Andrew Thomas, Deakin University
En las últimas semanas, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha reiterado sus rechazos a una solución de dos Estados para la crisis israelo-palestina, afirmando:
No transigiré con el pleno control de seguridad israelí sobre todo el territorio al oeste de Jordania, y esto es contrario a un Estado palestino.
Aunque Netanyahu nunca ha estado a favor de la solución de los dos Estados, ésta ha contado durante décadas con un importante apoyo de gobiernos de todo el mundo, como Estados Unidos, Reino Unido, naciones europeas, Australia, Canadá y Egipto. Sin embargo, ahora parece estar más lejos que nunca, hasta el punto de que algunos la proclaman “muerta”.
Pero ¿qué es realmente la solución de los dos Estados y por qué tantos la consideran la única solución al conflicto?
¿Qué es la solución de los dos Estados?
La solución de los dos Estados se refiere a un plan para crear un Estado palestino separado del Estado de Israel. El objetivo es atender las reivindicaciones palestinas de autodeterminación nacional sin socavar la soberanía de Israel.
El primer intento de crear Estados separados se produjo antes de la independencia de Israel en 1948. El año anterior, las Naciones Unidas aprobaron la Resolución 181 en la que se esbozaba un plan de partición que dividiría el Mandato de Palestina (bajo control británico) en Estados judíos y árabes separados.
Las fronteras propuestas por la ONU nunca se materializaron. Poco después de que Israel declarara su independencia, Siria, Jordania y Egipto la invadieron, desencadenando la primera guerra árabe-israelí. Más de 700 000 palestinos fueron desplazados del nuevo Estado de Israel, huyendo a Cisjordania, Gaza y los Estados árabes circundantes.
En las últimas décadas, ha habido muchas opiniones diferentes sobre la forma que debería adoptar un Estado palestino. Muchos consideraban que la “línea verde” de 1949 era la frontera más realista para los respectivos Estados. Esta línea se trazó durante los acuerdos de armisticio entre Israel y sus vecinos tras la guerra de 1948 y es la frontera actual entre Israel y Cisjordania y Gaza. Sin embargo, tras la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel capturó y ocupó Cisjordania y Gaza, junto con Jerusalén Este y los Altos del Golán.
La mayoría de los debates actuales se refieren a la creación de dos Estados a lo largo de “las fronteras anteriores a 1967”. Esto significaría que el nuevo Estado palestino estaría formado por Cisjordania, antes de los asentamientos israelíes, y Gaza. Cómo se repartiría Jerusalén, si es que se reparte, ha sido un importante punto de discordia en este plan.
¿Por qué es tan importante la condición de Estado?
El tipo de estatalidad al que se refiere la solución de los dos Estados, conocida como soberanía estatal en política internacional, es la autoridad otorgada al gobierno de una nación dentro de sus fronteras y sobre ellas.
La soberanía estatal se formalizó a través de la Sociedad de Naciones (precursora de la ONU) y otorga a los gobiernos el control total para administrar las leyes dentro de sus fronteras, les permite mantener relaciones con otros estados en organismos formales y les protege de la invasión de otros estados en virtud del derecho internacional.
Esto es algo que muchos de nosotros damos por sentado. La inmensa mayoría de los habitantes de la Tierra viven o están legalmente bajo la jurisdicción de un Estado soberano.
El Estado de Israel se estableció formalmente en 1948 mediante el proyecto político del sionismo: el movimiento para establecer una patria judía. El objetivo era crear un Estado soberano –con fronteras, un gobierno y un ejército– que diera al pueblo judío una voz política y un lugar libre de violencia antisemita.
Pero no fue hasta que otros países establecieron lazos diplomáticos con Israel, sumado a su ingreso en la ONU en 1949, cuando alcanzó una soberanía estatal similar a la de otros países. Más de 160 miembros de la ONU reconocen actualmente a Israel; entre los que no lo hacen se encuentran Siria, Irán, Arabia Saudí, Malasia e Indonesia.
Desde el final de la Guerra de los Seis Días en 1967, más de 5 millones de palestinos que no son ciudadanos de otra nación son apátridas. Cisjordania y la Franja de Gaza permanecen en un limbo institucional, como enclaves semiautónomos bajo el control último de Israel.
Aunque 139 miembros de la ONU reconocen un Estado de Palestina, los órganos de gobierno de Cisjordania y Gaza (la Autoridad Palestina y Hamás, respectivamente) no tienen control sobre su propia seguridad ni sus fronteras.
Por ello, la autodeterminación de los palestinos mediante la creación de un Estado soberano ha sido la piedra angular de la acción política palestina durante décadas.
Lo más cerca que estuvieron ambas partes: los Acuerdos de Oslo
Durante un tiempo, a principios de la década de 1990, se avanzó significativamente hacia una solución de dos Estados. Las negociaciones comenzaron en gran medida como resultado de los levantamientos palestinos en Cisjordania y Gaza. A partir de 1987, se conocieron como la Primera Intifada.
En 1993, el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el jefe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, se reunieron en Oslo y firmaron el primero de dos acuerdos llamados los Acuerdos de Oslo. En aquel momento, no se consideró un encuentro entre iguales. Rabin era el jefe de un Estado soberano y Arafat era el líder de una organización que había sido designada como grupo terrorista por Estados Unidos.
Pero los líderes lograron formalizar un acuerdo, tras importantes concesiones por ambas partes, que sentó las bases para la creación de un Estado palestino independiente. Aunque el acuerdo no mencionaba expresamente las fronteras de 1967, sí se refería a “un acuerdo basado en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU” de 1967, que exigía la retirada de las fuerzas armadas israelíes “de los territorios ocupados en el reciente conflicto”. Arafat, Rabin y el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Shimon Peres, recibieron posteriormente el Premio Nobel de la Paz.
En 1995 se firmó el Acuerdo de Oslo II, en el que se detallaba la subdivisión de las zonas administrativas de los territorios ocupados. Cisjordania, en concreto, se dividió en parcelas controladas por Israel, la Autoridad Palestina o una operación conjunta: el primer paso hacia la entrega de tierras en los territorios ocupados a la Autoridad Palestina.
Pero sólo seis semanas después, Rabin fue asesinado a tiros por un nacionalista judío agraviado por las concesiones hechas por Israel.
Las negociaciones entre ambas partes se ralentizaron y la voluntad política empezó a agriarse. Y durante las siguientes décadas, la solución de los dos Estados no ha hecho sino volverse más difícil de alcanzar por diversas razones, entre ellas:
- El ascenso de gobiernos conservadores en Israel y la falta de presión política efectiva por parte de Estados Unidos.
- La cada vez menor influencia política de la Autoridad Palestina de Mahmoud Abbas y el ascenso de Hamás en Gaza, que provocó una división política entre los dos territorios palestinos.
- Las amenazas de Hamás de aniquilar a Israel y su negativa a reconocer al Estado israelí como legítimo.
- El continuo crecimiento de los asentamientos israelíes en Cisjordania, que ha convertido el territorio en una serie cada vez más reducida de pequeños enclaves conectados por puestos de control militares
- La disminución del apoyo al modelo tanto entre los israelíes como entre los palestinos.
- Violencia política continuada en ambos bandos.
Y, por supuesto, está Netanyahu: ningún individuo ha hecho más por socavar la solución de los dos Estados que el actual líder israelí y su partido. En 2010, salió a la luz una grabación filtrada de 2001 en la que Netanyahu se vanagloriaba de haber “puesto fin de facto a los Acuerdos de Oslo”.
¿Qué alternativas hay?
No hay muchas alternativas y todas plantean problemas importantes.
Algunos abogan ahora por una “solución de un solo Estado”, en la que se concedería la ciudadanía israelí a los palestinos de Cisjordania y Gaza para crear un Estado democrático y étnicamente pluralista.
Aunque los árabes ya constituyen alrededor del 20 % de la población actual de Israel, la solución de un solo Estado no sería políticamente viable. Según la ideología sionista, Israel debe seguir siendo siempre un Estado de mayoría judía y conceder a los palestinos la ciudadanía en los territorios ocupados lo socavaría.
Otro tipo de solución de un solo Estado no es viable por una razón diferente. Los ministros más ultraderechistas del parlamento israelí han defendido ampliar el control soberano total sobre Cisjordania y Gaza y fomentar los asentamientos judíos masivos en estas zonas. Tal acción provocaría la ira de la comunidad internacional y de las organizaciones de derechos humanos y se consideraría equivalente a una limpieza étnica.
La otra opción es el statu quo. Aunque el ataque de Hamás del 7 de octubre y el posterior asalto israelí a Gaza nos han demostrado que ésta tampoco es la solución óptima.
Andrew Thomas, Lecturer in Middle East Studies, Deakin University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.