«No se puede eludir la existencia con explicaciones, no se puede sino soportarla, amarla u odiarla, adorarla o temerla, en esa misma alternancia de felicidad y horror que expresa el ritmo mismo del ser, sus oscilaciones, sus disonancias, sus vehemencias amargas o alegres».
M. Cioran, Breviarios de podredumbre
Hay días en que salgo a la calle y veo flores, caminando, contoneándose, guiñando y mirándome de frente; algunas me regresan la mirada mientras sonríen, otras se ocultan dentro de sus propios pétalos seductores.
Me dedico a verlas como si de pronto me convirtiera en el más fiel aficionado a descubrirlas, observarlas y deleitarme con sus delicadezas. Algunas flores se muestran voluptuosas, intensas, como un llamado a la seducción entre el color y la intensidad. A veces me dejo llevar por esas flores de fuego que se consumen y arden solas, como estrellas hirviendo; hay otras más curiosas, sublimes que arden por dentro, inmutables en apariencia, pero cuando me acerco a oler su perfume puedes escuchar las placas tectónicas en movimiento, vaticinando el próximo terremoto en mi existencia. Yo las miro y descubro flores frente a mí que son exquisitas, me apasiona la reacción, la química silente de cada olor que propagan y la intensidad inmediata ante cualquier acercamiento. Algunas se esconden como capullo, mientras otras explotan por su carácter ardiente, subjetividades exquisitas, una infinidad de formas, color, olor y simetría.
Hay flores de todo tipo, aromáticas, esas que solo con su presencia logran aliviar tu mente, tienen un aura exótica que engatusa, y lentamente quedas seducido por su presencia; la escuchas y es como si te pudieran acariciar con su olor suave, seductor y embriagante. Hay flores de olor electrizante y otras que solo con tocarte con sus pétalos sientes la suavidad, el cariño y la sensación de un tacto único, como si la luz tocara la piel con suavidad y pudiéramos palpar el placer de la delicadeza. Todas las flores tienen su hechizo, su subjetividad, y logran llegar a mí de las más diversas formas. Algunas son de belleza sublime, como si agotaran toda su existencia en ello, en irradiar la atracción de las miradas, de aquellos que lograron posar sus ojos en ellas. No pocas veces he sentido la adicción de mirarlas sin poder resistirme, esas flores que se desnudan poco a poco con la mirada y las palabras, observar su dilatación tentadora ante mí y violar el pacto silente entre mis ojos y su pudor.
Podría nombrar innumerables clasificaciones de todas las flores que descubren mis ojos, todas ellas de una belleza natural, salvaje, pura, mientras yo solo con mis palabras trato de acercarme, mirarlas, descubrirlas; todas ellas, en todas sus formas, flores exquisitamente suaves, tiernas, vivas, intensas, ardientes, efímeras, marchitas, resplandecientes, soñadoras, lujuriosas, embriagantes, pacificas, acogedoras y aquellas flores amorosas que te abrasan con sus pétalos deleitables. Y así, mientras salgo por las calles de mi ciudad descubro una floresta salvaje, una infinidad de miradas y formas, e inclusive he llegado a conocer hasta flores espinosas, carnívoras y he probado hasta del néctar de las más tóxicas.
Todo el placer consiste en gozar de sus presencias, en deleitarse de las miradas y tacto que regalan a aquellos que han sabido acercarse, y por momentos besar su relieve. De todas las flores, las que más disfruto son aquellas que te atraviesan con la mirada, y te engatusan con esas estrellas grandes que te miran; y yo las miro y ambos nos quedamos como esos juegos infinitos de desgaste donde el pestañeo de los ojos sabe a eternidad y mi mirada se pierde en las pupilas de una flor salvaje, una clase que me he encontrado varias veces, las más exóticas para mí y de la belleza más natural. La miro y siento una intuición cegadora, como si la vida misma se presentara en mis ojos sin misterios, donde no hay preguntas filosóficas que responder, sino dejarte arrastrar por esa embriagante flor que te mira; por magnetismo o hechicería, quedo atrapado en el instante de nuestras miradas eternas.
Bibliografía
Pedroso, J. F. F. (2012). Antología de la Historia de la Filosofía VI Filosofía Contemporánea. La Habana: Editorial Féliz Verela.