Giorgia Meloni en un discurso

La victoria de Giorgia Meloni y la falta de mediaciones

Sobre temas como inmigración, género, economía, su falta de originalidad es comparable solamente con la de Abascal, Le Pen y Orban. Sin embargo, la esencia de su discurso radica en la defensa enardecida de la ausencia de mediaciones...
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“No hay mediaciones posibles, se dice sí o se dice no.»

«Soy Giorgia, soy mujer, madre, italiana y cristiana y no me lo quitarán.»

Giorgia Meloni

La alianza ultraderechista liderada por el partido Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia – FdI) de Giorgia Meloni ha ganado las elecciones italianas, dando al país su gobierno más derechista desde la Segunda Guerra Mundial.

La alianza entre Meloni (FdI), Matteo Salvini (Liga) y el conservador Silvio Berlusconi (FI) ha obtenido un 43.79% de los votos, logrando así mayoría tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, lo que virtualmente le da la posibilidad de cambiar la Constitución sin necesidad de consenso.

resultados de elecciones de Italia
Eligendo – 2022

En medio de crecientes temores por el carácter de su gobierno, Meloni expresó que gobernará «para todos los italianos,» prometiendo unir al electorado sin traicionar su confianza.

«Esta es una noche de orgullo para los hermanos de Italia, pero es un punto de partida, no de llegada», dijo ante una multitud de partidarios tras su victoria.

«Si estamos llamados a gobernar esta nación, lo haremos para todos los italianos, con el objetivo de unir al pueblo, de exaltar lo que lo une y no lo que lo divide.»

La formación propone estimular un papel de liderazgo en el sector energético, promoviendo la sostenibilidad medioambiental.

Al mismo tiempo, ha promovido la reducción de los costes energéticos para las empresas, las autoridades locales y las familias. Junto a estos puntos, su programa trae otros aspectos como el reinicio de las inversiones e infraestructuras y el incremento de las oportunidades en el sur de Italia.

Lo anterior, sumado el hecho de que quiere «jugar un papel activo y proactivo en los próximos meses en Europa con el objetivo de defender y proteger los intereses del sistema industrial y productivo nacional,» la hacen una opción de compleja interpretación desde las instituciones europeas. Es así como para muchos, la líder de la formación estaría dispuesta a reformarse y gobernar para Europa, o al menos para los “valores humanos” que en esta se defienden. Ahí está el debate.

Durante su campaña, Meloni intentó restar importancia a las raíces posfascistas de su partido y lo presentó como un grupo conservador de carácter general. Se ha comprometido a apoyar la política occidental sobre Ucrania y a no correr riesgos aparentes indebidos.

Por otro lado, agrupaciones equivalentes o cercanas han dado ya su visto bueno. Luego de saberse la noticia, Marine Le Pen, líder del partido francés de extrema derecha Agrupación Nacional (Rassemblement national) dijo en Twitter:  «El pueblo italiano ha decidido tomar las riendas de su destino eligiendo un gobierno patriótico y soberanista.”

Por su parte, Balazs Orban, director político del primer ministro húngaro Viktor Orban, celebró la elección diciendo que “en estos tiempos difíciles, necesitamos más que nunca amigos que compartan una visión y un enfoque común de los retos de Europa.»

Santiago Abascal, líder de Vox (España), tampoco se quedó atrás y reaccionó al suceso resaltando que Meloni “ha mostrado el camino para que una Europa orgullosa y libre de naciones soberanas sea capaz de cooperar por la seguridad y la prosperidad de todos.»

Ahora bien, a pesar del optimismo de muchos, es difícil sostener que bajo las ideas de la familia, la defensa de valores tradicionales y la apelación a la unidad nacional no se encuentran otros empeños delirantes que han caracterizados a ese proyecto político -ya hecho realidad- y sus equivalentes europeos.

No solo por su alianza indiscutible con Orban de Hungría, o con el partido gobernante de Polonia, Ley y Justicia (Prawo i Sprawiedliwość). La línea dura de Meloni fue bien clara y evidente, por ejemplo, el pasado 19 de junio en el Auditorio del Parque de la Constitución de Marbella, cuando dio su apoyo encendido a Vox, sintetizando la naturaleza de su programa:

“No hay mediaciones posibles, se dice sí o se dice no. Sí a la familia natural, no a los lobbies LGBT, sí a la identidad sexual, no a la ideología de género. Sí a la cultura de la vida, no a al abismo de la muerte. Si a la universalidad de la cruz, no a la violencia islamista. Sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva. Si al trabajo de nuestros ciudadanos, no a las grandes finanzas internacionales. Si a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas. Y sí a nuestra civilización, y no a quienes quieren destruirla (…). Viva la Europa de los patriotas.”

Pues es esto justamente lo que preocupa de Meloni. Sobre temas como inmigración, género, economía, su falta de originalidad es comparable solamente con la de Abascal, Le Pen y Orban. Todos se repiten, emplean las mismas fórmulas y aplican los mismos experimentos. Sobre esto la literatura es extensa. Sin embargo, la esencia ideológica de su discurso no radica ahí sino en la primera línea cuando enardecida defiende el planteamiento de que no puede haber mediaciones.

La «mediación» es una actividad ejercida por un agente mediador que es a la vez una realidad «intermedia». Por nuestra parte, desde la filosofía, la entendemos como aquello que hace posible el razonamiento. Así ha sido desde Aristóteles y hasta Hegel, quien distingue entre el conocimiento inmediato y el mediato.

Posiblemente Meloni este al margen de la poderosa significación del termino que usa y reniega. Eso hace su defensa de la inmediatez algo mucho más preocupante.

También podemos decir que la mediación resulta de una visión de la realidad como proceso dialéctico racionalmente articulable y explicable. El movimiento de un elemento a otro siempre lleva un proceso, un medio, una articulación que los separa, pero que también los conecta. Si la conexión es real, racional, o de otra naturaleza es algo sobre lo que reflexiona cada pensador de forma particular.

Así pues, cuando aquí se apela al miedo y con él a la voluntad de la masa, se tiene en lo inmediato un aliado seguro. Porque aquello que se presenta sin mediación es simple, directo, dicotómico y maniqueo.

Es cierto que un mundo sin mediaciones es simplemente la condición de posibilidad de males mayores. No obstante, ese mundo que presenta Meloni es el “de ellos contra nosotros”, el mundo de los que ocupan un lugar contra el de los sin-lugar criminalizados. El mundo sin mediaciones es uno donde no existe la tolerancia, ni la apertura, ni la libertad concreta. Es un mundo sin espacio para el disenso y la circulación libre de ideas, porque ya todo está contenido en la Patria, Nación o Estado.

¿Me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que los patriotas se enfrenten entre ellos dominados por una sed chovinista? Nada. Es solo una pregunta retórica.

Es también una realidad de pasiones viscerales contra el Otro diferente que quiere -supuestamente amenazante- robarte tu tierra y tu familia. Ese sentimiento de indefensión que se estimula en esas líneas es nefasto cuando se combina con problemas económicos, sociales y una educación paupérrima.

Como claramente expresan Cossarini y Berti, “la extrema derecha, más que amenaza, es una realidad bien consolidada en Italia, y avanza en Europa.” Sin embargo, hay varias objeciones a esa idea, la primera, que no solo se trata de Europa.

Si se ve el movimiento más general a nivel global, no se trata solo del avance de un tipo de formación política, sino de una mentalidad, de una forma de subjetivación que es expresión de la crisis global del sistema-mundo actual, y de la cual no escapan Europa, pero tampoco la Rusia de Putin, o el proyecto expansionista de la OTAN, a pesar de sus diferencias, a pesar de la guerra. Y sí, es un problema transversal porque las dinámicas de la política contemporánea están barriendo con su horizontalidad previa.

Y ahí radica la complejidad del asunto, en el hecho de que sí existen mediaciones y su comprensión es necesaria hoy más que nunca. Porque Meloni es solo la punta de un iceberg profundo bajo el que subyacen el avance del fundamentalismo y la crisis de la política como forma de gestión pública de las diferencias.