Durante la infancia y hasta de adultos, los filmes de Estudios Ghibli lograron estremecernos. Era frecuente naufragar entre personajes y emociones, nos quedábamos con la energía de las ilustraciones y la música; pero solo hacia la madurez empezamos a sintetizar ideas significativas.
Miyazaki, graduado de ciencias políticas y economía, y Takahata de literatura francesa, han sido directores sumamente exigentes frente a la sensibilidad, la inteligencia y la imaginación del público. Ambos mostraron interés en comunicarle a la joven audiencia temas tan complejos como los obstáculos que enfrenta una ética pacifista, la relación individualismo-responsabilidad, el vínculo humano-naturaleza o las vulnerabilidades y tormentos de hombres, mujeres y sociedades enteras. Su estética abrumadora sumerge al espectador en la ficción, pero solo la empatía permite que llegue a establecer una comunicación con los personajes.
El mundo no se divide en dos bandos: buenos y malos, villanos y héroes, mujeres y hombres, víctimas y amos. Hay situaciones y seres en conformación que habitan, se constituyen unos frente a otros.
Adaptados como estamos a las historias donde el protagonista nace con todas las características del héroe, se enfrenta al villano siempre malvado y tras una batalla donde uno es valiente y el otro cobarde, triunfa la justicia y el villano muere sin dejar rastros; las películas Ghibli nos retan como espectadores incorporando tramas y personajes complejos, en movimiento, con claras repercusiones de sus actos incluso después de la muerte. El mundo no se divide en dos bandos: buenos y malos, villanos y héroes, mujeres y hombres, víctimas y amos. Hay situaciones y seres en conformación que habitan, se constituyen unos frente a otros.
A muchos críticos y espectadores les ha resultado curioso que por lo general el papel del héroe en los filmes sea encarnado por personajes femeninos. Las heroínas Ghibli han despertado simpatías y alcanzado la fama en la industria de la animación, resaltando por encima de personajes masculinos o sin género definido. San, La Princesa Mononoke, Sophie, la joven sin magia de El Castillo Ambulante, Chihiro, la niña valiente que se crece temblorosa en un mundo hostil y surreal, son algunas de las más queridas. Y también tenemos a las que nos arrastran en un camino tortuoso a la desaparición física como Setsuko, la hermana pequeña que muere desnutrida tras perder a su familia durante la Segunda Guerra Mundial en La tumba de las luciérnagas o en El viento se levanta, la joven Satomi Naoko que escoge entregar los últimos días de vida que le permite su enfermedad al servicio del hombre que ama.
Cierto es que los directores gustan de protagonistas que son o llegan a ser niñas y mujeres fuertes, empoderadas e independientes, y que la crítica gusta de enfatizar estas características; pero si bien los directores introducen otro tipo de personaje femenino antagónico, igualmente significativo para las tramas, la crítica y la audiencia suelen perderlos de vista por ser personajes de morales ambiguas. También pierden de vista la ambigüedad frente a lo bueno y lo justo que experimentan aquellas féminas empoderadas e independientes amadas y convertidas en modelos a seguir.
Usualmente el público se queda con los personajes esperanzadores que van de poco a más y pasan de largo a los que su heroísmo consiste en ir de más a menos; es decir, crecen cediendo poder, reduciendo ambiciones, deponiendo armas, colaborando con enemigos, mostrando culpa, reconociendo errores, autolimitándose, cambiando de opinión y sustituyendo planes con precios demasiado altos. Hay muchos personajes así en los filmes Ghibli, usualmente mujeres, que por su fortaleza y orgullo son el verdadero peligro de las comunidades, hasta el punto de amenazar la existencia.
La bruja Yubaba, de El viaje de Chihiro, es la dueña de una prestigiosa casa de baños que genera empleos y satisface las dolencias de sus clientes, pero por despótica no solo ha arrebatado la identidad de sus trabajadores, sino que educa a un bebé gigante incapaz de controlar su fuerza porque la desconoce. El bebé tampoco puede sostenerse sobre sus piernas o valerse por sí mismo fuera del cuarto de juegos, un espacio artificial que ha creado Yubaba, repleto de atracciones y golosinas, para mantenerlo torpe y ajeno al mundo exterior, perpetuando así su dependencia. El bebé ante un problema tan sencillo como mover un juguete, solo entiende de llantos y quejas. Yubaba acepta la derrota y el crecimiento de su hijo en los últimos minutos del filme.
En El Castillo Ambulante tenemos dos personajes femeninos del mismo tipo: la bruja del Páramo y Sulimann. La primera fue una mujer bella en el pasado conocida por robarle el corazón a los hombres, poderosa, vanidosa y destructiva. Madame Sulimann es la consejera y hechicera del rey, dado su cargo detenta el poder de arrebatar o devolver la magia según los intereses del reino, o del rey. Al momento que se desarrolla la película el gran interés del reino es hacer la guerra. En una relación donde ambas mujeres se disputan el control, la segunda termina arrebatándole los poderes a la primera y usa la ambición de la bruja como una debilidad para controlar y erradicar la existencia de opositores. Al final recapacitan, una acepta el amor que no le corresponde y la otra detiene la guerra desgastante.
Y también tenemos a Lady Eboshi, en todo su esplendor la fuerte y segura líder de una comunidad con vistas al progreso donde las mujeres son respetadas y glorificadas como el centro de la comunidad. Lady Eboshi es una mujer emancipada, que ha construido Villa Fierro con sacrificio y esfuerzo propio, liberando a las mujeres de una vida como esclavas y creando trabajo para ellas en su comunidad. Su industria construye armas de fuego teniendo en cuenta que deben ser ligeras para que mujeres las manipulen. En Villa Fierro ellas son las astutas y los hombres son descartados por inútiles, por tanto, ni se les tiene confianza y tampoco se pierde tiempo intentando explicarles cosas que ellos no entenderían. Casi son innecesarios.
Lady Eboshi está interesada además en darle un lugar en su comunidad no solo a las mujeres, sino a los humildes y minorías vulnerables, leprosos, ancianos y enfermos. Para ellos crea trabajos y estos, siendo desplazados históricamente de cualquier lugar donde hubiesen residido, se arrodillan ante la amabilidad. Dado que conquistó su confianza en un acto de misericordia, lucha y emancipación, estos someten ahora su voluntad y la identifican con la voluntad personal de Eboshi. Cualquier deseo de ella será respetado por sus súbditos que parten de la idea de que siendo una mujer justa no puede obrar injustamente o hacer el mal porque sus intenciones son nobles.
Eboshi quiere que Villa Fierro prospere por el esfuerzo de sus habitantes, independiente de poderes externos, como el del rey Asano y al precio que sea necesario, así que se expande en medio del bosque destruyendo ilimitadamente y sin remordimiento plantas y animales. Como mujer fuerte que cuenta con la voluntad de sus súbditos y carga con la historia de personas maltratadas y humilladas, se siente capaz y segura para aniquilar lo que se interponga. Tal deseo la mueve, que incluso cuando la alertan de que su gente puede morir en la batalla contra el bosque y sus defensores, Lady Eboshi no escucha. Las mujeres de la villa la admiran.
Difícilmente podemos catalogarla en un movimiento perezoso como malvada, pegarle un tiro al final y desaparecerla a la tierra tóxica de los villanos para enseñarle a los niños a ser todo lo contrario a lo que fue Eboshi. Tampoco es un ejemplo a seguir por ser una mujer empoderada. Sus actos, por muy bien intencionados que parezcan, ponen en peligro la vida de esos mismos a los que defiende. Sin embargo, para ellos parece poco sensato frenar a una mujer que se pronuncia por los desvalidos y justifica sus actos en el discurso y los planes de crear un mundo mejor.
Una heroína Ghibli no es solo la que conquista el poder, sino la que se autolimita. No es la que alcanza sola un objetivo por independiente, sino la que reconoce que no puede lograrlo sin concesiones; aprende a confiar y depender.
Lady Eboshi es el típico personaje que pasa desapercibido en los filmes Ghibli, va a parar al cajón de los malos y se pierde en el acto la riqueza de su complejidad. Por eso le resulta difícil a la audiencia cuando cuenta con solo dos categorías: buenos y malos, encontrar características de personajes supuestamente negativos como Lady Eboshi en personajes positivos como Chihiro. Pareciera que Chihiro, Sophie y San son heroínas Ghibli, mientras Lady Eboshi, Yubaba, la bruja del Páramo y Sulimann no lo son. El público se encuentra tan desvalido ante esos personajes como los habitantes de Villa Fierro.
Así mismo, se toman las actitudes fuertes, empoderadas e independientes como el ejemplo a seguir porque encarnan a Chihiro y se olvida que esas mismas actitudes pueden ser las causantes de injusticias y dolores. Si bien la carencia de poder corrompe y personajes como Chihiro deben conquistarlo, la tenencia excesiva del mismo puede ser igual de nociva. Dicho en otras palabras, Chihiro, personaje bondadoso, podría cometer el mal si no regula y administra cautelosamente el poder que obtiene tras vencer muchos obstáculos. Es el caso de San, por ejemplo.
Una heroína Ghibli no es solo la que conquista el poder, sino la que se autolimita. No es la que alcanza sola un objetivo por independiente, sino la que reconoce que no puede lograrlo sin concesiones; aprende a confiar y depender. No es la que se sirve interesadamente de las discapacidades de otros, sino la que brinda herramientas saludables para que otros prosperen en su ausencia. Las heroínas Ghibli son las que están dispuestas a aprender y hacerlo mejor, también a reconocer que pueden obrar mal, aunque sus intenciones sean buenas. Chihiro es una heroína Ghibli y Lady Eboshi también lo es.
El mal brota, se fortalece y se combate en las relaciones. Y por supuesto, el solo acto de nacer mujer no nos convierte en heroínas, ni el haber sufrido y peleado mucho, o el hablar en nombre de los vulnerables justifica errores y triunfos.
Sulimann, la bruja del Páramo, Yubaba y Lady Eboshi, todas con más o menos dificultades, en mayor o menor tiempo, transforman sus planes, se solidarizan, reconocen deficiencias, ceden espacios, se abren a la influencia. Lo cual nos deja ver que el mal ni es innato, ni se combate y se supera solo a punta de escopeta. Y como mismo no viene al mundo al nacer una persona, tampoco muere si la matamos a ella. El mal brota, se fortalece y se combate en las relaciones. Y por supuesto, el solo acto de nacer mujer no nos convierte en heroínas, ni el haber sufrido y peleado mucho, o el hablar en nombre de los vulnerables justifica errores y triunfos.
Tal vez los directores de Estudios Ghibli prefieren personajes femeninos por las vidas complejas en las que se debaten la mayoría de las mujeres, por las emociones encontradas a las que se enfrentan, por la multitud de roles que deben asumir. Dominar estas situaciones, sobrevivirlas, las puede llevar por igual a la compasión más tierna o a la locura. Quien paga el precio más caro es quien no sabe cuándo detenerse y no está dispuesto a superarse a sí mismo desde la crítica y la sensibilidad.
Alrededor de seis rasgos definen a una heroína Ghibli:
- Experimentan viajes de transformación profunda solo en compañía de diferentes. Como no nacen heroínas ni fácilmente llegan a serlo, en medio de la interacción es que se encuentran, adaptan y transforman. La vida de los otros contextualiza sus principios, a veces detectan carencias y otras van sobradas de emociones y razones.
- Logran trascender la imagen. Las definen sus actos, la repercusión de estos en los demás y no solo la imagen que tienen sus conocidos o ellas de sí mismas.
- Aprenden que el mal no se limita a la existencia física de un solo humano o a un objeto, de modo que quitarle la vida al hombre que actúa mal, encerrarlo o desaparecer al objeto que lo simboliza no soluciona el problema.
- El poder que logran con esfuerzo puede convertirlas en todo lo opuesto a una heroína, aunque lo parezcan por fuertes, convencidas e intransigentes.
- La imaginación les permite trascender dos o tres pasos más allá del hambre, del dolor, del miedo o de los planes trazados porque sospecha que son más de lo que parecen.
- Por último, el carácter de heroína no radica en los dolores que padecen o los retos que enfrentan sino en la lucidez que mantienen y siguen adquiriendo a pesar de ellos. Increíblemente preservan o ganan la capacidad de confiar.
No es sencillo ser una heroína Ghibli. Acaso el público prefiere por eso recordar a Chihiro como heroína o a San por rebelde y no tanto a Lady Eboshi, a Setsuko o a Naoko. Chihiro parece tener un final feliz, realiza su plan primero: recupera a sus padres; pero Lady Eboshi pierde un brazo y debe abandonar su objetivo, Setsuko muere antes de rebasar la infancia y Naoko dedica sus últimos días a ser una esposa consagrada. Definitivamente no son situaciones o comportamientos que recomendamos como ejemplos a seguir en cualquier caso y multiplicamos cual recetas.
A Miyazaki le interesa comunicar, entre otras cosas, que en el camino del heroísmo podemos perder el juicio o la vida.
A Miyazaki le interesa comunicar, entre otras cosas, que en el camino del heroísmo podemos perder el juicio o la vida. No deberíamos aconsejar a una niña a emprender las aventuras de una heroína Ghibli simplemente porque son personajes amados por fuertes e independientes en la industria de la animación. Al viaje que da el tren al fondo del pantano nos subimos con pasaje de ida seguro, pero no de regreso.
Es astuto evitar contextos que nos exponen al heroísmo, pero cuando no podemos librarnos, las muchas heroínas Ghibli recuerdan que el heroísmo no es un lugar que vamos buscando para habitar, levantar paredes y quedarnos a vivir. Debemos fabricar el regreso y volver del fondo del pantano, aunque ello signifique cambiar el plan como hizo Eboshi y avanzar como Chihiro a la nueva imagen de nosotros mismos para salvarnos. Una heroína Ghibli es la que no acepta el heroísmo para siempre.