La ciencia ficción después del iPhone

América puede ser una cátedra en dictadores y todo latinoamericano sabe que al presidente Snow le falta la demencia de Duvalier, el mal gusto de Trujillo y los comentarios irónicos de Pinochet
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El mundo cambió, y con ello, cambió nuestra percepción del futuro

Desde los tiempos de la denominada Edad de Oro de la ciencia ficción (años sesenta y setenta) la humanidad ha sido testigo de múltiples cambios. Cambios a nivel político: la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, marcaron el fin de un equilibrio inestable entre poderes imperialistas con armas nucleares.

Cambios a nivel ecológico: la posibilidad de un agujero en la capa de ozono era solo una conjetura teórica, ahora un hecho. Y ya se habla de un cambio climático en proceso.

Cambios a nivel demográfico: las grandes obras de ciencia ficción se inclinaban por pensar que en el siglo 21 la población mundial sería de 4 mil millones de personas y ello llevaría la humanidad a una ruina en medio de un hambre global o impulsaría la migración espacial. En el año 2000, la población mundial era de 6 mil millones, y en octubre de 2011 el reloj de población había marcado los 7 mil millones. Todo ello sin que tuviésemos una base estable en la Luna y con una población rotativa en la Estación Espacial Internacional de cuatro cosmonautas.

Cambios a nivel tecnológico: En estos últimos me detendré un momento debido a que su impacto en la sociedad, así como en la percepción del futuro, han sido más recientes e importantes.

Hace 25 años se creó el World Wide Web y en menos de diez años la búsqueda de paginas web en archivos de hipertexto se ha convertido en una parte natural de la vida diaria del ciudadano común (en 2006 internet alcanzó los mil cien millones de usuarios). Hace 20 años los teléfonos móviles tenían antenas, no llevaban cámaras incorporadas o carecían de servicios de internet. Hoy en día poseen procesadores superiores a los de las PCs de los noventa y tienen servicios de GPS.

Un Smart Phone ya no es un artilugio de alta tecnología sino más bien un objeto común y corriente sin el cual es difícil imaginarse la vida. Hace diez años las personas revisaban las noticias en las páginas web de los diarios famosos o encendían su televisor y esperaban los noticieros de las diversas cadenas. Hoy consultan lo que se cotillea en redes sociales de alcance global como Facebook e Istagram y es imposible imaginarse la vida de otra forma. En una frase simple: el mundo cambió en poco tiempo y se convirtió en el futuro.


El futuro es el estado natural de la ciencia ficción. Si bien no el único, es en el cual las historias se desarrollan con más comodidad. Y es por ello que los escritores del género siempre están mirando al futuro. Para ello basta con estar al tanto del desarrollo tecnológico de nuestro tiempo y extrapolar ¿Y cuáles eran la perspectivas del futuro en los años sesenta-setenta?


Por una parte, el futuro siempre se está convirtiendo en presente a cada segundo. Por tanto nunca viviremos en el futuro sino en el presente. Por otro lado, si nos referimos a las ideas sobre el futuro que teníamos en el pasado, bueno, la humanidad no ha colonizado la Luna, ni viajado a Marte. No hay un gobierno global, los robots aún no pasan de ser espectáculos de feria tecnológica y los grandes rascacielos dejaron de construirse hace mucho tiempo. Así que mejor reordenamos la frase: el mundo cambió en poco tiempo… y se convirtió en el vivo reflejo de los sueños futuristas de los maestros de la ciencia ficción de la Edad de Oro.

Robert Heinlein hablaba de teléfonos móviles que cabían en un bolsillo en su novela Cadete del espacio. En la serie Star Treak los tripulantes del Enterprise llevan tabletas táctiles semejantes a los touch path e ipad modernos. ¿Es esto producto de la casualidad o un ejemplo del carácter visionario de la ciencia ficción?

Pues ni lo uno ni lo otro. El futuro es el estado natural de la ciencia ficción. Si bien no el único, es en el cual las historias se desarrollan con más comodidad. Y es por ello que los escritores del género siempre están mirando al futuro. Para ello basta con estar al tanto del desarrollo tecnológico de nuestro tiempo y extrapolar ¿Y cuáles eran la perspectivas del futuro en los años sesenta-setenta?

En 1972 se hizo la primera demostración pública de ARPANET la primera interconexión entre las pocas grandes computadoras que había en el mundo y que después se convertiría en internet. En 1971 los japoneses crearon la primera red de telefonía celular NNT. En ese mismo año el Dr. Samuel C. Hurst patentó la interfaz electrónica táctil. Todos estos avances tecnológicos, y en consecuencia, sueños de la humanidad futura, datan de la misma época.

En ese mismo momento, surgió un tipo específico de ciencia ficción que se ha mantenido en la cultura popular hasta nuestros días. Solo cuando el desarrollo tecnológico propició la aplicación efectiva de estos cambios en la vida diaria fue entonces que estos «sueños del futuro» se volvieron realidad[1].

Como la ciencia ficción ha permanecido prácticamente sin cambios (el modelo de ciencia ficción anglosajona de los 60/70´s se ha repetido ad infinitum) pues los avances tecnológicos de los últimos años dejaron obsoletos la mayoría de los lugares comunes del género. Con excepción del viaje inter estelar y la colonización de otros planetas. Así las cosas, imaginarse el futuro -y por ende, escribir ciencia ficción- en estos tiempos, no es tarea fácil.

Los caminos de la ciencia ficción contemporánea y los lugares comunes de la literatura norteamericana

La ciencia ficción surge como una mezcla de diferentes literaturas tipo del siglo XIX. Las cuales, en su momento no pudieron ser categorizadas como el resto. Esto es, el romance científico, el viaje extraordinario y el relato filosófico que terminó en una reflexión social que es la utopía y la distopía. Esta nueva forma de narrativa estaba intensamente ligada a los cambios sociales y tecnológicos propios de la revolución industrial. Ni la producción de la industria, ni la velocidad del transporte ni la distancia recorrida por los viajeros y comerciantes sería jamás la misma.

Ello impulsó a los escritores a crear un nuevo género que proyectara todas las esperanzas, perspectivas y miedos de la nueva situación de la humanidad. La creación del avión, las guerras mundiales y la lucha entre nuevas clases sociales (los obreros hijos naturales y no deseados de la industria) fueron a la par con historias de naves estelares, invasiones extraterrestres y creación de robots. Si nos sentamos a mirar con detenimiento el espíritu de las historias espaciales de los años veinte y treinta va acorde con el espíritu de los pioneros de la aviación, nueva creación de la humanidad que estaba pronta a masificarse como ocurrió con los teléfonos celulares en nuestro tiempo. Las invasiones extraterrestres o las guerras interestelares están ligadas a las guerras imperialistas de finales del XIX y principios del XX.


Existe pues toda una gama de conflictos que van desde la lucha de las minorías étnicas en una sociedad globalizadora que los excluye hasta el desequilibrio climático y ecológico. Todavía la humanidad tiene conflictos interesantes con los que proyectarse hacia el futuro -el escenario natural de sus historias- los escritores de ciencia ficción aún pueden conservar su trabajo.


Así las cosas la ciencia ficción (y sus historias tipo) están relacionadas con las características socio políticas de la época y el lugar en que se escribe. De ahí que las invasiones extraterrestres sean cada vez menos populares en el siglo 20 y géneros como la distopía, gocen de popularidad. Claramente los imperios expansionistas y las guerras en gran escala han cedido lugar en la opinión pública a la crítica social y la lucha contra las dictaduras y las violaciones de los derechos civiles. Así los robots-asesinos o los invasores alienígenas de tiempos de la guerra fría han dado paso a cámaras de vigilancia inteligentes, drones autónomos y las pantallas con manipuladores anuncios políticos. Este estereotipo no ha cambiado mucho desde Mil novecientos ochenta y cuatro hasta Los juegos del Hambre. Y es que las leyes que violan los derechos civiles, la policía política y la manipulación de los medios no se extinguieron con la creación de internet, la masificación de los teléfonos móviles y Facebook.

Existe pues toda una gama de conflictos que van desde la lucha de las minorías étnicas en una sociedad globalizadora que los excluye hasta el desequilibrio climático y ecológico. Todavía la humanidad tiene conflictos interesantes con los que proyectarse hacia el futuro -el escenario natural de sus historias- los escritores de ciencia ficción aún pueden conservar su trabajo.

La ciencia ficción de otras naciones siempre aportará un punto de vista diferente

Al quedar prácticamente obsoletos, algunos de los lugares comunes de la ciencia ficción más popular -dígase la promovida por países desarrollados que explotaba el impacto de las nuevas tecnologías, los autores se han visto obligados a replantearse las temáticas abordadas por el género. Pero existe una ciencia ficción escrita en países cuya cultura y características sociopolíticas difieren radicalmente de las naciones donde se ha popularizado la ciencia ficción. Siempre que dejemos a un lado las actitudes colonialistas e imitativas que pretenden repetir la fórmula de los países desarrollados en el género. La ciencia ficción escrita en los países no desarrollados es un reflejo de otros sentires, otros temores y posee una proyección diferente hacia el futuro.

Trataré de ilustrar esto mediante dos ejemplos sencillos.

El subgénero del cyberpunk fue creado por Gibson, Sterling y otro grupo de escritores que se autodenominaron El Movimiento. Este nuevo tipo de literatura de ciencia ficción bizarra y poco hard dentro del género se proyectaba hacia el futuro explotando el miedo a la miseria, a que compañías extranjeras le ganaran a Estados Unidos la guerra del liberalismo y la enajenación de las grandes ciudades. Poseía marcados referentes de la estética nocturna de ciudades como New York o Tokio. Sin embargo en la década de los años noventa el cyberpunk es descubierto y reestructurado por los autores mexicanos en una época en la que sus propios creadores lo habían declarado muerto.

Bajo la consigna de «¡El cyberpunk no ha muerto!» Los nuevos autores abordaron el género desde otra perspectiva, Su perspectiva. Ya no había miedo a la pobreza puesto que ellos vivían en la miseria. Había incluso un cierto gusto por la decadencia. La estética citadina de mega-urbe pasó de una New York futurista a una mega Ciudad de México. Los conflictos se volvieron intensos y brutales. Al punto que algunos teóricos lo consideran un subgénero diferente. Y en efecto, si bien desde un punto de vista estético se trata del mismo cyberpunk, las motivaciones, temores y manera de proyectarse hacia el futuro de los autores mexicanos era diferente a la de los norteamericanos solo por vivir en mundos diferentes, no solo en el espacio físico, sino también distantes en el tiempo.


América puede ser una cátedra en dictadores y todo latinoamericano sabe que al presidente Snow le falta la demencia de Duvalier, el mal gusto de Trujillo y los comentarios irónicos de Pinochet. El dictador no es un perfecto malvado en un trono oscuro al frente de una nación. Es más bien un caudillo que hace lo que quiere, porque puede y desea cosas más allá de asesinar a sus enemigos políticos y aplastar de modo cruel todo intento de rebelión.


El otro ejemplo vuelve a poner sobre la mesa la figura del robot. En la literatura europea del período entre guerras autores alemanes como Thea von Harbou y checos como Karel Čapek desarrollaron, desde diferentes puntos de vista, la figura del robot o autómata. El concepto común en todas las obras era del hombre artificial substituto para las necesidades de la naciente industria. Dicho esquema se copió y masificó en la ciencia ficción británica y norteamericana de los años venideros.

Pasada la segunda guerra mundial en un Japón derrotado floreció entre escritores, historietistas y realizadores de animados el concepto de robot (o al menos el de la figura humana robotizada). Pero la grandeza perdida del Japón imperial y los logros tecnológicos en gran escala del pasado reciente (recordemos que el acorazado Yamato, los portaviones Taiho y los submarinos portaviones I-25 fueron los mayores de su tipo en el mundo) llevó la figura del robot a dimensiones ciclópeas.

Nació así todo un subgénero dentro del manga y el anime llamado Mecha. Del mismo modo el conflicto humano de estos nuevos robots (ya no substitutos de la clase obrera sino herramientas y vehículos robotizados con el fin de salvar el mundo) lo tenía su piloto u operador. La dicotomía moral no estaba relacionada con la explotación capitalista. En su lugar el dilema radicaba en si se debía usar el gran poder del mecha para la defensa o para la conquista. Clara alusión al cambio del pensamiento japonés en los años posteriores a la segunda guerra mundial. Época en que su ejército pasó de ser una herramienta imperialista para convertirse en una discreta fuerza de autodefensa.

La mirada con que se desarrollan historias en sociedades totalitarias varía radicalmente entre los países desarrollados y el tercer mundo. Los dictadores déspotas como el presidente Snow en Los juegos del hambre de Suzanne Collins son perfectos villanos que conservan la compostura de un diplomático y mantienen el pulso estable como un buen sicópata. América puede ser una cátedra en dictadores y todo latinoamericano sabe que al presidente Snow le falta la demencia de Duvalier, el mal gusto de Trujillo y los comentarios irónicos de Pinochet. El dictador no es un perfecto malvado en un trono oscuro al frente de una nación. Es más bien un caudillo que hace lo que quiere, porque puede y desea cosas más allá de asesinar a sus enemigos políticos y aplastar de modo cruel todo intento de rebelión.

Conclusión

Podemos, pues, concluir que la percepción del futuro ha cambiado varias veces desde la última vez que se «soñó» un futuro desde la literatura. La sociedad actual no solo ha cambiado, sino que incluso se parece a muchos de los futuros soñados. Es tarea de los escritores de ciencia ficción imaginar nuevos mundos futuros desde una perspectiva humana. Analizar los conflictos de nuestra época y extrapolar la sociedad sin perder de vista al ser humano. Independientemente de si estos futuros se cumplen, o no.

Bibliografía

Libros mencionados

Heinlein, Robert. Cadete del espacio. Space Cadet.

Collins, Suzanne. Los juegos del hambre. The hunger game.

Orwell, George Mil novecientos ochenta y cuatro. Nineteen Eighty-Four.

Serie de TV mencionada

Franquicia de series de televisión. Viaje a las estrellas. Star Trek. Creado por Gene Roddenberry. Primera emisión: 1966.

Notas

[1] La fibra óptica aumentó la velocidad de transporte de datos en internet, las baterías de litio permitieron reducir el tamaño de los teléfonos celulares y los CPU fueron lo suficientemente potentes como para manejar una pantalla de interfaz táctil en un dispositivo.

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