Al recorrer las líneas interpretativas en torno a la figura de Maquiavelo (1469-1527), trascienden las constantes discusiones de la filosofía política, que han coincidido en reconocer la valía/maldición de un texto tan polémico como El príncipe. Sin embargo, prejuicios aparte, se trata de un texto de complejo abordaje. De manera explícita y sistemática gran parte de las fuentes referenciales localizan la obra del pensador italiano en una estela de enjuiciamientos, vagas acusaciones e improperios que entorpecen la sintonía con sus planteamientos. Solo en un elemento coinciden las tesis globalmente desplegadas, en la explicación de cómo erigir el poder de un Estado desde la restricción constante del papel de la religión.
La reflexión política fijada en El príncipe, nace dentro de un marco histórico de cambios estructurales: el establecimiento de monarquías absolutas en los principales estados europeos. Este contexto convierte a Maquiavelo en una especie de profeta que advierte al soberano y que se interesa a la vez por los artilugios desde los que funciona el gobierno, los medios según los cuáles el Estado pudiera fortalecerse, y las medidas para el mantenimiento de dicha entidad. En otras palabras, y en un sentido no reduccionista, el pensador florentino ofrece un servicio a la burguesía como clase en despunte, desde un manual (espejo de príncipes) para la formación del futuro gobernante.
Esta declaración advierte que, para procurar y administrar el poder se apele a los medios de la coacción, la conquista y sometimiento; cuestiones estas que rediseñan el ámbito del humanismo sobre el que se ha encasillado a Maquiavelo. Por tanto, siguiendo una mirada marxista, se exhorta a mantener la comunidad, desde la racionalidad clásica de dominadores y dominados propugnada por la falsa idea de garantizar la paz en la vida civil: “en el pensamiento maquiavélico la asunción del gobierno es resultado de la fuerza, que se tiene antes por mérito propio y se ejerce para conseguir el gobierno: la fuerza es el medio fundamental para hacerse con el poder”.[1]
Claro está, que la intensificación del papel del soberano tiene un trasfondo aún mayor, y es que responde a un desplazamiento de los argumentos teológicos como base del poder: “la instauración de nuevos modos y órdenes en la sociedad fuera de los marcos de sumisión papal”. Aun así, muchos de los temas capitales que conciernen a la religión son vistos por Maquiavelo como necesarios, puesto que las normas comportamentales individuales de los hombres llegan por la vía de una ideología que además ajuste ideas de una moralidad cívica como imperativo de la sociedad. De este modo, prevalece la idea de que, si bien no tiene efecto la religión cristiana en la toma del poder, si se utilice con fines de equilibrio social posterior e incluso influya en una educación política.
Una inserción perspicaz en la propuesta política de Maquiavelo establece de manera fehaciente el paralelismo histórico y de contribuciones teóricas existente entre los Discursos sobre la primera década de Tito Livio y las cuestiones expuestas en El príncipe. El conflicto histórico entre ambas obras sobreviene en el espíritu contradictorio que se maneja respecto a las intenciones de cada texto, dado que el florentino apoya simultáneamente, por un lado, la república y por el otro la monarquía absoluta. Cuestión esta que no señala un desfase teórico, sino un punto de inflexión para considerar el contexto de la Italia renacentista y la toma en consideración del valor de los Discursos.
Una idea común se extrae de las críticas y comentarios a Maquiavelo: su labor teórica presenta un principio de autoconservación frente a estos prejuicios. El realce de los aspectos negativos converge en una interpretación unitaria que postula una teoría política en vínculo con la práctica; “(…) en ese diálogo consistía precisamente la filosofía política clásica, hoy una cosa casi olvidada”.[2]
Notas
[1] Bayona Aznar, Bernardo: Marsilio de Padua y Maquiavelo: una lectura comparada en Foro Interno 2007, 7, págs. 11-34.
[2] Rodríguez Dupla, Leonardo: Maquiavelo y el maquiavelismo, Universidad Pontificia de Salamanca, 2007, Pág.41.