La Pobre Gente

Fotografía y Ensayo: Niurys Silva-Colina.
Crítica de arte: Glendys Hernández Jorge.

«Hay un momento en que la fotografía va más allá de ser un instrumento de información, un reflejo congelado y anecdótico de una realidad, para transformarse, por medio de una aceptada conjugación de dominio técnico y sensibilidad lúcida, en medio de expresión de grandes valores poéticos y estéticos: alcanza el nivel de ARTE. Trasciende, descubriendo mundos de profundidades elocuentes y misteriosas, de tiempos y espacios particulares y precisos, fácilmente captables ante el silencio inmóvil de la imagen».

Alejandro Aróstegui (Palabras al catálogo de María José Álvarez y Claudia Gordillo, Estampas del Caribe Nicaragüense, julio, 2000).

Lo que dice «Después del lente».

Al interior de las artes, la fotografía es una manifestación que se ha convertido en parte indispensable de la comunicación visual. Si bien sabiamente se ajusta no solo a las necesidades del desarrollo tecnológico, también responde a las necesidades sociales. Esto puede estar dado en su capacidad metamórfica de ajustarse a un sinnúmero de maneras expresivas, posibles de imbricar a su vez con otras expresiones de la cultura. Entre sus particularidades se identifican, desde inicios del siglo XXI y hasta la actualidad, tres líneas fundamentales: la documentación del contexto, la teatralización de la realidad y la construcción de una realidad artificial.

Sus variadas formas alternan o fusionan desde lo cotidiano, la descontextualización de estereotipos históricos y culturales -mediante el revestimiento del ambiente para desacralizar los elementos de atención-, hasta la manipulación y/o el montaje, haciendo o no referencia a la realidad y valiéndose de la metáfora como recurso. Esta es una fotografía que crea nuevos escenarios, a la vez que permite la intertextualidad, demandando por parte de sus receptores un alto poder interpretativo, siendo el caso de la propuesta que anteponemos en juicio crítico.

Se trata de una artista joven al interior del medio fotográfico. En cuyo ejercicio, supuesto tan acabado que logra sintetizar en esta pequeña selección de imágenes cada una de las líneas de la fotografía contemporánea citadas con anterioridad. Entre sus principales variantes discursivas, encontramos a grandes rasgos algunas constantes en su lente: el interés por la desacralización de temas religiosos, históricos y políticos; la ruptura de tabúes como el sexo y la homosexualidad desde la postura crítica y reflexiva.

La temática que aborda — vida cotidiana de corte social — le sirve como herramienta visual para reflexionar sobre cuestiones como la política, el género, la violencia, o el deterioro ético-moral. Es una fotografía introspectiva de corte nacionalista si tomamos como referente el nuevo documentalismo cubano. Pone en valor las problemáticas del ciudadano común y de aquellas prácticas sociales soslayadas por el discurso oficial, además de que incluye el uso del ensayo, aunado al referente fotográfico. Como patrón, es posible reconocer una síntesis unidireccional del contenido en función del eje temático, composiciones limpias, efecto teatral y contraste del blanco y negro. Si bien no asemeja la tradición de fotógrafos viajeros, esta muestra constituye un recorrido por la comunidad del entorno citadino.

La pobre gente

I

Al nacer dejé un hueco profundo en el vientre de mi madre que el médico cosió con hilo azul. La herida sanó, y yo dejé de llorar. Aprendí a sonreír cuando no tuve dientes. No recuerdo la primera palabra que dije, pero no me hizo falta. Digo madre cuando se me antoja. Mi mamá descubrió mi existencia dentro de ella después que se fue cuesta abajo en una cuneta. Cuando la hurgaron, en los golpes aparecí yo en un ultrasonido. Desde entonces hablaron de mí como humana, aunque hay días en que me confundo entre la pobre gente que no sabe cómo vino al mundo.

II

Por supuesto que hasta que no fui adulta no supe cuál era mi país, mi verdadero país. Descubrí cosas insólitas que no estaban en los libros de textos. Aprendí a resumir, a decir que «no», aprendí a aprehender. Y esto fue lo que aprehendí de Cuba y de la pobre gente que somos.

III

Cuba no es la folclórica y alegre que se vende al turismo; ni la marginada, empobrecida y decadente que aprecia el forastero; ni la solidaria, unánime y revolucionaria que sale en los noticieros; ni la caricatura que representan sus defensores diplomáticos. Tampoco es la dictadura castrista que parlotea la derecha. Cuba no es ninguna de esas, es todas juntas. Y quizás otras muchas «Cubas».

IV

Después de 60 años de Revolución, el gobierno cubano ha aprendido a pedir disculpas al pueblo; después del Quinquenio Gris, se hizo un lugar manido en la prensa la disculpa oficial y la rectificación de errores. Cuba aprendió a hacerse de papel, a escribirse, aprobarse, destrozarse…y rectificarse, como un ciclo evolutivo de legitimación del poder. Muchos cubanos hicieron sus barcos de papel y se marcharon de la isla utópica. Otros se quedaron, por placer, por conformismo, por comodidad, por miedo, por lealtad, o por lo que sea. Y aprendieron a sobrevivir en una Cuba de cambios invisibles como el salitre y mutaron para envejecer dignamente entre los suyos.

V

Los colores de mi país son permeados por una democracia bloqueada, la existencia confusa de la libertad de expresión, la corrupción recientemente televisada, las puñaladas entre socialistas y consumistas, el hermetismo de la vida de los políticos, la incertidumbre de llegar a fin de mes, el dolor sin medicamentos, la escasez de todo cuanto existe; la homofobia, el racismo y el machismo asintomáticos; la resucitación de la Iglesia para señalar, la difamación y el descontento resumidos en un meme, el choteo transgresor, la ira insustancial, los ciudadanos corchos, los balseros, la clase obrera, las mulas; el nuevo paradigma de héroe que se bate a machete y tirapiedras con los héroes de verde olivo; los que por cuenta propia inventan un negocio; la división político administrativa: Habana, «Áreas Verdes» y al norte Miami.

La crisis económica más disfrazada y quebrantada de la historia tiene rostros diversos. La pobre gente se pasea por las calles como intentando no perder la fe.

VI

Los niños. ¿Qué pensarán los niños que como yo se inventarán un país? ¿Cómo será su «isla en peso»? ¿Qué les pesará más, el valor de sus raíces, la reconstrucción de un imaginario u olvidarse de su lengua? «My name is…». No, que va, los niños no piensan en eso, yo tampoco lo pensé cuando fui una dulce niña. Para los niños puede acabarse el mundo, que siempre estarán sus abuelos, sus muñequitos, sus papalotes y sus ranas en los bolsillos. ¿Pero si los niños no se inventan un país, quién lo hará?

VII

Los puntos de la herida de mi madre no hay con qué coserlos. Ni hilo azul, ni rosa. Ni amarillo ambiguo. No acabo de llorar, no quiero salir del vientre. Hay muchos fuera, cuesta abajo por la cuneta. Demasiado humana, demasiada gente.