Últimamente no eres una persona, te dices sentado frente a un pedazo de espejo sobre la ventana. Eres un punto focal enjuto donde el universo se va haciendo consciente de sí mismo. Yoan Miguel Parra (En algún lugar)
Confieso que soy un mal viajero, soy uno de esos que siempre se aferra a lugares, a un recuerdo que, como brisa o destello, se niega a abandonar la memoria. Por naturaleza me aferro a las fotografías, como la evidencia, de que algo sucedió; una escena o un momento que solo puedo capturar en el lente. Después de un tiempo fuera de mi isla natal, descubro, quizás por coincidencia o por el destino, una cara familiar; Leonardo Padura es sin duda un referente de la literatura cubana. Ví una foto del escritor en el HAY festival de Cartagena, por un momento, se convirtió en un puente con mis recuerdos; nada mas ajeno a mi vida; sin embargo, aquella persona era lo único cubano que pude ver en mi acogedora Cartagena de Indias. Fui a su presentación y lo escuché, convirtiéndose por unos 40 minutos en mi refugio ausente, en mi Cuba añorada, llena de recuerdos y despedidas. No sé si habría otros cubanos allí, a lo mejor sí, a lo mejor no, pero aquella sensación de conexión me bastaba. Fue suficiente para, aunque fuera un instante, conectar espiritualmente con mi pasado.
Padura habló de su última producción, Personas Decentes, y frente a un público ajeno al vaivén de la isla, comentaba sobre aquellos pequeños detalles del cubano común. Su ponencia fue un casi relato ontológico de la isla, un breve cuento que conecta dos épocas diferentes en la Habana. Personas Decentes es según el propio autor, un intento de cruzar historias en el tiempo, una Habana de inicios del siglo XX, con la Habana de inicios del siglo XXI. Ambos momentos atravesados por expectativas, desde una mirada que solo el futuro y la literatura podrán juzgar.
Esta es una novela que toca el tema de la prostitución en Cuba, tema bastante delicado desde las “coordenadas morales y prometeicas” de la Revolución Cubana. El discurso del escritor y la novela coquetean con esta provocación, un oficio; tal vez de los más antiguos de la historia, y al mismo tiempo de los más rechazados según el autor, por la cultura occidental. Sin convertirse en un apologeta de tan cuestionable práctica, Padura explica cómo desde los inicios de la nación, e incluso hasta la actualidad, con o sin la moral revolucionaria, todavía existe prostitución en Cuba; como una práctica que, en la jerga cubana, nombra a los que la realizan como jineteras o jineteros.
La literatura cubana vive dentro y fuera de la isla; tal vez irónicamente goza de mejor salud fuera de su hábitat natural, sin que la asfixien con los grandes compromisos políticos.
La presentación de Personas Decentes de Padura en Cartagena es un éxito, se llena el teatro, los lectores hacen fila para comprar y quedarse con la firma del escritor tropical. Es como un pequeño síntoma de lo que es Cuba para todos, un relato exótico, una literatura que cuenta mejor que nadie las vivencias sociales de una isla “rebelde”; al olvido y al mundo. La literatura cubana vive dentro y fuera de la isla; irónicamente goza de mejor salud fuera de su hábitat natural, sin que la asfixien con los grandes compromisos políticos.
Cuba adentro y Cuba afuera; esa disonancia intriga, es un síntoma de un desgarramiento interno que se vive. Padura como escritor es un síntoma también, su magnifica literatura es aplaudida en Colombia y España; mientras que en Cuba las instituciones culturales del Estado apenas lo mencionan. Por momentos el escritor mencionó la falta de voluntad política y de interés cultural de divulgar sus obras en su tierra natal; quedando en evidencia que la censura cultural puede ser una herramienta de selección macabra.
Padura, en el HAY Festival de Cartagena, nos recuerda varias figuras de la escena cultural cubana. Sin falta menciona a Virgilio Piñera, escritor condenado a un cono de sombra cultural, totalmente apartado de la esfera literaria en sus años de vida. Con ello Padura nos recuerda que la historia de Cuba esta llena de olvidos y recuerdos selectivos, que por momentos son enterrados y al paso del tiempo son rescatados del cementerio de la historia. Un personaje singular que nuestro escritor menciona en la novela es Yarini; un reconocido proxeneta de inicios del siglo XX en la Habana. Una Habana en crecimiento y expansión, llena de expectativa al igual que la de inicios del siglo XXI en el 2016. Aun Yarini, siendo un proxeneta, un “chulo”, desde la perspectiva de Leonardo Padura resulta un personaje fascinante, un ejemplo de la complejidad de las figuras en la historia de Cuba. Como es habitual en sus novelas Leonardo Padura nos invita a reflexionar sobre la isla, la de ayer, la de hoy y también la del mañana; esa Cuba que vive dentro y fuera de sus límites geográficos; sobre una literatura cubana que es aplaudida, promocionada y avalada irónicamente en Latinoamérica y Europa; y evadida por aquellos guardianes de la cultura dentro de la isla.