“El momento filosófico contemporáneo tendría entonces acento francés y su gran aportación habría consistido en una reelaboración de la imagen del filósofo y un replanteamiento del papel de la filosofía en el mundo actual”.[1]
Existe una generación de pensadores que, como Aristóteles, Descartes, Kant o Hegel, se distingue al interior de la filosofía continental por su singularidad y el carácter ecuménico de los asuntos que aborda. Es paradójico, porque en realidad, algunos de sus integrantes, ni siquiera son filósofos propiamente hablando, mejor decir que son sociólogos, o que abordan los estudios socioculturales, o lingüistas, escritores, artistas.
No es menos cierto que el saber filosófico ha entrado a un proceso de renovación y crecimiento con los aportes del existencialismo sartreano, las disertaciones acerca del saber y del poder de Foucault, los conceptos de caja de herramientas y rizoma de Gilles Deleuze y el psicoanálisis de Lacan. A estos planteamientos se le suman las líneas de trabajo de Gastón Bachelard, la fenomenología de Maurice Merleau-Ponty, Georges Bataille, Lévi-Strauss, el enfoque marxista de Louis Althusser, la deconstrucción de Jacques Derrida y la filosofía del acontecimiento de Alain Badiou. Todos pertenecientes a un momento de la filosofía registrado en la historia con el término de Filosofía francesa contemporánea.
Entrada la segunda mitad del siglo XX y con el modo capitalista de postguerra en evolución, secundado por el avance de la enajenación y del demérito del filosofar; estos pensadores llevan a cabo una crítica de la cultura, que al tiempo que acentúa el compromiso con la vocación reflexiva de la realidad, fundamenta un nuevo posicionamiento para las ciencias sociales y el saber en consonancia con el presente. De esta manera, a la autenticidad de sus propuestas, se suma el compromiso inevitable con el ámbito político, no como una militancia vacía, sino en el interregno de un momento radicalmente crítico e inconformista como es el caso de la revuelta estudiantil de París en mayo de 1968.
La tarea cardinal de esta tradición de pensamiento, es la reinterpretación del concepto de sujeto desde el entrecruzamiento de “las cuestiones centrales de la filosofía: (el ser, la política, la estética y la existencia)”[2], con el juego del lenguaje: la crítica desde la reflexión en torno a la escritura y sus consecuencias imprevisibles en el ámbito de lo ético-político, estético, filosófico y cultural, además de las técnicas y modelos de aparición lingüísticas en que el sujeto se vincula a la postmodernidad y a su ideal de libertad.
Lo particular de este momento francés es su despunte como representativo del pensar contracorriente de la filosofía. Tomando como hipótesis el hecho de que la realidad va a resultar de la intersección de múltiples eventos singulares, esta generación practica la adopción de un estilo avanzado que rechaza las técnicas tradicionales de interpretación. De ahí que, los métodos de generalización y demostración son sustituidos por las instancias negativas. El orden teórico y lo normal son invalidados por la dispersión y la oblicuidad. El sujeto se encuentra inscrito en un juego de reglas dictadas por una configuración discursiva. Se debate un estudio de lo científico, lo artístico y lo fenomenológico como nuevas formas de apropiación de la sociedad. El psicoanálisis rompe sus fronteras e investiga la apresurada naturaleza del capitalismo.
Si bien se ubican estos pensadores en un momento postmetafísico, sus puntos de vistas empiezan a desencadenar una rica serie de análisis que rebasan con creces tanto los planteamientos más clásicos como los actuales. Testimonio de ello es el obrar filosófico de Jacques-Alain Miller, Jean-Luc Nancy, Jacques Rancière y el propio Alain Badiou, quienes integran un subgrupo más cercano a las nuevas circunstancias mundiales. Conviene insistir en el establecimiento de unas coordenadas de lectura e interpretación, en virtud de las cuales, configurar un acercamiento/distanciamiento a la labor teórica y alcance de estos pensadores. De un lado, instituyen momentos con significación ontológica; del otro lado, las claves para erigir críticamente la evolución posterior del pensamiento contemporáneo. A fin de cuentas, se trata de “sostener la existencia de un espíritu del tiempo, una determinación esencial cuyo principio de captura y concentración, es la filosofía”.[3]
Notas
[1] Llevadot, Laura y Riba, Jordi: Filosofías postmetafísicas, Editorial UOC, Barcelona, 2013, Pág.13.
[2] Ídem. Pág.15.
[3] Badiou, Alain: Manifiesto por la Filosofía, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires,1990,Pág.9.