La Guerra de Vietnam, probablemente el suceso más influyente de la historia estadounidense desde el bombardeo atómico contra Hiroshima y Nagasaki. Fue el punto de partida de un movimiento fuertemente arraigado en la cultura popular global: la contracultura. La década de 1960 estuvo marcada por los mayores cambios en la moral y las formas de vida desde los 1920 en Estados Unidos. Los jóvenes se rebelaron contra lo que vieron como la sociedad conformista de sus progenitores. La defensa de la revolución sexual, ayudada por los avances científicos y legales, y el consumo de drogas fueron significativos durante esos años. Esto era parte de un fenómeno global que poseía las mismas características de ruptura con lo que lo precedió. El grado de semejanza con las protestas de mayo de 1968 llegó a ser casi fabuloso.
Una Nueva Izquierda anticapitalista y pacifista ascendió como parte de la oposición de la opinión pública al involucramiento de Estados Unidos en Vietnam. La contracultura no se limitó a la política; sino que invadió todas las esferas sociales, legitimando sus estándares radicales de gustos y comportamientos tanto en el arte como en la vida. Si bien muchas de estas expresiones organizadas de cambio social no sobrevivieron el fin de la guerra, sí modificaron la vida de los estadounidenses: el consumo de drogas se volvió parte de la vida de la clase media; la revolución sexual redujo la censura gubernamental y el cambio en las actitudes hacia los roles sexuales tradicionales, que permitió a los homosexuales organizarse y reconocer su identidad, desbarató los valores familiares frente a un individualismo desmedido.
Obviamente, la Guerra de Vietnam no fue más que una situación coyuntural que produjo la metamorfosis del paradigma social. El alcance de estos cambios llegó hasta la demografía y las conductas familiares: la gente se comenzó a casar más tarde, a tener menos hijos y a divorciarse más a menudo. Además, el número de abortos aumentó, así como el número de hijos tenidos fuera del matrimonio. La irrupción del feminismo, rebosante de nuevas perspectivas, desdibujó las trabas laborales para muchas mujeres.
El feminismo, renovado, se enfrentaba ahora también al capitalismo corporativo en la tónica del contexto socio-histórico en que surgía la Segunda Ola de Feminismo. En este sentido el papel del movimiento negro fue determinante para replantear el rol de la mujer en la sociedad. En el sur fueron mujeres quienes lo lideraron, en un número importante, derrumbando la segregación. No solo la mujer negra, también la blanca de clase media comenzaría a batallar contra el statu quo impuesto de una mujer que vivía a través de su familia. Precisamente, fue su incidencia en el mercado laboral lo que la visibilizó, así como también el papel relegado y discriminatorio, lo que la empujó a organizarse en torno a un fuerte movimiento feminista que exigiera un cambio en las condiciones sociales para la mujer, que mayoritariamente se encontraba fuera del sistema económico moderno.
Curiosamente, todo este fenómeno ocurría mientras aumentaba la presencia estadounidense en Vietnam. Si bien, el movimiento contracultural no se convirtió en antisistema hasta la época de mayor polarización social en torno al problema de la participación estadounidense en el sudeste asiático, ya el pronunciamiento por los derechos civiles había allanado un camino ampliamente difundido por los medios. La irrupción de la televisión en las vidas de millones de ciudadanos estadounidenses produjo un boom en los medios de comunicación. La inmediatez de la noticia forjaba la opinión pública y los medios libraban entre sí y contra el gobierno una guerra informativa, que en numerosas ocasiones cayó en contrainformación.
Entretanto, las tensiones sociales tomaron matices generacionales, dejando generalmente lagunas en las posturas sobre los derechos de las mujeres, la sexualidad o las formas tradicionales de autoridad. Esto condujo a una reinterpretación del sueño americano y a un cuestionamiento sobre el mismo. He aquí, el momento donde los medios auparon al movimiento pacifista a oponerse diametralmente contra el carácter de la guerra. La brutalidad, el genocidio y la hambruna que provocaba forzaron a un cambio de perspectiva del pueblo americano sobre sí mismo y los principios inherentes a su cultura política. La introspección conjuró un cuestionamiento hacia el centro mismo del poder público: el Estado. Quedaba claro que a Vietnam no iban los estadounidenses a defender la patria o la libertad en nombre de la seguridad nacional, tal como lo demuestran los juicios en torno a la masacre de My Lai 4.
El grado de desvinculación con respecto a cualquier tradición de cambio en la sociedad occidental fue demostrado en el hecho de que las protestas se realizaran de manera pacífica. Uno de los movimientos pioneros en este sentido fue el negro, que pedía fueran eliminadas las barreras institucionales e inconstitucionales perpetuadoras de la segregación racial. En el movimiento negro la protesta no violenta, estableció las pautas que alimentarían toda la contracultura, fuertemente influenciada por la política de ahimsa de Mahatma Gandhi y la teología igualitaria y pacífica de Martin Luther King, Jr. El movimiento prontamente y casi desde el inicio se manifestó en contra de la guerra. Hacía una comparación efectiva entre lo que el gobierno hacía contra el pueblo vietnamita y la manera en que restringían sus propias libertades.
El papel del movimiento estudiantil ha quedado en muchos casos obviado por su interrelación con otras corrientes dentro de la contracultura; pero por mucho se constituyó probablemente en el más influyente y decisivo de todos. Hizo al movimiento pacifista extremadamente visible, pues sus protestas eran abiertas y multitudinarias, a la vez que obligaban a los medios de comunicación a informar que los estudiantes boicoteaban el llamamiento al servicio militar y al ROTC (Reserve Officers’ Training Corps) logrando que fueran suspendidos en muchas universidades. La necesidad de decir eso no fue un imperativo moral, sino que precisamente se dependía de estos cuerpos, estrictamente para estudiantes universitarios, para alimentar la maquinaria de guerra en Vietnam de cuyas filas salían la mitad de los reservistas que eran enviados a Indochina.
La actividad contracultural no se restringió a los derechos civiles; sino que incursionó en el cuestionamiento de la estructura clasista de la sociedad, demandando del gobierno ayuda financiera para la reducción de la pobreza entre los distintos sectores sociales y entre las regiones del país. Para las clases trabajadoras la guerra fue siempre otra aventura que drenaría sus impuestos hacia el exterior y a donde tendrían que mandar a morir a sus hijos. No es extraño entonces encontrar que el papel clave que los G.I. (los soldados estadounidenses de infantería), mayoritariamente pobres, jugaron en la oposición dentro del ejército.
La relocalización del papel de las minorías hacia el centro del debate y su visibilización hablaban del reconocimiento de las diferencias dentro del conjunto de la población y de la necesidad de crear una sociedad más incluyente y tolerante. Lejos de cualquier idealismo, el sistema rápidamente descubrió que la exclusión social de las mujeres, los discapacitados, los homosexuales y otras minorías no solo era peligroso; sino también contraproducente. Esto excluía a una parte importante del objeto de mercado y los productos que podrían dirigirse a estos sectores de la población. Simultáneamente, la revolución sexual que se hacía portavoz de un conjunto de productos que a la vez que liberaban el sexo y la sexualidad, los incorporaban paulatinamente al conjunto de las normas sociales, a la vez que derribaba las viejas estructuras patriarcales ligadas a la familia heteroparental tradicional.
Los 60´ probaron que la propia lógica de mercado podía ser empleada contra sí misma. Los medios de comunicación como la televisión alcanzaban un importante auge como fuente de entretenimiento e información. Asociada fuertemente al consumismo a partir de la influencia de la publicidad, fue significativa en el surgimiento de nuevos comportamientos sociales.
Si analizamos el grado de influencia de los medios en los cambios perceptivos para el estilo de vida, notamos incluso en el consumo cultural la diferencia. El rock and roll popularizó la banda FM en la radio, convirtiéndola en un instrumento de la contracultura generacional. Los jóvenes de los 60 transformaban el mercado y las corporaciones a su imagen y semejanza; haciéndolo informal, creativo y filantrópico.
Quizás, una de las demudaciones más importantes en el American lifestyle durante los años de Vietnam fue la organización en comunidades que propugnaban un regreso a la tierra para vivir libres de influencias externas y las interrupciones del mundo moderno. Esta no era una idea nueva. La influencia de la Generación Beat y su rechazo a la vida del hombre organizacional y la cultura suburbana caló hondo en una generación cansada de las convenciones. La emergencia de una búsqueda mística de la salvación a través de la poesía, el rock, el sexo y la meditación provocaron el cambio de las perspectivas acerca de la religión organizada.
La discontinuidad en el ideal suburbano se vio repugnada en el rechazo a la segregación racial que aumentó las tensiones en el contrato social. Parte de la desconfianza hacia la autoridad se transcribió en las fuerzas de la ley, miradas con aversión por la forma en que reflejaban y reforzaban las desigualdades amparadas por el poder. La ruptura en el contrato social se justificaba en la brutalidad policial y la corrupción generalizada de las fuerzas del orden tocando su punto álgido con la Masacre de la Universidad Estatal de Kent en 1970. La contracultura de los jóvenes proclamaba el amor libre, el consumo de alucinógenos y rock organizando eventos de la talla del Summer of Love en 1967.
La disconformidad con la Guerra de Vietnam derivó en una especie de reintroducción de la estética social y la personificación de la experiencia, preocupada con la producción de significado político como un proceso participativo en el que se cumplieron metas alcanzables. En este sentido el movimiento antinuclear como una respuesta crítica a la percepción formalista y ortodoxa de la ciencia, la energía y la sociedad, requirió la búsqueda de conexiones con la realidad. El cuestionamiento de asunciones entre la esfera privada y pública del comportamiento económico fue probado por sus efectos en el ecosistema y la salvación humana.
Para el momento álgido de la Guerra de Vietnam, la contracultura engendró con la Nueva Izquierda una poderosa crítica de la idea de las democracias occidentales como sociedad libre. En conexión con el movimiento por los derechos civiles, las luchas contra la pobreza y el movimiento pacifista surgieron preguntas sobre la apertura y el pluralismo de la política democrática liberal en Estados Unidos. El anticomunismo era visto cada vez más como una ideología en sí misma, una simplificación del mundo, y una excusa para el engaño y el militarismo. El lenguaje en torno al totalitarismo vino a ser visto como un arma durante la Guerra Fría, llegando a afirmar algunos de los pensadores de la contracultura que la sociedad abierta era en sí misma totalitaria. Este es el discurso, en conclusiones, de todas las tendencias del fenómeno durante las décadas del 60´ y el 70´.
Bueno en la guerra de Vietnam.
Vietnam le gano la guerra a los Estados Unidos esa fue su mayor derrota…