El marxismo de György Lukács

La crítica de la alienación constituye el alfa y omega de todos los esfuerzos intelectuales de Lukács. Una crítica de la alienación parte de la constatación de la miseria cotidiana e investiga sus causas
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Francisco Manuel Garcia Chicote, Universidad de Buenos Aires

La obra de György Lukács (Budapest 1885-1971) es tan compleja que una breve introducción a su pensamiento se torna ardua tarea. Pero si quisiéramos partir de un hecho ampliamente aceptado, cabría señalar que Lukács es fundador de aquella corriente intelectual que lleva el controvertido nombre de “marxismo occidental”. Sus ensayos La teoría de la novela (1916) e Historia y conciencia de clase (1923) influyeron a pensadores de la talla de Ernst Bloch, Siegfried Kracauer, Theodor W. Adorno, Walter Benjamin, Herbert Marcuse, Max Horkheimer y Leo Löwenthal.

Lukács recupera allí una tradición teórica crítica que había quedado adormecida tras la muerte de Karl Marx. Esta tradición comprende la modernidad como un período de transiciones marcado por la alienación. En la era del capital como potencia automática que organiza y dirige la vida, los individuos ven enajenados sus atributos subjetivos en grado y cualidad inauditos.

Como es imaginable, la alienación conduce a la ruina del ser humano y a la destrucción de la naturaleza que sustenta su existencia. Pero la alienación es, a la vez, el camino que los seres humanos han de recorrer en la formación de sus determinaciones latentes, gracias a las cuales estos podrían eventualmente producir “de acuerdo con las leyes de la belleza”. Semejante concepto ambivalente, “dialéctico” de alienación cobra impulso y nueva vitalidad en estos ensayos de Lukács.

De la alienación…

La crítica de la alienación constituye el alfa y omega de todos los esfuerzos intelectuales de Lukács. Una crítica de la alienación parte de la constatación de la miseria cotidiana e investiga sus causas.

Se pregunta: ¿por qué los individuos llevan una existencia tan rezagada respecto de las posibilidades que el género humano ofrece? ¿Cómo impactan las instituciones modernas en la constitución de la personalidad de los individuos? ¿Por qué la historia se nos presenta como una serie de procesos cuyos mecanismos operan a nuestras espaldas e independientemente de nuestra voluntad? Y también: ¿Qué elementos de nuestra cotidianidad ofrecen indicios de lo que sería una vida digna? Con la excepción de unos pocos ensayos tempranos, para Lukács la alienación es algo histórico y, consecuentemente, superable.

La crítica de la alienación constituye el alfa y omega de todos los esfuerzos intelectuales de Lukács. Una crítica de la alienación parte de la constatación de la miseria cotidiana e investiga sus causas.

En La teoría de la novela, por ejemplo, la novela es vista como expresión crítica de la relación sujeto-objeto en la época burguesa: el héroe, desarraigado de una existencia colectiva, emprende un viaje de búsqueda de sentido, pero en la medida en que se halla espiritualmente “desamparado” acaba sucumbiendo ante la superioridad de fuerzas sociales hostiles.

Remitiéndose a Cervantes, Flaubert, Goethe y Dostoievski, Lukács muestra cómo esta narrativa expresa, a través de sus formas, la alienación del individuo característica de un mundo de relaciones impersonales, preponderantemente económicas.

Lukács con la escritora alemana Anna Seghers en 1952. German Federal Archives / Wikimedia Commons, CC BY-SA

… a la cosificación

Uno de los ensayos centrales de Historia y conciencia de clase afirma que, en el modo de producción capitalista, todas las esferas vitales tienden a ser penetradas y configuradas según la forma de la mercancía. El concepto de este proceso de alienaciones en el capitalismo, que se denomina cosificación, es deudor de Georg Simmel, quien fue un maestro para Lukács.

Pero mientras que en Simmel la cosificación es algo unilateralmente negativo, para el filósofo húngaro adquiere aquel matiz ambivalente, “dialéctico” que mencionábamos arriba. El proceso de cosificación, que supone la absorción de la vida humana en la lógica del capital, posibilita también, por primera vez en la historia, la emergencia de una conciencia realmente humana, que echará por tierra las instituciones capitalistas y allanará el camino a una vida digna de la especie.

En el concepto de cosificación se advierte que, para Lukács, la conciencia es un factor decisivo en la relación sujeto-objeto. La “realidad no es, sino que deviene, y no sin la intervención del pensamiento”. Solo una conciencia “contemplativa” reproduce mecánicamente en el pensamiento las cosas tal como aparecen y confunde el estado actual de la realidad con su verdadera esencia.

Ensayismo versus método

En Lukács no hay método, si por “método” se entiende un sistema rígido, “cosificado”, de procedimientos para conocer la realidad. Nadie encontrará un método de crítica entre los escritos del filósofo y ninguno de sus conceptos tiene la ambición valer más allá del caso para el que fue pensado (los detractores de Lukács suelen creer que sus categorías analíticas pretenden una validez general).

Fotografía de Lukács en 1919. Wikimedia Commons

Lukács sostiene que las categorías del pensamiento son los mismos materiales que se piensan elevados a conciencia. O dicho con una analogía de la carpintería: al contrario de lo que suele decirse hoy en día, el martillo no es extensión de la mano, sino del clavo. Esta posición constituye una prueba del antidogmatismo de Lukács y arraiga en la tradición ensayística moderna que nace con Michel de Montaigne. Posee una actitud exploratoria, desprovista de prejuicios y metas preestablecidas.

Además de su rechazo al pensamiento sistemático, el carácter ensayístico de la obra de Lukács posee tres rasgos.

  • Primero, el análisis es “inmanente”, es decir, la crítica opera con nociones y conceptos que el mismo material ofrece. Se supone que este encierra un “secreto” que solo desvelará cuando sea confrontado con herramientas analíticas que le sean “homogéneas”, “familiares”. Así lo dice el joven Lukács: “Cuando algo se ha hecho problemático […], la salvación no puede venir más que de la radicalización extrema de la misma problematicidad, de un radical marchar hasta el final en toda problemática”.
  • En segundo lugar, se desprecia cualquier “filosofía del futuro”: el análisis de la realidad no se supedita a un porvenir imaginado de antemano, así como tampoco predice cómo seguirán las cosas. En un ensayo sobre los crímenes del estalinismo, se lee: “Todo juicio que intente anticipar el futuro será […] vacía escolástica”.
  • Finalmente, el tercer rasgo del pensamiento lukácsiano afirma la historicidad radical de las categorías intelectuales y las figuras estéticas. Es decir, las obras teóricas y artísticas no flotan, por así decirlo, en el aire, sino que expresan –en el mejor de los casos, críticamente– problemas de la vida cotidiana que resultan socialmente relevantes en el período histórico en el que surgen. ¿Pero qué significa “expresar”? Indagar el complejo, nunca ingenuo ni unilateral, sentido de este concepto constituye una puerta de acceso sumamente promisoria a Lukács.

Más Lukács

No se agota con esto la obra del filósofo. Vasta y variada es su producción, que se extiende desde 1902 hasta el año de su muerte. Ésta incluye dos estéticas (la así llamada “Estética de Heidelberg”, del período 1912-18, y La peculiaridad de lo estético, de 1963), una ontología (Para la ontología del ser social, de 1964-68), una historia del irracionalismo en Alemania (El asalto a la razón, 1954), una monografía sobre el joven Hegel (de 1948), dos trabajos sobre el surgimiento del fascismo alemán (1933 y 1941-42), una Historia evolutiva del drama moderno (de 1908) y una serie casi interminable de ensayos de crítica literaria, estética, drama, filosofía, de historia de la literatura (reunidos en 1938 con el título de La novela histórica), de estética (varios de ellos presentes en Aportaciones a una historia de la estética, de 1954) y de política…

Todos estos trabajos componen un legado heterogéneo, colmado de revisiones, rupturas y autocríticas.The Conversation


Francisco Manuel Garcia Chicote, Investigador del CONICET Docente regular del Departamento de Letras, Universidad de Buenos Aires

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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