Ernst Cassirer y las formas simbólicas: Más allá del lenguaje

junio 17, 2020
Ernst Cassirer formas simbólicas lenguaje

 

“El lenguaje en vez de tornarse en el vehículo del conocimiento filosófico, pareció convertirse en ocasiones en el instrumento más poderoso y apropiado del escepticismo filosófico”.

 

La fundamentación teórica de una imagen del mundo, se ha visto fragmentada en unidades específicas que componen una teoría del conocimiento en la época actual. En estas condiciones, las esferas del saber y las manifestaciones culturales, emprenden una labor de segmentación-unificación, desde la cual se erige un conocimiento social con un denominador común: el hombre. Subyacen así, en formas menos evidentes, sistemas relacionales, nuevas concepciones y leyes fundamentales que exigen de un método más riguroso para su decodificación, lo cual indica la apertura de una nueva etapa en la evolución del pensamiento científico y filosófico bajo la forma específica del lenguaje.

Este proceso se revela con particular claridad desde la concepción que maneja el filósofo Ernst Cassirer (1874-1945) en su texto Filosofía de las formas simbólicas (1923). La tarea directa de esta obra amplia los horizontes de la ciencia y la filosofía, al tiempo que expone los signos inmanentes en que se manifiestan las formas de expresión espirituales (lenguaje, arte, mito-religión, pensamiento científico).

Filosofía de las formas simbólicas, opera en un terreno similar al de Fenomenología del espíritu de Hegel. Partiendo de la idea del viaje de la conciencia por las diferentes figuras hasta llegar al concepto, coloca la actividad espiritual en manos del símbolo sensible como condición indispensable para su decodificación.

El móvil principal de esta investigación, radica en nuevos instrumentos analíticos que conllevan a la construcción de una teoría del significado:

“En lugar de investigar meramente los presupuestos generales del conocimiento científico del mundo, había que proceder a delimitar con precisión las diversas formas fundamentales de la comprensión del mundo y aprehender con la mayor penetración posible cada una de ellas en su tendencia y forma espiritual peculiares”.[1]

Esta proposición es el pretexto que usa Cassirer para erigir el edificio del conocimiento teniendo en cuenta, en un primer momento, los distintos estadíos y configuraciones de la teoría lingüística a lo largo de la historia universal. Necesario es recalcar, que no se trata de un manuscrito que esgrime aciertos y desaciertos de razonamientos vinculados a estudios anteriores, sino que atraviesa el conjunto de ellos.

Un segundo momento, Cassirer lo dedica al procedimiento inicial en la Historia de la Filosofía, que explica la correlación empírica del objeto con su descripción cognitiva interpretada por el sujeto; arribando así a una nueva conclusión: la multiplicidad de fenómenos lingüísticos que explican esta relación, abre un campo de singularidad. Este rasgo armoniza con la idea de la percepción concreta de los fenómenos y procesos desde el estrecho vínculo con una teoría antropológica. Por tanto, imposible resulta comprender la forma más simple de manifestarse la relación sujeto-objeto sin tener en cuenta sus implicaciones en otras esferas culturales:

“Las diferentes creaciones de la cultura espiritual –el lenguaje, el conocimiento científico, el mito, el arte, la religión- en toda su diversidad interna, vuélvanse partes de un único gran complejo de problemas, vuélvanse impulsos múltiples referidos todos a la misma meta”.[2]

Surge así, una nueva forma de plantear la aspiración totalizadora de la filosofía, no desde su crítica, sino desde la exposición de su sistema de relaciones.

Signo y símbolo subrayan una nueva senda en que se manifiesta la conciencia, desde el lenguaje como expresión de una esencia oculta, universal y productora de conocimiento. Por tanto, la tarea del lenguaje no es la de repetir meramente determinaciones y distinciones ya presentes en el entendimiento, sino la de establecerlos y hacerlo inteligibles. La semiótica como la herramienta decodificadora y la filosofía como su auxiliar, abren una forma infinita y creadora que incluye la plenitud de cualquier contenido en la función fundamental del significar mismo: “Solo así, en la función fundamental de la simbolización en general y en sus distintas direcciones, se distingue verdaderamente la conciencia espiritual de lo sensible”[3].

Notas

[1] Cassirer, Ernst: Filosofía de las formas simbólicas I: el lenguaje, Fondo de cultura económica, México 1998, Pág.7.

[2] Ídem. Pág.21.

[3] Ídem. Pág.52

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