¿Necesitaremos una visa para Marte?

Lo más importante de la exploración espacial radica en enriquecer nuestro conocimiento sobre el universo no a las compañías millonarias
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He visto en Facebook un meme que reza: cuida este planeta porque no todos irán a Marte. Confieso que he quedado boquiabierto ante la agudeza de tal afirmación. Como escritor de ciencia ficción que vivió el sueño cósmico soviético, materializado fugazmente en el Caribe por el vuelo conjunto del soyuz-38 de Arnaldo Tamayo y Yuri Romanenko, me confieso un entusiasta de la exploración espacial.

Mi historia de amor por el cosmos, o el espacio, forma parte de esa faceta romántica que tuvo la guerra fría. Hablo de la carrera espacial que comenzó mucho antes de que se enviara a Yuri Gagarin al cosmos meses antes que los norteamericanos pudieran enviar a Shepard al espacio. Y me resulta sumamente perturbador que toda la ficción científica que nutrió a mi generación provenía de esa disputa fálica que fue la guerra fría.

Con el fin de la guerra fría la conquista del espacio sufrió un golpe contundente, no solo en lo económico sino también en lo ideológico. Que las agencias espaciales se quedaran prácticamente con las mismas carencias que la agencia soviética implicaba la revelación de una verdad incómoda. A ninguna nación le importaba el espacio o el futuro en el espacio.

A uno y otro lado del Muro de Berlín la ciencia ficción, la divulgación científica y prácticamente cualquier producto orientado al público juvenil e infantil llevaba la esencia de la colonización espacial. De un lado era el cosmos, del otro el espacio pero la esencia era prácticamente la misma. Yo crecí con la certeza de que el futuro de la humanidad estaba en mundos lejanos, y esta certeza no se disolvió tan fácilmente como la Unión Soviética.

Con el fin de la guerra fría la conquista del espacio sufrió un golpe contundente, no solo en lo económico sino también en lo ideológico. Que las agencias espaciales se quedaran prácticamente con las mismas carencias que la agencia soviética implicaba la revelación de una verdad incómoda. A ninguna nación le importaba el espacio o el futuro en el espacio. Todo era una cuestión de competir con el Bloque Socialista, parte de la guerra fría. En fin: una burda manipulación a toda una generación. El resultado no se hizo esperar. La mitad de las personas abandonaron sus sueños espaciales y se centraron en vivir (y soñar) un futuro en la Tierra. La otra mitad se negó a aceptarlo, se aliaron con su contraparte ex-socialista y militaron para que la conquista del espacio se mantuviera, al menos, por un interés científico.

Gracias a estas iniciativas y esfuerzos civiles NASA pasó a ser una organización civil, Rusia privatizó su agencia espacial naciendo Roskosmos y se creó la Estación Espacial Internacional. Hay que reconocer que el desarrollo de las comunicaciones y el uso de internet acudió en ayuda de la carrera espacial. Sin satélites artificiales no hay telefonía celular, internet o GPS. Y para poner más satélites en órbita son necesarios cohetes portadores así como para arreglarlos aún son necesarios los astronautas.

La mayor limitación de la conquista del espacio radica en la titánica inversión de dinero que implica la fabricación de naves espaciales, lanzamientos y mantenimiento de los sistemas en las naves. Mientras un barco requiere combustible y comida para los marinos una nave espacial requiere además una atmósfera artificial y monitoreo médico de los astronautas en gravedad cero. Por lo que a la mayoría de las naciones con dinero de sobra les resulta más económico construir portaviones que naves estelares. Sobre todo ahora que no es necesario competir con una nación extranjera por llegar a la luna cuando todo puede resolverse con sanciones económicas, bloqueos y subida de aranceles. Esto explica la insistencia de gobiernos como el estadounidense a suspender el presupuesto para el viaje tripulado a Marte. Incluso otras naciones con programas espaciales emergentes, como China o la India, han prometido la construcción de bases en la Luna y Marte pero no han cumplido su agenda.

Pero el capitalismo ofrece una posible solución a este problema: la relación costo beneficio. Si dejamos de ver la conquista del espacio como una necesidad de la humanidad, o un deseo generacional inspirado por la propaganda de una época, y comenzamos a verlo como un negocio de explotación minera aparece una salida.

Si el espacio extraplanetario es tan extenso y los materiales de la tabla periódica son los mismos en todo el universo pues cabe pensar que los materiales valiosos también abunden fuera de la Tierra. Incluso, muchos materiales considerados valiosos por su escasez en el planeta podrían ser abundantes en otros planetas. De esa forma los enormes costos se justificarían con enormes beneficios. Durante años los medios (históricamente seguidores de la tendencia gubernamental pese a la libertad de prensa imperante en muchos países) minimizaron la posibilidad de posibles ganancias en una exploración extraterrena. Ocultando a simple vista evidencias que, ahora con la aparición de las redes sociales son de  dominio público, como la abundancia de diamantes en gigantes gaseosos, posible elementos orgánicos semejantes al petróleo en Titán, la luna de Júpiter o la posibilidad de encontrar elementos raros en asteroides y núcleos cometarios que podrían abaratar la industria telefónica e informática. Pero estos análisis solo fueron posibles cuando proyectos de iniciativa privada como Space X dieron los primeros resultados.

Es interesante destacar que las redes sociales han realizado un trabajo importante para lograr un consenso positivo respecto a la utilidad práctica de una exploración espacial. Semejante idea me recuerda cuando Weber von Braun obtuvo su propio programa televisivo patrocinado por Disney para hablar de la conquista del espacio. En reacción, ahora todos hablan de la colonización lunar o marciana, de los posibles recursos que alberga el sistema solar, todo esto sin que haya ocurrido un descubrimiento trascendente en los últimos diez años. Es decir, que la tecnología no ha cambiado mucho y las suposiciones actuales sobre el sistema solar son las mismas que antes, sin embargo, ahora todos los pronósticos son optimistas cuando esos mismos pronósticos, hace diez años, eran desesperanzadores.

Bueno, en lo personal me parece justo que los sueños de una generación se retomen. Que mis hijos soñaran con vivir dentro de un juego de realidad virtual y no con vivir en otro planeta no me molestaba mucho pero es reconfortante que los niños vuelvan a querer ser cosmonautas, astronautas o taikonautas.

Como escritor de ciencia ficción, este renacer de la pasión espacial me beneficia porque me regresa a una zona de confort relacionada con un regreso de las historias espaciales. Pero como miembro de una generación engañada por los ideólogos de la guerra fría sé reconocer un embuste. Lo más importante de la exploración espacial radica en enriquecer nuestro conocimiento sobre el universo no a las compañías millonarias que decidirán invertir en cohetes y naves espaciales.

Los problemas que tiene la humanidad deben resolverse de la mejor manera y no con una esperanza en poder colonizar una Tierra lejana. Proteger los ecosistemas que nos quedan, luchar por eliminar la contaminación y sanear el planeta es algo de lo que hay que ocuparse en vez de soñar con colonizar tierras lejanas que podamos contaminar con calma. Y claro, toda empresa minera requiere mineros. Y por mucho que se desarrolle la robótica no hay nada como la mano de obra barata. Los que trabajen en las minas de diamantes de Júpiter o en las refinerías de Titán serán los desesperados que pierdan sus ecosistemas en la Tierra y decidan apostar por este nuevo sueño del espacio. Pero en lo personal dudo que se beneficien con los nuevos diamantes. Respecto a Marte, o cualquier otro planeta extrasolar que consigamos colonizar, no creo que acepten a ciudadanos del tercer mundo a menos que sean necesarios para trabajo.

En fin. No estoy en contra de que mis nietos sueñen con el espacio pero creo que mis tataranietos necesitarán una visa y entrevista para viajar a Marte, al igual que yo para viajar a los Estados Unidos.

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