Con la publicación en español del libro de Corinna Lotz sobre Iliénkov, la editorial Ande ha provisto de una excelente herramienta al público hispanohablante interesado en la filosofía marxista. Finding Evald Ilyenkov fue el primer libro que comprara en línea en mi vida. Su costo no fue alto, pero pagué además una cantidad similar por su envío desde Reino Unido a Canadá. Nada de que arrepentirse, fue una inversión provechosa. Es un libro corto y fácil de leer, pero logra abordar varios puntos clave de la vida y el pensamiento de Iliénkov que juzgo de una importancia capital en nuestros días tanto desde el punto de vista teórico, como del político.
En primer lugar, el libro resalta las dificultades y conflictos personales que un filósofo, incluso un marxista devoto como lo fue Iliénkov, tiene que pasar en una sociedad socialista como lo fuese la URSS. Estas dificultades comenzaron desde el mismo principio de la vida académica de Iliénkov cuando eventualmente fue expulsado de la Universidad de Lomonosov y se le impidió impartir docencia debido a sus ideas sobre el objeto de la filosofía y su adecuada relación con las demás ciencias. El capítulo del libro de Lotz titulado Las tesis incendiarias cubre esta historia sumándose a otros trabajos publicados sobre este tema, como el bien documentado comentario de Víctor Carrión Evald Iliénkov: Vida e ideas[1] o el sugestivo artículo de David Bakhurst Punks contra Zombis.[2]
Sin embargo, pienso que lo más importante acerca de la historia de «las tesis incendiarias» es la comprensión de lo dañino que puede llegar a ser para el marxismo la ausencia de libertad de pensamiento y la subordinación de los filósofos a una casta de burócratas torpes situados por encima de la sociedad.
En mi opinión, la noción de Iliénkov sobre el objeto de la filosofía como la «lógica del desarrollo de la concepción del mundo»[3] es la interpretación correcta de los señalamientos de Engels sobre la muerte y la venganza póstuma de la filosofía. Sin embargo, pienso que lo más importante acerca de la historia de «las tesis incendiarias» —y el libro de Corinna muestra muy bien este aspecto— es la comprensión de lo dañino que puede llegar a ser para el marxismo la ausencia de libertad de pensamiento y la subordinación de los filósofos a una casta de burócratas torpes situados por encima de la sociedad.
Realmente quiero hacer hincapié en que el problema real aquí no radica en las peculiaridades de una teoría específica (en este caso acerca del objeto de la filosofía), sino en la subordinación coercitiva de la ciencia por un establishment burocrático. La «ortodoxia» del Marxismo en la URSS y en otros países socialistas nunca estuvo permanentemente anclada a ningún contenido teórico peculiar. En palabras de Kolakowsky, «El “marxismo” significaba nada más ni menos que el actual pronunciamiento de la autoridad en cuestión. Tú eras marxista no porque aceptaras determinadas ideas —sean de Marx, Lenin o incluso de Stalin— como ciertas, sino porque estabas preparado a aceptar lo que fuese que la autoridad suprema proclamara hoy, mañana, o dentro de un año.»[4] A esto debemos agregarle las vendettas personales, el oportunismo, y las luchas generacionales dentro de los círculos académicos donde se usan las influencias políticas y las acusaciones ideológicas como armas. Como dice un dicho cubano, «un día te pudieran hacer un homenaje, y al siguiente un acto de repudio.»
Iliénkov continuó siendo atormentado por estos burócratas mediocres durante toda su vida. Algunos de sus trabajos fueron publicados e incluso traducidos a otros idiomas, y le fueron otorgados importantes premios académicos. Sin embargo, también sufrió persecución profesional, censura y rechazos injustos por parte de muchas revistas soviéticas importantes. Ustedes podrán imaginarse cuán difícil fue para Iliénkov permanecerse fiel a sí mismo al desarrollar sus ideas originales sobre la filosofía, el método dialéctico y lo ideal. Pero él se las arregló para dejarnos una obra filosófica de gran profundidad en su corta pero prolífera vida.
El núcleo del libro de Lotz, sin embargo, no trata sobre la obra o la vida de Iliénkov, sino sobre la historia de su recepción en occidente, especialmente en el mundo angloparlante. En mi opinión, esta es la parte más interesante. Al leerla, se me ocurrió que podría ser un ejercicio muy provechoso reflexionar sobre cómo cada uno de nosotros se encontró con este pensador en nuestros diferentes países. Por eso, no voy a tratar de resumir la historia de la recepción de Iliénkov en el mundo angloparlante; recomiendo al lector que se informe sobre ese tema directamente en el libro de Corinna Lotz. En su lugar, permítanme compartir con ustedes cómo yo encontré a Iliénkov, mientras aún era un estudiante de pregrado en la Universidad de La Habana.
En el 2010, el programa de cinco años de licenciatura en filosofía de la Universidad de La Habana, incluía (puede que aún sea exactamente así, no estoy seguro), en el segundo semestre de su segundo año, un curso titulado Pensamiento y Producción Espiritual. El libro principal de esa asignatura (uno de los pocos que nos dieron en físico a lo largo de la carrera) fue la Lógica dialéctica de Iliénkov. Es en efecto un libro excitante y diferente. Lógica dialéctica se convirtió en mi libro más usado y más temprano que tarde se llenó de tinta de distintos colores, cientos de anotaciones al margen, etiquetas, índices temáticos elaborados a mano, etc. Como dijera Gilberto Pérez Villacampa: «El libro de Iliénkov es uno de esos que se resiste a quedarse en la casa y mucho menos en la biblioteca, es uno de esos que requieren —como lo quería Nietzsche para los suyos— la capacidad de rumearlos una vez ingeridos, uno de esos cuyas solapas le quedan estrechas y comienzan a largarlas de tantas lecturas y por su constante manoseo en lugares no idóneos para la lectura.» [5]
Luego de mi graduación, pasé a ser profesor en la misma universidad e impartí el mismo curso. Recuerdo que, en aquellos días, intenté complementar las ideas de Iliénkov en Lógica dialéctica y otros textos con el trabajo de una extraordinaria filósofa cubana, Zaira Rodríguez Ugidos.
Sin embargo, el texto con el cual me enamoré del pensamiento de Iliénkov fue uno mucho más modesto que Lógica dialéctica tanto en tamaño como en altura teórica. Fue su artículo titulado Nuestras escuelas deben enseñar a pensar. Recuerdo que cuando leí este artículo por primera vez, sentí una suerte de envidia: sentí que esa era la forma exacta en la que yo veía las cosas pero que Iliénkov me había tomado la delantera en escribirlas.
El libro de Corinna Lotz, especialmente en su discusión del experimento de Zagorsk, también aborda el papel capital asignado por Iliénkov a la formación de una personalidad altamente desarrollada y la habilidad del pensamiento independiente.
Permítanme compartir mi punto de vista sobre este importante tema, porque pienso que es de la más urgente actualidad.
Para Iliénkov, aprender la dialéctica materialista, a través de una examinación crítica de la historia del pensamiento humano, particularmente de la filosofía, equivale a aprender cómo pensar correctamente al nivel teórico. En el plano educacional, esto significa que las escuelas deberían enseñar a los individuos no qué pensar (i.e., lo que se les permite pensar y repetir como papagayos) sino cómo pensar (i.e., cómo pensar de forma independiente). Y este es un aspecto vital del proyecto comunista. Porque el problema de una personalidad multifacética, en palabras de Iliénkov, «la tarea de transformar cada individuo sobre la Tierra en un individuo universal altamente desarrollado,»[6] no es simplemente un esfuerzo educacional sino también político: es el peldaño emancipatorio decisivo en la aventura humana por la libertad. Porque, citando a Iliénkov, «sólo una comunidad de tales individuos no necesitará más de ninguna forma externa (alienada) de regulación de sus actividades: ya sea en forma mercantil-monetaria, legislativa, estatal-política, u otras formas de administración de las personas.»[7] Solo tal comunidad de individuos con pensamiento desarrollado e independiente puede verdaderamente apropiarse de la riqueza social sin el intermediario formal de una «vanguardia», i.e. de una casta de burócratas profesionales.
La transición de la propiedad formalmente «colectiva» (mediada por una élite de burócratas) a la real, genuina, directa forma de propiedad colectiva en una verdadera democracia horizontal (no «centralista», es decir, vertical) compuesta por individuos universalmente desarrollados, fue el propósito de Iliénkov. Trágicamente, la frustración sistemática de esa esperanza en el «estancado» régimen soviético sumergió a Iliénkov en una crisis depresiva que eventualmente lo condujo al suicidio.
Yo creo que nosotros debemos tomar la trágica muerte de Iliénkov de manera muy seria. Puede que suene exagerado, pero una analogía con la muerte de Sócrates pudiera ser útil aquí. Toda la obra de Platón puede ser vista como su intento de explicar cómo la cima de la civilización, la luz de la razón humana en el mundo antiguo, la polis democrática ateniense, mató a su ciudadano más racional. Se hizo claro ante los ojos de Platón que algo andaba mal con esta sociedad por la cual su maestro había vivido y muerto y Platón se convirtió en su más profundo crítico.
Pienso que, con respecto a Iliénkov y el socialismo, nosotros debemos asumir el rol de Platón con respecto a su maestro y la democracia ateniense. Debemos explicar cómo la supuesta sociedad más racional (socialista) hasta el momento llevó a su pensador más avanzado a suicidarse. Debemos revelar críticamente cómo y por qué tal tragedia fue posible —sino inevitable— en un país socialista. Debemos identificar, sin ningún intento de ocultar o disminuir verdades incómodas, qué anda mal en el socialismo.
Con esto, desde luego, de ninguna forma sugiero asumir la propuesta de Platón, es decir, la construcción de una forma aristocrática de comunismo. El propio Iliénkov estaba al tanto de que ese tipo de comunismo elitista era de hecho el problema en su país. He aquí lo que dijo al respecto:
[Marx rechaza] el sueño de Platón. Tal idea es inaceptable para Marx porque presupone el derecho del estado —como cierto monstruo impersonal— a indicar a cada individuo qué y cómo hacer las cosas, sin tomar en cuenta sus deseos. Porque en la práctica, el derecho a manipular a los individuos es monopolizado por una casta de oficiales burócratas, quienes imponen su torpe voluntad a la sociedad entera y hacen pasar su limitada inteligencia como si fuese La Razón, como la encarnación de la razón «general» (colectiva).[8]
Esta cita proviene del fascinante texto de Iliénkov Sobre ídolos e ideales. Este texto fue recientemente publicado en español en una colección en dos volúmenes de obras de Iliénkov por una editorial llamada Dos Cuadros. Me encantó ver que también incluye el texto Hegel y la enajenación. Estos dos textos son importantes porque contienen un aspecto del pensamiento de Iliénkov ampliamente ignorado en occidente, en especial en el mundo angloparlante: el pensamiento político de Iliénkov y, en particular, su visión sobre el problema de la enajenación.
Para Iliénkov, la forma más primitiva de enajenación es la idolatría, al punto que él la identifica como una forma no específicamente humana (es decir, una forma animal). Iliénkov usa el ejemplo de un experimento de Pávlov donde el gran fisiólogo observó cómo, una vez creado el reflejo condicionado positivo iluminando una bombilla antes de servir comida al perro, el animal eventualmente comenzaba a lamer la bombilla cuando esta encendía. La psique animal es incapaz de separar el símbolo (la señal) de aquello que representa, atribuyendo a aquel las propiedades de lo representado. Y nosotros debemos admitir, que la izquierda, particularmente en Latinoamérica, ha estado lamiendo bombillas durante demasiado tiempo: los «líderes revolucionarios» se han convertido en ídolos incuestionables, el ideal comunista se ha convertido en un culto con sus objetos sagrados de fe, hemos hecho ofrendas y altares al Guerrillero heroico y hemos rezado el Chávez nuestro con devoción ciega. En el nombre del ídolo del «comunismo» hemos justificado las injusticias más despreciables y el sufrimiento innecesario de pueblos enteros. Esta actitud de secta fanática nos impide realizar nuestra crítica platónica para encontrar qué ha estado andando terriblemente mal con el socialismo en el siglo pasado y en el presente.
En el nombre del ídolo del «comunismo» hemos justificado las injusticias más despreciables y el sufrimiento innecesario de pueblos enteros. Esta actitud de secta fanática nos impide realizar nuestra crítica platónica para encontrar qué ha estado andando terriblemente mal con el socialismo en el siglo pasado y en el presente.
A diferencia de algunos marxistas occidentales que abordaron este tema, quienes tienden a tratarlo como un fenómeno esencialmente mental (i.e., subjetivo), Iliénkov tiene una concepción muy concreta, objetiva y terrenal sobre la enajenación. Quiero terminar el texto con una cita de Iliénkov que ilustra esto y que por demás encuentro de acuciante actualidad hoy dada la injusta y peligrosa invasión a Ucrania por parte de Rusia:
[El problema de cómo eliminar la enajenación] es el de la creación en el globo terráqueo (y en una menor dimensión esta tarea es imposible de resolver) de condiciones tales que excluyesen para siempre la posibilidad de la aparición de las guerras. Pues en las condiciones presentes la guerra es la perspectiva de la pérdida real por la humanidad de toda la cultura material y espiritual ya lograda por ella, de la «enajenación» de esta cultura en el sentido literal y crudo de la palabra. La posibilidad de la guerra es la posibilidad para la humanidad «de quitarse la vida». Y esto – desgraciadamente– no es un juego de palabras.[9]
Bibliografía
Bakhurst, David 2019, “Punks versus Zombies: Evald Ilyenkov and the Battle for Soviet Philosophy’, in Philosophical Thought in Russia in the Second Half of the 20th Century: A Contemporary View from Russia and Abroad, edited by Vladislav A. Lektorsky and M. Bykova, pp. 53–78, London: Bloomsbury Academic.
Carrión, Víctor Antonio 2017, “Evald Iliénkov: vida e ideas’, in Dialéctica de lo abstracto y lo concreto en “El Capital” de Marx, edited by Evald Vasílievich Iliénkov, Quito: Edithor.
Iliénkov, Évald V. 2021, “Hegel y el problema de la enajenación’, in Obras Escogidas, Vol. 2, pp. 289-306, Madrid: Dos Cuadros.
Iliénkov, Evald Vasílievich 1997, “De ídeolos e ideales’, Contracorriente, 10.
Ilyenkov, Evald V. 1977, Dialectical Logic: Essays on its History and Theory, translated by H. Campbell Creighton, Moscow: Progress.
Ilyenkov, Evald V. 1991, Filosofiya i Kultura, [Philosophy and Culture], Moscow: Politizdat.
Kołakowski, Leszek 1978, Main Currents of Marxism: Its Rise, Growth, and Dissolution, Vol. 3. The Breakdown, Oxford: Clarendon Press.
Pérez Villacampa, Gilberto 1996, “Iliénkov in memoriam’, Contracorriente, 2, 3: 59-74.
Notas
[1] Carrión 2017.
[2] Bakhurst 2019.
[3] Ilyenkov 1977, pp. 251, 372.
[4] Kołakowski 1978, p. 4.
[5] Pérez Villacampa 1996, p. 59
[6] Ilyenkov 1991, p. 151.
[7] Ilyenkov 1991, p. 151.
[8] Iliénkov 1997, p. 78.
[9] Iliénkov 2021, p. 305-306.