos modos de conocimiento como formas del simbolizar. Quedan puestas aquí en un primer plano las cuestiones relativas al signo y la significación, y en sentido general el problema mismo del lenguaje. A partir de estas consideraciones fundamenta una antropología filosófica e implementa una explicación del problema relativo al origen de la función simbólica.
Entre sus obras principales se encuentran El problema del conocimiento (4 vols., 1953, 1956, 1957, 1948), Filosofía de las formas simbólicas (3 vols., 1923, 1925, 1929), Mito y lenguaje (1925), Individuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento (1927), Filosofía de la Ilustración (1932), Las ciencias de la cultura (1942) y Antropología filosófica (1945).