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Feliz Día de las Madres – Reflexiones filosóficas acerca de la Maternidad

La mujer fue siempre objeto y el hombre sujeto cognoscente, dominante, adulto y blanco.
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Filosofía y Maternidad

Durante el mes de mayo se celebra el día de las madres en la mayoría de los países. El origen contemporáneo de esta festividad se remonta al «Día de la Amistad de la Madre» y las «Reuniones del Día de la Madre» organizadas en 1865 o 1868 por Ann María Reeves Jarvis, para intercambiar opiniones sobre distintos temas de actualidad. En ese contexto en el que emergen homenajes siempre bien merecidos,  es justo traer a colación una relación que ha sido olvidada por la mayoría de los filósofos -ya puros y duros-, la existente entre maternidad y filosofía.

Hay una primera relación que salta a la vista como la más evidente y tiene que ver quizás con la importancia que la maternidad juega en nuestras vidas y cultura de manera general. No obstante, se trata más bien de repasar el impacto que pudiera tener el pensar la maternidad como tema filosófico que ha sido dominado por la figura del padre, el patriarcado y la cultura del macho. Especialmente después de que movimientos como el  #MeToo o el 8M en España junto a incontables debates, recolocaran en el centro de atención la cuestión de la mujer en las sociedades contemporáneas.

La diversidad del ser madre es tan compleja y elusiva como la propia paternidad. Pudiera pensarse que no todas las mujeres son madres y por ende que no hay relación especialmente directa. Pero lo primero que debería afrontar la filosofía es que todas las madres son mujeres y eso obligaría también a una reflexión sobre el ser-mujer. Y no solo ello, sino además, que ya la filosofía puede pensar el cuerpo, y cómo este ejerce un rol mediador entre la conciencia y el mundo que la rodea. Por tanto, la revalorización de la maternidad no es ociosa, desde que esta en primera instancia representa una transformación radical del cuerpo femenino, y una alteración también corporal aunque indirecta en lo masculino.

Desde el mismo inicio de lo que llamamos cultura occidental, maternidad y paternidad han sido conceptos expuestos a regulaciones políticas e ideológicas que limitan su alcance a roles predeterminados, casi siempre para engrandar la figura del macho como centro de las relaciones sociales de dominación. Herbert Marcuse defiende una idea similar en Eros y Civilización cuando dice: “En una época de la vida del género humano, la vida fue organizada por la dominación. Y el hombre que logró dominar a los demás era el padre —esto es, el hombre que poseía a las mujeres deseadas y que, con ellas, producía y mantenía vivos a los hijos e hijas—. El padre monopolizaba para sí mismo a las mujeres (el placer supremo) y sometía a los demás miembros de la horda a su poder.” (1)

Uno pudiera pensar en la ausencia de mujeres en la academia filosófica durante siglos enteros desde la antigüedad hasta nuestros días. No obstante, algo más profundo es el hecho de que incluso la presencia femenina no garantiza un pensar diferente. Fundamentalmente porque no hay una transformación radical en los modos de pensar y hacer filosofía.

Es incongruente pensar que detrás de la relación más privilegiada en la epistemología occidental (Sujeto-Objeto) los filósofos pensaban también en la mujer, y junto a esta relación, los mismos textos que constituyen esa tradición han hecho un uso desmedido de metáforas que justifican el dominio masculino.

La mujer fue siempre objeto y el hombre sujeto cognoscente, dominante, adulto y blanco.

Como padre, el hombre se erigió en modelo de la familia y el Estado, como padre implementó la paternidad de la guerra y el conflicto. Imponiendo su ser en la familia y en la sociedad, conquistando a la Naturaleza al mismo tiempo que dominaba a la mujer. La ciencia fue esculpida también como una ideología que ensalzaba más los valores de contención, análisis, objetividad, rigurosidad, cálculo, profesionalismo, entre otros similares que eran también estimados como intrínsecos al hombre exitoso de familia. En definitiva, la racionalidad que ha estado detrás de la conquista del mundo por ese hombre-padre, no es más que la forma general del silenciamiento del ser-madre.

Maternidad y diálogo vs. Paternidad y Logos

Un ejemplo esclarecedor que siempre se referencia en este tipo de análisis es la absurda justificación dada por pensadores y políticos griegos de la superioridad masculina sobre la femenina.

En ese mismo contexto emergió Sócrates como figura cimera en la constitución del saber filosófico occidental.  Este pensador nació hacia el año el 470 antes de Cristo, y como se sabe, fue hijo de Fenarete y Sofronisco. Lamentablemente no nos ha llegado mucha información relevante sobre su madre, salvo que se casó en un matrimonio anterior con Queredemo, con quien tuvo un hijo llamado Patrocles. Después de enviudar se casó con el que fuera padre del filósofo. Eso es todo.

No obstante, ha sido una de las mujeres más mencionadas en la historia de la filosofía porque el pensador comparaba su método filosófico con el de su madre que era partera. Dicho método mayéutico describía el esfuerzo en dar a luz una idea a partir del diálogo entre dos interlocutores.

La maternidad a la que Sócrates todo el tiempo invoca de manera parabólica es siempre la dadora de vida, el esfuerzo por crear algo nuevo a partir de la relación entre dos discursos. Y esto es relevante porque occidente le dio más preponderancia a la palabra del adulto que instaura el conflicto como se ha dicho más arriba. La maternidad, sin embargo, es el diálogo que da vida y la responsabilidad de cuidarla, no como simple contenedor arrojado en un hospital que normativiza a las mujeres como cosas, sino desde una relación del dar y el recibir. Maternidad pudiera indicar también esa relación ontológica casi inexplorada entre lo mismo y lo otro. Al contrario del tipo de voz patriarcal que instauró el modelo de la identidad que todo lo estandariza y lo iguala a un ser absoluto.

En este punto siempre encontraríamos al menos dos problemas iniciales. Primero: ¿Cómo transformar todo ese discurso desde herramientas que han sido creadas desde la cultura patriarcal? Y segundo: ¿Cómo desligar la relación maternidad-paternidad del discurso meramente biológico? Esta, la biología, ha sido un producto específico de una narrativa capitalista que también coadyuvó a la creación de un orden de las cosas solamente masculino y patriarcal.

Como bien dijo Michel Foucault el hombre es una invención reciente, por tanto:

Cuando la historia natural se convierte en biología, cuando el análisis de la riqueza se convierte en economía, cuando, sobre todo, la reflexión sobre el lenguaje se hace filología y se borra este discurso clásico en el que el ser y la representación encontraban su lugar común, entonces, en el movimiento profundo de tal mutación arqueológica, aparece el hombre con su posición ambigua de objeto de un saber y de sujeto que conoce: soberano sumiso, espectador contemplado, surge allí, en este lugar del Rey, que le señalaba de antemano Las meninas, pero del cual quedó excluida durante mucho tiempo su presencia real. (2)

¿Cómo implementar una relación coherente entre paternidad y maternidad? ¿Es este un tema asociado a una racionalidad que lo excede o es simplemente un debate particular? ¿Estaría la filosofía preparada para empezar a hablar de maternidad, diálogo, responsabilidad, crianza? ¿Se pueden criar las ideas? El simple hecho de las ausencias, llama aún más la atención. ¿Por qué no se hace filosofía de la maternidad en la misma medida en que hemos pensado la explotación del hombre por el hombre?

En fin, las interrogantes son muchas y disímiles. Mas no podemos dejar pasar estos días sin pensar desde nuestro nicho filosófico en una lamentable pérdida reforzada por la presencia de esa concepción patriarcal, violenta y discriminatoria en el quehacer filosófico.

Dedicatoria Final

A todas las madres madres, hombres madres, abuelas y abuelos madres. A los y las que por eventualidades de la vida deben ser madres. A las desconocidas, sacrificadas, pobres. También a las que sufren una enfermedad, a las desaparecidas y las que luchan a diario una batalla silenciosa contra la violencia física y verbal.

Hoy mismo conocí a una madre gitana que vive en un antiguo campo de concentración que era para judíos y gitanos. La vida no perdona. Pero la madre sigue ahí, madre de siete.

A las científicas y enfermeras-madres que hoy curan, y que siempre han curado. Las que han sufrido a escondidas y en silencio porque nunca lo serán como la sociedad se los pide y exige. A las por venir. A mi mismo: ¡Qué quiero ser madre! En definitiva, celebremos el empeño de curar, cuidar, proteger, enseñar y la certeza de la seguridad cuando todo se derrumba a nuestro alrededor. Celebremos también la maternidad como vuelta a la seguridad originaria, a cierta ingenuidad cálida —qué ingenuidad no lo es— de que toda crisis y toda violencia tienen siempre una resolución.

Bibliografía

Marcuse, Herbert. Eros y Civilización. Editorial Sarpe. Madrid. p. 69

Foucault, Michel. “La analítica de la finitud”. En Las Palabras y las Cosas. Siglo XXI Editores. Argentina. pp. 503 y 504

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  1. Y entonces, ¿cuál es la verdadera naturaleza de la mujer, si su esencia queda disuelta en ese ser objetual suyo con extremidades precisas hechas cansancio y agobio de casa? ¿La mujer es tierra, y cada hijo en relación enajenante se vuelca en su contra y la destierra y tetaniza? ¿El papeleo inconsciente, polvoriento, inútil de una oficina recluida, al espaldar de una silla en desuso por un hombre con hombros cansados esperando el masaje por esa misma mujer, ya sin manos? Y Beauvoir, “(…) ninguna existencia puede ser válidamente realizada si se limita a sí misma”. Eros, logo, macho, poder, mujer, sujeto, ser existente. Cada vocablo tal figuras retoricas vacías. Pensar que, vivir es la voluntad de vivir. Eso es todo.

    La filosofía se alza y celebra su maternidad sin modestias, rimbombante, un día y todos. ¡Cada día, feliz día! ¡Gracias!

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