Daniel García Pérez, Universidad Complutense de Madri
Con la inteligencia artificial tan presente en el debate público, surgen preguntas sobre lo que nos hace humanos y sobre los límites de nuestras capacidades. Precisamente, hay algo muy humano en el funcionamiento de algunas tecnologías de inteligencia artificial que las hace tan atractivas: el diálogo.
El diálogo es esencial y necesario para el desarrollo de la mente. Lev S. Vygotsky, pionero de una de las teorías más influyentes sobre desarrollo psicológico humano, argumentaba que los procesos psicológicos superiores se desarrollan primero en interacción y diálogo con las otras personas. Después se interiorizan para poder controlar nuestro comportamiento. De acuerdo con esto, la memoria, el lenguaje o el pensamiento surgen en la relación con los demás y posteriormente se usan de forma interna.
Necesidad del otro
Entre otras cosas, esto implica que necesitamos a las otras personas para desarrollar nuestro comportamiento. En las primeras etapas, la familia y los allegados nos van proporcionando esa interacción tan necesaria. A través de la relación con ellos, aprendemos a crear y organizar nuestras ideas, a designar y pensar sobre los objetos e interactuar con el mundo físico y social.
Aunque va cambiando la forma y el tipo de relaciones sociales, la interacción y el diálogo con otras personas (docentes, grupo de clase, amistades…) seguirá siendo esencial para el aprendizaje y el desarrollo a lo largo de toda la vida.
Además, el uso de herramientas intelectuales diversas, desde libros a tecnologías de inteligencia artificial, cumplirá también un papel mediador de diálogo con la cultura, que nos permitirá ir interiorizando conocimientos y habilidades.
Un antiguo método de enseñanza
No es casualidad que el diálogo sea uno de los métodos más antiguos de enseñanza. Usada al menos desde los tiempos de Sócrates, la enseñanza basada en el diálogo ha estado presente a lo largo de la historia.
Por ejemplo, en el siglo XVI, en uno de sus conocidos ensayos, Montaigne defendía que la educación debe proporcionar un diálogo con muchas personas para que se pueda llegar a pensar bien por uno mismo. Ya en el siglo XX, figuras como el pedagogo brasileño Paulo Freire consideraban que el diálogo es algo fundamental en la educación, el medio principal de conocimiento.
Diálogo productivo
La investigación empírica de las últimas décadas ha mostrado que la enseñanza basada en el diálogo es un método efectivo de aprendizaje en distintas etapas educativas, para todo tipo de asignaturas y capacidades.
Sin embargo, también se señala habitualmente que en la práctica educativa no se suele generar un diálogo productivo. No es suficiente con que hablen varias personas o se hagan preguntas que se responden con sí, no o con una palabra. Para que un diálogo produzca aprendizaje hay que lograr que se comparen, argumenten, elaboren y ejemplifiquen distintas posiciones y formas de entender un problema, usando nuestras propias palabras. Entonces, no todo vale.
Potenciales y riesgos
Que las tecnologías de inteligencia artificial tomen la forma de un diálogo tiene potencial para nuestras capacidades, pero también riesgos. Para que el diálogo sea beneficioso, no deberíamos quedarnos con el texto que nos ofrezca la tecnología sin más. Deberíamos contrastar la información en distintas fuentes y elaborarla con nuestras propias palabras. Esta puede ser una fuente más donde nos documentemos, no un producto final.
Para ello, las empresas de tecnologías de IA como ChatGPT tienen que dar respuesta a muchos interrogantes. Algunos de ellos son comunes con otras tecnologías digitales. Primero, deben asegurar que detrás de la magia de la máquina no haya horas y horas de trabajo humano en condiciones penosas y deben ser responsables en la previsión de consecuencias y la velocidad con la que la lanzan los productos.
Además, la inteligencia artificial no debería ser una caja negra de la que no sabemos casi nada. Debería ser transparente sobre sus fuentes y su funcionamiento. Así, podremos valorar mejor sus respuestas y contrastarlas, y reconocer el trabajo intelectual humano que hay detrás.
Mientras tanto, sigamos haciendo eso que nos hace tan humanos: dialoguemos. Asegurémonos a través de una conversación colectiva de que las tecnologías que se construyen son las que queremos para nuestra sociedad.
Daniel García Pérez, Profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.