Sí a mí, que sin ser nadie ya soy mucho más que Trump, me preguntasen qué parte de mi cuerpo podría ser volada por una bala sin detrimento de mi identidad política y orgánica, sin duda diría que una oreja. Hay dos, mientras que nariz tenemos solo una, y ser tuerto mola, como John Ford o Ernest Lubitsch, pero únicamente ante las cámaras. No obstante, lo que es absolutamente genial, desde el punto de vista del cine, son las dos líneas de sangre en el aguerrido rostro del expresidente. Ya querría yo salir de segundo de la ESO igual de bizarro, porque a veces lo merezco. Tales rojos a guisa de pinturas de guerra de nativo americano colocan a Trump en la misma liga que Rambo, sin haber participado en ninguna guerra. Yo tampoco he participado en ninguna guerra, pero tengo ambas orejas más bien normales, las dos simétricas y modestas, o eso espero. Trump, en cambio, que ya de por sí solo oía sus propias fanfarronadas, ahora parece tener sordera doble, qué le vamos a hacer. ¡Pero mira que no ha sido poco épica, la gracia! Yo no había visto una foto mejor compuesta, en equilibrios de masas y colores, desde David o antes Tiziano, que ni sabían que se pudieran hacer fotos, los muy pardillos. La del tipo en Vietnam que le pone la pistola en la sien a un muchacho es, en comparación, un ensayo de desgraciado aficionado…
Confieso que no sé cómo nuestro querido Ronaldinho Trump ha salido del juicio por el asalto del Capitolio o del feo asunto de Stormy Daniels, y tantos más… Algo tendrá que ver, creo, el dinero y los contactos miserables pero influyentes que procura el contar con una fortuna heredada. Donaldinho Trump sin duda quiere aparecer en letras grandes en los libros de Historia, al igual que el tipo que le ha disparado, sea o no amigo suyo. Estremeceos desde el cogote hasta el calcañar porque tiene toda la pinta de que esa jodida carne con ojos lo va a conseguir…
