Los disparos efectuados contra el expresidente y actual candidato presidencial republicano Donald Trump en un mitin en Pensilvania (Estados Unidos) están siendo investigados como un intento de asesinato.
La historia estadounidense está sembrada de acciones similares. Lo ocurrido en Pensilvania es horrible, pero lamentablemente no sorprendente.
En cambio, sí es llamativa la cantidad de personalidades que salieron a la palestra tras el tiroteo y afirmaron que la violencia política no tiene cabida en Estados Unidos. El presidente Joe Biden afirmó que este tipo de violencia es “inaudita”.
Y sorprende porque Estados Unidos se fundó sobre la violencia política, y esta ha marcado toda su historia.
De hecho, Joe Biden comenzó su carrera política presentándose como el heredero político de los hermanos Kennedy: el presidente John F. Kennedy, fue asesinado en 1963, y Robert F. Kennedy, en 1968.
Sin embargo, que este incidente se produzca en este momento, dada la naturaleza volátil de la campaña presidencial y la polarización existente en Estados Unidos, es profundamente preocupante.
La forma en que el tiroteo se ha convertido en un arma arrojadiza en las redes sociales con tanta rapidez –con teorías de la conspiración que se desarrollan en tiempo real– significa que el potencial para que este tipo de violencia se intensifique es muy alto.
No hay más que ver la insurrección del Capitolio estadounidense el 6 de enero de 2021 para darse cuenta de lo rápido que puede estallar la violencia política en Estados Unidos.
Esto se debe, al menos en parte, a la forma en que la retórica violenta ha sido cultivada deliberadamente por elementos de la extrema derecha en los últimos años. En particular, ha estado latente en los mítines de Trump desde el comienzo de su primera carrera hacia la presidencia en 2016.
La amenaza de violencia se ha convertido en un elemento central de la imagen política de Trump, de su atractivo y de su base de seguidores. Basta con ver algunos momentos de cada mitin y de cada discurso para oírle hablar de violencia, a menudo con detalles gráficos y con gran fruición.
Por ejemplo, ha aludido repetidamente a las teorías de la conspiración al describir el ataque contra el marido de la expresidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, Paul, en su casa en 2022, además de burlarse de él y bromear sobre el ataque.
Esta es una característica, no un error, de la campaña de Trump y del movimiento que le respalda.
Y tiene un impacto en el mundo real. Una revisión a escala nacional realizada por ABC News (la organización mediática estadounidense) en 2020 identificó 54 casos criminales en los que el propio Trump había sido invocado en “conexión directa con actos violentos, amenazas o acusaciones de agresión”.
Hace apenas un par de semanas, Kevin Roberts, el presidente del think tank de derechas Heritage Foundation (el arquitecto del plan Proyecto 2025 para reformar el gobierno estadounidense bajo una segunda presidencia de Trump), habló de una “segunda Revolución Americana” que “seguiría siendo incruenta si la izquierda lo permite”.
Dado lo omnipresente que se ha vuelto esta amenaza de violencia, quizá sea más sorprendente que un incidente de esta magnitud no ocurra más a menudo, o no haya ocurrido ya.
Una imagen que define la campaña
También llama la atención lo maestro de la imagen política que es Trump. Se puede ver en las imágenes del tiroteo en Pensilvania: después de levantarse, iza el puño desafiante para que se capte esa imagen.
Por supuesto, esa imagen va a definir este momento, si no toda la campaña presidencial de Trump.
Ha habido una serie de puntos de inflexión en esta campaña hasta ahora, y este puede ser el decisivo. Podría convertir a Trump en un santo a los ojos de sus partidarios.
Ver cómo Trump, su campaña y la gente que le rodea utilizan esta narrativa será muy importante, especialmente antes de la Convención Nacional Republicana, que está previsto que comience en Wisconsin en los próximos días.
Dadas las consecuencias de la actuación de Biden en el debate de las últimas semanas, también está surgiendo una imagen opuesta de los dos candidatos que podría consolidarse aún más, aunque no los refleje con exactitud.
Esa imagen de Trump, ensangrentado y con el puño en alto, podría sin duda enmarcar toda su campaña y recabar apoyos.
Es totalmente posible, por tanto, que este se convierta en el momento en que Trump ganó las elecciones.
Emma Shortis, Adjunct Senior Fellow, School of Global, Urban and Social Studies, RMIT University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.