«El bosque de la fylosofía: Filósofas y filósofos desde la Antigüedad hasta el presente» de Álvaro Alonso

diciembre 21, 2023

Unless philosophy can make a Juliet…

Willam Shakespeare, Romeo y Julieta

Dicen que el estoicismo vuelve a estar de moda, en plan rebranding, cuando en realidad jamás se había ido. El estoicismo no es más que la estrategia más astuta que haya inventado la filosofía para hacer creer a todo tu público de Facebook que vas a vencer siempre todas las batallas que libres en tu vida a priori y sin apenas luchar (por si hubiera alguna duda, aquí va un texto de Francisco de Quevedo para corroborarlo fehacientemente: Estoicismo y pasiones – urdimbre (urdimbre-revista.es)).

O sea, el sabio estoico siempre queda por encima de cualquier problema o conflicto real, precisamente porque lo niega y lo desprecia de antemano. Nada mejor para el mundo que una urgente reflexión acerca de la alternativa al capitalismo, la amenaza climática, la desigualdad económica creciente y la brecha digital desmesurada. Así pues, ¿cuál es el remedio específicamente estoico para cualesquiera crisis?

El más cómodo: no existen, es un espejismo que padecen los demás, los no-sabios, detrás de todo ello está el Logos Cósmico, y este jamás se equivoca ni conoce alternativa -al contrario, toda alternativa sería siempre nefasta… El emperador Marco Aurelio como modelo, como best-seller del s. XXI, ese hombre que toda su vida tuvo demasiado miedo como para asumir la responsabilidad de poder que le había caído encima, y que prefirió sentirse como Epicteto, el más tirado de los esclavos. Marco y su famoso «refugio interior», la «fortaleza de la soledad» del Superman romano, lo más querido y alabado por el atribulado autor de sus mal llamadas –quiero decir mal traducidas- Meditaciones.

Porque si lo que quieres es gozar de un calentito y acogedor refugio interior, sin duda tu vocación es la filosofía, jamás la máxima magistratura del mundo conocido. Porque Cómodo sería un necio y un inmoral, pero al menos le encantaba ser el hombre en la cúspide de la cadena trófica. El estoicismo ha sido desde su fundación una suerte de budismo desesperado, de budismo sin Nirvana. Y ese es y será siempre su mérito incontestable: moralizar la historia (puesto que todo lo que acontece se dice «justo» por el sólo hecho de tener lugar, lo cual yo, al menos, no termino de comprender), hacer de tu existencia una prueba tan dura como el diamante (pero Séneca, mira tú, era el hombre más rico de su tiempo), y despojar al ser humano de toda vinculación sintiente y engagé con su prójimo (el estoico se consuela fácilmente hasta de la muerte de un hijo). No obstante, hay que reconocer que te garantiza el dudoso honor del sufrimiento crónico sin ofrecerte soborno alguno a cambio.

El mérito es ese, para quien le guste, el demérito consiste más bien en el que el estoicismo es la filosofía moral propia de la masculinidad en Occidente, y por eso digo que sigue completamente vigente entre nosotros. Hubiera o no patriarcado en ese sentido tan fuerte del paterfamilias romano antes del estoicismo lo que es seguro es que el estoicismo vino a remacharlo indeleblemente, hasta hoy. No existe un estoicismo para hembras, las hembras, por el contrario, han gozado siempre del derecho a sentir, llorar, establecer vínculos de afectos y cuidar de los necios, que los sabios ya se cuidan ellos solos.

Álvaro Alonso, en el libro que vengo a reseñar, El Bosque de la Fylosofía: Filósofas y filósofos desde la Antigüedad hasta el presente (Sílex Universidad Magnum), se acuerda del I wanna be your dog de Iggy and the Stooges al hablar de los cínicos, y es capaz de ofrecer paralelismos semejantes a propósito de cualquier episodio de la Historia de la Filosofía. Pero, ante todo, es consciente de esa quiebra, es consciente de que si hoy está de vuelta el estoicismo es tan sólo para que tipos como Jordan Peterson se permitan el lujo de incidir en la cesura entre el papel de los hombres y el papel de las mujeres en una civilización que ya no cree en esos dualismos reaccionarios por mucho que la Derecha Alternativa tenga a muchas personalidades femeninas de su parte, algunas en el poder. Alonso se ha arremangado y ha puesto manos a la obra para escribir un manual de filosofía alternativo e inclusivo (como el de Lola Cabrera Trigo: Una historia alternativa e inclusiva de la Filosofía Occidental), y así tratar de reparar la injusticia histórica del estoicismo omnímodo que relega el pensamiento de las mujeres, precisamente porque carecen, o prescinden, de la apatéia propia del sabio masculino estoico, a la categoría de anécdota entrañable.

Escribe Amelia Varcárcel, con gracia y sarcasmo, en su estupendo La civilización feminista de este mismo año 2023 que,

Los y las sufragistas argumentaron sobre un punto evidente: el completo sufragio masculino permitía el derecho de voto a cualquier varón, incluidos iletrados, dementes, analfabetos, insanos y viciosos, y a ninguna mujer, incluidas honestas madres de familia, maestras, enfermeras, universitarias y aun doctoras (La esfera de los libros, Pág. 41)

Diógenes Laercio cuenta que Xantipa expurgó los escritos de su marido Sócrates, y que por eso no disponemos de doctrina directa alguna del genial fundador. Así se escribe la historia, hasta que rebeldes como Álvaro Alonso o Lola Cabrera se deciden, en nuestro país, a contarla de otra manera.

Virginia Woolf, por su parte, en carta del 9 de abril de 1935 decía, indignada, que (…) el velo del templo -que, si universidad o catedral, no recuerdo si era académico o eclesiástico- habría de alzarse, y como una excepción, habrían de permitirme traspasarlo. Pero ¿qué ocurre con mi civilización? durante dos mil años hemos hecho cosas sin que nos pagaran por hacerlas. Ahora no podéis sobornarme. Esa civilización, en efecto, la de Woolf y la de Valcárcel, está en formación en el tránsito que va de la una a la otra, y lo que consiguen libros como este es consolidarla. Alonso ha colocado una «Y griega» en cursiva en la «í» latina de «Filosofía»: espero que el estoicismo cisheteropatriarcal sufra por fin ese estremecimiento que dice evitar, o sea, que se eche a temblar.

7 Comments

  1. Yo tuve una caída sentimental muy fuerte, me recomendaron leer sobre el estoicismo, es difícil de entender cuando estás en crisis.

    Muy interesante tu artículo.

  2. Estuve leyendo sobre estoicismo y me pareció bien, y ahora me gustó esta nota ya que me gusta nutrirme de distintas corrientes y luego sacar mis propias conclusiones. Gracias!

  3. El estoicismo tiene cosas buenas. Sus principios justicia, sabiduría, templanza y coraje deberían estar en la ruta del ser humano. Ni tanto fuego que queme al santo ni poco que no lo alumbre. Hoy y siempre la verdad es relativa. Posiciones absolutas no aportan porque radicalizan y polarizan

  4. ¿No serías contrario al racismo en los años treinta porque radicaliza y polariza? A mí el único ser que me parece capacitado para ser estoico sin hacer daño a nadie es un árbol…

  5. El estoicismo como siempre, nos brinda salidas, que no siempre y no para todo el mundo son efectivas, pero ahí se erigen para toda persona que lo necesite.

  6. De Gurús esta el mundo lleno, pero la procesión va por dentro. Esta frase es muy acertada, ya que nos recuerda que cada persona es responsable de su propio camino y que no hay soluciones mágicas o universales para los problemas de la vida y menos en Facebook. El estoicismo, como cualquier otra filosofía, es una herramienta que puede ayudarnos a enfrentar los desafíos de la vida, pero no es la única herramienta ni la más adecuada para todas las personas.

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