Todos los filmes del presidente

octubre 20, 2024

Se podría pensar que en Hollywood las películas cuyo tema y principal foco de atención está puesto en el representante de la presidencia del país serán laudatorias y a mayor gloria de la institución. Sin embargo, tenemos el formidable Nixon de Oliver Stone, por no hablar también de su W., acerca de George Bush Jr., cuya escena final vale oro.

Pero, por regla general, esa es la nota predominante de este subgénero de política-ficción que hace del primer mandatario un superhéroe con corbata. A pesar de esto, ha dado lugar a producciones de gran calidad en las últimas décadas. No hablo de Air Force One, donde se nos trata de convencer de que el presidente de EE.UU. es un hombre de paz y diálogo hasta cierto punto. Traspasado ese límite –y aquí siempre intervienen de un modo u otro los intocables “valores familiares”, sin cuyo concurso en Norteamérica parece que es imposible comprender que nadie se decida a hacer nada–, no le duelen prendas en sacar al intrépido y resuelto hombre de acción que lleva dentro, Indiana Jones nada menos. Tampoco hablo de Independence Day, más o menos lo mismo y de idéntica deplorable calidad, aunque no en solitario, sino auxiliado por los alegres muchachos del ejército más poderoso de la historia y con Will Smith practicando ya para la sonora bofetada a Chris Rock que redondea su carrera.

No, no es este el paño al que me quiero referir ahora, sino más bien a aquellas películas donde la superfuerza y demás supersentidos ya se le suponen al presidente por ser «vos quien sois», es decir, nada menos que el comandante supremo de las susodichas todopoderosas fuerzas armadas. Aquí, lo que importa verdaderamente es el carácter, la pasta moral, el carisma y, en fin, la capacidad de liderazgo.

Ejemplos de ello hay desde El joven Lincoln de John Ford hasta Primary Colors de Mike Nichols (donde Travolta hace de Clinton sin que se mencione a Clinton), pasando por El viento y el león de John Milius, cuyo retrato de Theodore Roosevelt es tan bueno que casi roza la caricatura. En cuanto al otro Roosevelt de Pearl Harbor, Franklin Delano, mejor no tocarlo mucho ni mencionar al director. También son notables Amistad de Steven Spielberg, con un presidente no-del-todo-retirado, o las dos películas de magnicidios: JFK, de nuevo de Oliver Stone, y Bobby, de Emilio Estevez, muy distintas en planteamiento y ejecución como para ser tan hermanas.

No obstante, mis favoritas son la cuasi-comedia El presidente y Miss Wade (The American President es su significativo título original), de Rob Reiner y magníficamente guionizada por Aaron Sorkin. Escena por escena todo encaja y se mueve: no en vano fue su inspiración para El ala oeste de la Casa Blanca. También destaco la más desconocida de todas ellas: Candidata al poder (The Contender, en inglés), de Rob Lurie, otro guion indestructible donde se dan cita desafíos morales a la altura doméstica de Primary Colors, pero con el presidente más extravagante de toda esta filmografía, un Jeff Bridges en estado de gracia. No se puede olvidar, tampoco, Poder absoluto, donde es el gran Gene Hackman quien encarna al gran hombre, solo que aquí es un mal hombre y Clint Eastwood le da su merecido.

En cualquier caso, sea lo que fuere lo que pueda pensarse de estas cintas, la imagen que ofrecen del presidencialismo en EE.UU. pocas veces se aparta del aúlico tratamiento de un Rey Arturo moderno: justo, noble y fuerte paladín de la democracia, arropado por su mesa redonda de asistentes, consejeros y colaboradores. No es extraño, por consiguiente, que se le pidiese tanto en su momento a Barack Obama, como si hubiese dejado mucho que desear ante esta mitología casi feudal en la que dar a entender desinterés por lo propio y preocupación por lo público no parece suficiente.

Tampoco es de extrañar que me vengan a la cabeza los superhéroes: ellos, tan sumamente éticos en el apogeo de su poder, vienen a ser igualmente el símbolo de la propaganda que los Estados Unidos hacen de sí mismos para sí mismos y ante el mundo, hasta que algún listillo o resentido filtra documentos a esos aguafiestas de Wikileaks y automáticamente se desvanece el encantamiento…

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